
Alfred Neubauer es el principal causante del nacimiento de la figura del “Team Manager”.
Ha habido grandes directores de equipo y estrategas en la historia, como Enzo Ferrari, Colin Chapman, Jean Todt o Ross Brawn, pero quien dio inicio a la figura del “Team Manager” y a las órdenes y estrategias con un lenguaje propio fue Alfred Neubauer.
Alfred Neubauer se inventó como director:
Aunque ascendió a piloto titular y disputó varias carreras, entre ellas la Targa Florio de 1922 con un Austro-Daimler Sascha diseñado por el propio Porsche con el que acabó decimonoveno, Neubauer no era un conductor de primer nivel. Cuando Porsche dejó la Austro-Daimler en 1923 para irse a la Daimler-Benz, se lo llevó con él, y en 1926, el propio Neubauer tomó la decisión de dejar la competición. En su mente había otra idea en la que podía ser mejor: Director de Equipo, o “Rennleiter”. Para él, “el piloto es el hombre más solitario en el mundo”, por lo que una figura que lo guiase y le diese información podría ser un elemento que permitiese marcar la diferencia. Así que, tras ver cómo Rudolf Caracciola ignoraba que había ganado el Gran Premio de Alemania de 1926, disputado bajo una intensa lluvia en el circuito de Avus, hasta que el público le rodeó. ¿Cómo podía no saber el piloto su resultado?.

Así que Alfred Neubauer propuso su idea al director de lo que sería Mercedes-Benz, Wilhelm Kissel, que dio el visto bueno. Se dedicó así a crear toda una serie de carteles, banderas y códigos, con los que, desde el borde de la pista, podía informar a sus pilotos sobre qué estaba ocurriendo en la prueba y cómo comportarse en consecuencia. Él mismo lo explica en sus memorias: “Creé una especie de código con números y letras pintados en pequeños paneles, y una serie de banderas de colores. Les expliqué mi nuevo sistema a los pilotos de Mercedes, que de esta manera sólo tenían que echar un rápido vistazo al pasar por los boxes para recibir una inestimable información”.
Podía parecer simple, pero cambió definitivamente el aspecto de las carreras. La estrategia entraba en juego de manera crucial. El estreno de este imaginativo sistema de comunicación tuvo lugar en el Solituderennen, disputado en el circuito alemán de Solitude, el 12 de septiembre de 1926. Sin embargo, en un momento de la carrera, el Director de la misma se dirigió a Neubauer, exigiéndole que se retirase del lateral de la pista, y dejase de mostrar sus banderas y carteles, ante las quejas de otros pilotos a quienes despistaban. Neubauer replicó que era el “Rennleiter” de Mercedes, el director de carreras, lo que no sentó muy bien al Director de la Solituderennen, que a gritos le explicó que el único director allí era él, y que le obedeciese. Pese a todo, la carrera la ganó Willy Walb en su Mercedes 620K de 6.2 litros de cilindrada, seguido de su compañero de equipo Ernst Hailer. El sistema funcionaba.



Su propia historia:
Alfred Neubauer, un nombre y apellido único en la historia del automovilismo. Su autobiografía, aparecida en 1958 y titulada “Männer, fraseen und motoren” describía sus recuerdos recientes que, pasaron a ser como su testamento; el testamento del llamado “Maestro”. El hombre que había vivido el automovilismo deportivo como pocos, llegando a lo más alto y siendo el mejor allí arriba.
Nacido el 29 de marzo de 1891 en el pueblo de Neutitschein en el Antiguo Imperio Austrohúngaro, donde termina sus estudios primarios; hijo único de Karl Neubauer, un fabricante de muebles.
Sus padres mueren jóvenes con lo cual su sueño de estudiar ingeniería se desvanece pronto. Decide ingresar en la academia Traiskirchen, en la vecina Viena coincidiendo con la motorización del ejército austríaco, demostrando rápidamente sus conocimientos técnicos en dicho ejército.
Acabada la Primera Guerra Mundial, Alfred se las ingenió para ingresar en la Austro-Daimler, donde conoció a otro grande despertando su atención, se trataba de Ferdinand Porsche quién lo nombra a cargo del servicio técnico y comenzó a acudir a las carreras. Reconociendo no ser un buen piloto probador, Alfred se traslada a Untertürkeim donde Porsche se hace cargo de la dirección técnica y se lo lleva consigo. Y entonces Alfred, haciendo uso de una mente prodigiosa, diseña un nuevo sistema con banderas y pizarras para dar información a los pilotos, quiénes se contaban hasta ese momento perdidos por los circuitos y sin ningún tipo de estrategia: se convierte en Jefe de Equipo de Carreras.
Después de planificar la estrategia de los coches de carrera, de Fórmula y Sport entre 1921 y 1933 y, a partir de 1934 desarrollando íntegramente la estrategia para Mercedes Benz entre 1934 y 1937 para seguir con los coches de 3 litros entre 1948 y 1950, acabando en 1955 cuando Mercedes decide retirarse después de conseguir el campeonato de 1954 y 1955 con Juan Manuel Fangio. El resto de la historia es bien conocida por todos.
¿Pero qué tenía Neubauer que lo hacían único? Alfred contaba con un carácter especial, de formación militar pero muy comprensivo. Tenía una inteligencia especial para planificar las carreras. Él mismo relataba: “No puede figurarse el cúmulo de preocupaciones que caen sobre las espaldas de un director de carrera la mañana de un Grand Prix. Primero, debe sacar de las camas y las bañeras a todo su rebaño. Después, satisfacer los caprichos más singulares en la mesa del desayuno. Té caliente y dulce para el sr. Seaman. Té de la marca Twinning, sino es así, el muchacho no acabará de espabilarse. Un beef steak gigante, bien frito y chorreando sangre por dentro para Caracciola. Lo necesita para ponerse en marcha. Lang debora su media libra de azúcar en terrones cada mañana”. Luego les hacía vestir de color blanco su traje de piloto.
Alfred detectaba el momento preciso, daba órdenes en ese preciso momento. Conocía muy bien a su gente. se ocupaba de sus pilotos, de sus mujeres y de los motores. Siempre con su imponente figura. Siempre con su sombrero.

Sigue relatando: “En el circuito cae sobre mí una montaña de trabajo. Preparar los coches para correr me ha provocado canas prematuras. Los coches son caprichosos como las primas donnas. No tragan un aceite cualquiera ni cualquier carburante ni toleran tampoco cualquier bujía. Aquí tenemos aceite especial para competición, viscoso. Durante la noche anterior, ha de estar colocado encima de la estufa y sólo podrá ser vertido después en el depósito. También hay bujías de recalentamiento, con las cuales se ponen los coches a la temperatura adecuada durante una hora. Luego se cubren los coches con gruesas mantas de lana para evitar que puedan enfriarse antes del momento de la salida. Igual que si se tratara de caballos de pura sangre. Hay bujías especiales para cada carrera, que se colocan y ajustan en este preciso instante. Bujías especiales sólo para elevadísimos valores de temperatura. Bujías que se engrasan inmediatamente si el coche rueda a baja velocidad. Hay carburante especial para tiempo frío o caluroso, mezclado adecuadamente. y sólo cuando me cercioro con absoluta seguridad del humor de San Pedro hoy, vertemos la gasolina en el tanque”.
Así era don Alfred y así se retiró a un pueblito, dónde pasó desapercibido luego de aquel trágico Le Mans…
Sus “verdades” sobre los pilotos:
Hermann Lang: lleno de rabia. Y el que siente rabia no ha sido jamás un buen piloto. Maltrata el acelerador y los frenos, desgasta la dirección, fuerza en exceso el motor y da contra las cunetas. No es experto en carreras bajo la lluvia. Cuando luce el sol, es imposible ganarle en la salida pero en cuanto comienza a llover, se le moja la pólvora. Yo le curaría ese defecto.
Tazio Nuvolari: simpático italiano, con la cara de piel, como un indio de pura raza, aparece tranquilo y dueño de si, brilla llamativo, su jersey amarillo limón. En el hombro izquierdo destaca un amuleto, una tortuga dorada, con una N en el dorso. Es un regalo de Gabriel D’Annunzio, el famoso poeta italiano, amante de la actriz Eleonora Duse.
Rudolf Caracciola: toma las curvas como si las trazase con tiralíneas, sabe dosificar con exactitud la gasolina y los frenos. Es un corredor dotado para la lluvia, como no ha habido otro en el mundo. Muchas veces medité sobre ello, intentando deducir en qué radica esa cualidad.Su secreto auténtico son sus ojos de lobo de mar. Puede la lluvia caer a litros sobre su cara, no necesita gafas ni siquiera parabrisas protector. Cuando los demás abandonan porque no son capaces de ver sus propias manos delante de sus ojos, Caracciola sigue impertérrito. La causa de esta singular cualidad no fue determinada con exactitud, los expertos murmuraban algo sobre la especial constitución del ojo. Una falta de sensibilidad del cristalino, una refracción anormal de la lente ocular, que compensaría cualquier entubamiento ocasionado por el agua. “Decir hoy lloverá era como decir hoy ganará Caracciola”.
Supersticiones: los grandes del volante son terriblemente supersticiosos. Nuvolari posee su tortuga. Caracciola jura por un bonito tití llamado Anatol, al que embarca consigo en cada carrera metido dentro de una cartera de charol de un rojo detonante. Lang es fanático de su herradura dese que tuvo un accidente con su coche de carrera. Dick Seman tiembla delante de cualquier número 13. Siente auténtico terror ante la vuelta 13 de cada circuito, jamás conduce un coche con ese número ni se aloja en una habitación con el número 13.
Juan Manuel Fangio: siempre le respetaba. Un piloto excepcional. Fangio recibía antes de cada carrera, una carpeta conteniendo los horarios de cada actividad, reserva de hoteles, menús ofrecidos, caminos de acceso al lugar y una relación del tiempo. Alfred no toleraba un error y sabía que Fangio nunca los cometía. Hubo un contacto fuerte entre ambos, basado en el respeto, y el aprecio. Nadie puede parar a Fangio. Siempre repetía.


El mito de las Flechas de Plata:
En su condición de Director del equipo de carreras de Mercedes, se le atribuye también el nacimiento de las “Flechas de Plata”. Ocurrió supuestamente durante el Eiffelrennen de 1934, en el circuito de Nürburgring. La nueva normativa para coches de Gran Premio les obligaba a pesar como máximo 750 kilogramos, excluyendo neumáticos y gasolina. Durante el pesaje, los nuevos Mercedes W25 pintados del color blanco indicativo del país, Alemania, superaron por poco el peso. Así, a Neubauer y a su piloto, Manfred von Brauchitsch sólo se les ocurrió una idea: raspar la pintura y dejar el monoplaza con su plateado aluminio al desnudo. Vuelto a pesar, entró dentro de los límites. Manfred von Brauchitsch venció la carrera. Desde entonces, los Mercedes de Gran Premio fueron siempre plateados, aunque debe indicarse que en algunas carreras anteriores ya habían aparecido con el plateado como color, como en el Avusrennen de 1932, donde el propio Von Brauchitsch venció a los mandos de un Mercedes SSKL “streamliner”, si bien en este caso la premura por construirlo lo dejó sin pintura. En los megáfonos del circuito ya hablaban del coche como “Flecha de Plata”, aunque esa denominación sólo fue de Mercedes a principios de los años 90, cuando obtuvo los plenos derechos de Audi, cuyos Auto Union también eran considerados flechas de plata.
Sin embargo, la historia de la pintura tiene muchas inconsistencias. El hecho surge del propio Neubauer, que en un libro escrito en 1951 “Heute lacht man darüber” (Hoy nos reímos de eso), recoge que, en 1906, en la revista L’Auto, se narraban varias anécdotas sobre la necesidad de ajustarse al peso establecido en la reglamentación: entre ellas, se cita la de un piloto que, una vez hecho todo lo posible, acabó por raspar la pintura, sin que el alemán mencionase su historia ocurrida supuestamente en 1934. Después Neubauer ya no recoge esta anécdota en su segundo libro de 1958 –el célebre “Hombres, Mujeres y Motores”, sino que cuenta el acto de retirar la pintura blanca anteriormente narrado. Pero el Eifelrennen, donde debutaban los W25, era una prueba de Fórmula Libre (no sujeta a límites de peso), por lo que no debería haber habido ningún inconveniente con el peso de los coches. Ahora bien, en la siguiente carrera que era valedera para el campeonato, el Grand Prix del Automobile Club de France en Montlhéry, los Mercedes no sólo estaban por debajo del peso mínimo, sino que lo cumplían por más de 10 kilos, sin la pintura, en lo que era un alarde de los ingenieros alemanes. Y eran plateados.
Hoy en día no se concebiría un equipo de carreras sin director o sin estratega. Pero Alfred Neubauer se asombraría de la magnitud que hoy ha adquirido su idea. Personal altamente especializado se dedica exclusivamente a analizar los miles de parámetros que la telemetría del coche arroja a través de las centenas de sensores que llevan a bordo. Los sistemas de GPS entregan múltiples datos: tráfico en pista, posiciones relativas, distancias. Las radios se han perfeccionado, e incluso desde el volante se puede adaptar el coche a las necesidades estratégicas de cada momento de la carrera. Don Alfredo, el “gordo” Neubauer, disfrutaría como un niño con tantas herramientas, y les sacaría todo el partido posible. Pero pese a todo, la pizarra con los números y mensajes cifrados se sigue mostrando, por si todo lo demás falla. Como era en un principio.
Es literalmenre CONMOVEDOR ver como se seca las lagrimas con su pañuelo en la ceremonia de retiro de los Mercedes en 1955..
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