

Al mediodía del 6 de enero de 1940, en los cielos sobre Kymenlaakso, Luutnantti (teniente) Jorma Kalevi Sarvanto estableció un récord mundial al derribar seis bombarderos soviéticos Ilyushin DB-3 en cuatro minutos. Este récord capturó la atención de la prensa internacional y sigue siendo una hazaña de combate aéreo sin igual.
La Fuerza Aérea de Finlandia (en finlandés: Suomen Ilmavoimat), es la rama aérea de las Fuerzas Armadas de Finlandia. Fue creada en 1918 como Cuerpo de Aviación del Ejército, convirtiéndose en Fuerza Aérea independiente en 1928.
Siempre hay historias muy conocidas que surgen en el curso de las guerras, en las que el mejor despliegue de los medios de comunicación, los intereses creados para hacer hincapié en esta o aquella hazaña o, simplemente, la naturaleza y nacionalidad de sus protagonistas, provocan que haya anécdotas o efemérides que el gran público puede conocer. La Segunda Guerra Mundial, el conflicto más sangriento y famoso de la Historia de la Humanidad está lleno de ellos. Esta necesidad de iconos, de mártires, de héroes o de modelos son requerimiento indispensable para el esfuerzo de guerra de cada nación y para la sociedad misma, ya que sirven como ejemplo del bien moral y del saberse estar en el lado correcto, de forma que sea más fácil el sacrificio. Los héroes son fuente de inspiración para la población, Porque sin ellos queda desamparada y desvinculada del conflicto.

En el campo de la aviación, también, por supuesto. Aviadores kamikazes, ases germanos con más de trescientos y doscientos derribos, duelos a cara o cruz en el Canal de la Mancha, heroicos sacrificios aquí y allá…todos en los frentes de guerra más conocidos. Sin embargo, aquellos terribles seis años de sangre tuvieron otros protagonistas, mucho más desconocidos, pero no por eso, menos interesantes. Ahora que empieza a conocerse, para ese gran público, la cruenta Guerra de Invierno de 1939-40 entre la Unión Soviética y la pequeña pero valiente Finlandia, gustará leer algo sobre el primero de los ases finlandeses, Jorma Sarvanto, protagonista de una hazaña aérea difícil de superar: derribar seis aviones enemigos en menos de cinco minutos…

La precaria independencia de Finlandia:
En el difícil entorno político europeo de mediados de los años treinta, la Sociedad de Naciones estaba cada vez más vacía de contenido y su fuerza cada vez más reducida a un papel testimonial. Los regímenes totalitarios, esto es, Alemania, Italia y la URSS, mostraban cada vez una mayor agresividad ante la pasividad de las democracias europeas y sus respectivos vecinos constataban fehacientemente que sus respectivas soberanías estaban en un grave riesgo de supervivencia. Para Finlandia, las apetencias de su vecino soviético ya venían desde los tiempos de la cruenta Guerra Civil Finesa, iniciada en 1917 entre los partidarios comunistas y el bando capitalista, formado por cuadros del antiguo ejército zarista tras la cual, concluida con la victoria de estos últimos y la firma en 1920 del Tratado de Tartu (Dorpat), Finlandia veía reconocida inequívocamente su independencia por parte del Kremlin. Pero a finales de los años treinta, la URSS retomó su activa participación en los asuntos europeos. Además, en virtud del Pacto Germano-Soviético de 1939, los finlandeses quedaban de nuevo bajo la órbita rusa. En este mezquino tratado de no agresión mutua, Alemania convenía que Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia quedaran englobadas bajo la influencia soviética, que aumentó sus reclamaciones territoriales sobre todos ellos, con el fin de convertirlos en sus satélites. Pero los finlandeses rechazaron estas presiones y, al contrario que el resto de naciones bálticas, declinaron aceptar la cesión de territorios y el establecimiento de bases soviéticas. Con tales premisas, la guerra era inminente. Mientras, la temerosa Sociedad de Naciones miraba hacia otro lado…
El comandante en jefe de las magras fuerzas armadas finesas, Carl Gustaf Mannerheim, había tratado de reforzar desde principios de la década sus defensas terrestres en la zona de avance natural ruso, el istmo de Karelia, denominadas como Línea Mannerheim. que sin embargo se vio ralentizado por la crisis económica mundial. El crecimiento de la tensión hizo que en aquel verano de 1939 se apresurasen las obras. De cualquier modo, nadie, ni los propios finlandeses creían que pudieran resistir a la amenaza soviética. El ejército, que tras la movilización general era capaz de reunir cerca de ciento treinta mil hombres, carecía sin embargo de suficiente armamento pesado. En total, nueve divisiones finlandesas iban a enfrentarse a cinco ejércitos soviéticos, con una suma de treinta divisiones y seis brigadas acorazadas.
En el aire, la desigualdad era incluso mayor. Finlandia solo disponía de un escaso número de aviones, siendo de modelos obsoletos en su mayoría debido a la rápida evolución de la tecnología durante la década de los años treinta y carecía además de suficientes baterías antiaéreas. En relación a ello, y con el objetivo de paliar en lo posible estas carencias, a partir de 1936, el gobierno finlandés había aprobado el presupuesto necesario, con los escasos recursos disponibles, para que, en un plazo de cinco años, poder acometer la adquisición de aviones de combate a diversos fabricantes extranjeros, principalmente cazas, y así disponer de una fuerza aérea relativamente competitiva ante la peligrosa amenaza soviética.
Principalmente, Finlandia firmó un pedido a la firma aeronáutica holandesa Fokker, para la adquisición de siete ejemplares de su modelo entonces en fabricación, el D.XXI, así como una licencia de fabricación. Era éste un buen diseño de avión de combate, digno de la reputación de una marca como Fokker y que había sido seleccionado para equipar al propio ejército holandés. Sin duda, un ejemplo de la ingeniería aeronáutica de transición de los años treinta, a caballo entre los biplanos de tela y los monoplanos metálicos. Era un monoplano cantilever y hélice metálica de paso variable, pero el fuselaje era de tubos soldados, con recubrimiento de chapa metálica con tela en la zona de la cola. Además, el tren de aterrizaje era fijo. En cualquier caso, se trataba de un avión suficientemente maniobrero y muy robusto, y en manos expertas demostró su valía ante muchos de los enemigos con los que se encontró.
Cuando el 29 de noviembre de 1939 el gobierno soviético rompió unilateralmente la vigencia del Pacto de No Agresión firmado siete años antes con su pequeño vecino finés, la Fuerza Aérea Finlandesa (Ilmavoimat) había recibido dos terceras partes de los aviones pedidos, pudiendo alinear solamente 35 D.XXI para el combate, repartidos en cinco escuadrillas de la Lentolaivue (LLv), o escuadrón 24. La Lentolaivue 26 la componía una sola escuadrilla con diez obsoletos cazas biplanos Bristol Bulldog IV-A. El gobierno había solicitado más aviones de combate a otras naciones, pero por unas u otras razones, en total, y contando con aviones de otros tipos (bombarderos, ataque al suelo, cooperación, etc.), los finlandeses solo podían oponer un centenar de aparatos frente a los más de dos mil trescientos que la VVS disponía en aquel, a priori para ella, fácil conflicto. Pero aquel puñado de aviones, al igual que el resto de las fuerzas armadas finesas, haría pagar a los soviéticos un alto precio.

Comienzo de “La Guerra de Invierno”:
El mismo 29, tropas soviéticas cruzaron la frontera y al día siguiente iniciaron una ofensiva total por tierra, mar y aire. Al principio, los finlandeses huían presa del pánico ante los carros de combate, pero pronto prevaleció el ingenio y la aplicación de tácticas de guerrilla ralentizó el avance. Aplicando la política de tierra calcinada por parte del enemigo, las tropas soviéticas se veían acosadas en caminos impracticables, en medio de espesos bosques y en unas condiciones meteorológicas ante las que, sorprendentemente, no habían sido pertrechadas. Los mandos rusos operaron con total falta de criterio y coordinación, multiplicando terriblemente las bajas propias. A falta de cañones contracarro, los fineses produjeron una sencilla pero mortífera arma: una botella llena de petróleo y otros materiales inflamables, a la que se añadía una ampolla con ácido sulfúrico. Había nacido el “Cóctel Molotov”, que causaría verdaderos estragos en los tanques rusos.



Mientras, en el aire, los cazas finlandeses disponibles trataron de interceptar desde el primer día de la guerra a los bombarderos soviéticos que atacaban las poblaciones, así como las instalaciones fabriles del interior. A pesar de ser menos maniobreros que los cazas rusos Polikarpov I-15, I-153 e I-16, el Fokker D.XXI era un buen interceptor, con una buena velocidad de trepada y capacidad de picado. Y empezaron a cobrarse piezas entre sus enemigos.
El 1 de enero de 1940 la cuarta escuadrilla de la LLv 24, con seis aviones en servicio, fue remitida a Utti, después de comprobarse que, los bombarderos rusos usaban el trazado del ferrocarril para orientarse en dirección a los objetivos industriales. El 6 de aquel mes de Enero, diecisiete bombarderos bimotores Ilyushin DB-3M del 6th DBAP (Sexto Regimiento de Bombardeo de Largo Alcance), despegaron de sus bases estonias en dirección a la fábrica de municiones de Kuopio. Nueve cumplieron sus objetivos, pero el resto atravesó el Golfo de Finlandia más al oeste de donde estaba previsto, cerca de donde se encontraba la 4/LLv 24. A la ida, el teniente “Pelle” Sovelius derribó uno de los bimotores, mientras que los siete restantes alcanzaron el objetivo sin causar daños y procedieron a regresar a su base, siguiendo la línea del ferrocarril para orientarse.
En Utti, la siguiente patrulla de aviones, pilotada por el Primer Teniente Jorma Kalevi Sarvanto y el Segundo teniente O. Mustonen estaba disponible para despegar. Dejemos que sea el propio Sarvanto el que nos lo cuente, según su propio informe:

“Se me ocurrió pensar que los aviones que había atacado Sovelius quizá regresaran por la misma ruta, así que ordené a los mecánicos arrancar los motores de los dos D.XXI y procedí a atarme mi paracaídas. Pocos minutos después sonaron los teléfonos de alerta aérea y corrí hacia mi avión. La radio enviaba mensajes precisos que marcaban la ruta de los aviones cuadrante a cuadrante y me hacían ver que los bombarderos se dirigían directamente hacia Utti.”
“El mecánico de Mustonen me avisó de que su motor no se ponía en marcha, así que decidí empujar la palanca de gases a tope, carretear desde el área de dispersión e, inmediatamente, despegar hacia el norte, trepando lo más rápido posible. El tiempo había mejorado y el sol empezaba a brillar, aunque sin embargo quedaba neblina. Mientras trepaba, la radio me confirmaba que los aviones enemigos se encontraban delante mío. De vez en cuando miraba fugazmente hacia atrás y comprobaba que me encontraba totalmente solo.”
“Finalmente divisé las suavemente coloreadas panzas celeste pálido de los bombarderos, que continuaban volando en formación, haciendo un bonito contraste con el azul del cielo. Me encontraba a escasos cientos de metros y viré al sur para comprobar que seguían en el mismo curso. Las tripulaciones no parecían haberme visto porque no vi trazadoras en mi dirección. Así que seguí trepando y me coloqué a seiscientos metros de la formación, a su misma altitud. El altímetro señalaba 2.000 metros y mi reloj marcaba las 12.00 horas. Enriquecí la mezcla de combustible para tener toda la potencia disponible, apagué la radio, comprobé mis armas y preparé la mira Goertz.”
“A toda potencia, elegí el avión situado más a la izquierda y abrí fuego sobre él, alcanzándolo, a la vez que silenciaba al artillero de cola del tercer bombardero a la izquierda, y seguidamente al situado a babor de éste. En ese momento me encontraba a cien metros de los objetivos y ya veía como el primero tenía su motor izquierdo echando humo, así que volví a acertarle hasta ver como ardía, e inmediatamente al tercero, que declaró fuego al instante.”
“En aquellos tiempos, los bombarderos rusos adoptaban una nueva táctica de defensa cuando volaban en formación y eran atacados, consistente en que los aparatos del lado opuesto se deslizaban por debajo, daban una buena oportunidad a los artilleros de morro para alcanzar al caza agresor. Para evitarlo, viré rápidamente hacia la derecha mi Fokker, para silenciar a los artilleros de cola de aquel lado y seguidamente alcanzarles en los motores de estribor. En un suspiro, alcancé al quinto avión, mientras que el situado más a la derecha, ya tocado, viró a estribor y cayó, dejando una espesa columna de humo.”
“Mis disparos eran cortos, pero muy cercanos (50 metros) y precisos, recordando que solo erré el tiro una vez, cuando el piloto elevó violentamente su avión cuando abrí fuego. Con el sol de cara a través de la capa de neblina, el humo negro de los aviones alcanzados creaba sombras únicamente, pero los pilotos rusos no tomaron ventaja de la posición.”
“El penúltimo avión en vuelo fue mucho más difícil de derribar, probablemente porque las armas de las alas se habían quedado sin munición, aunque finalmente pude incendiarlo. Volví a virar para acabar con el séptimo y último bombardero. Apunté y oprimí el disparador, pero las ametralladoras se quedaron en silencio. Tras intentarlo dos veces, comprobé que me había quedado sin municiones. Solo me quedaba romper el contacto y regresar a casa.”

A pesar de ese último inconveniente, Sarvanto y su Fokker D.XXI, “2 blanco”, matrícula FR-97, había causado suficientes daños a seis DB-3 para derribarlos entre las pequeñas poblaciones de Utti y Tavastila, situadas a una distancia de 30 kilómetros entre sí. Y todo ello, aunque parezca increíble, había sucedido en cuatro minutos. En ese escaso período de tiempo Sarvanto se había convertido en un “As”. Su avión recibió veintitres impactos directos de bala, incluyendo en dos de las tres palas de la hélice, aunque ninguno fue grave.
Cuando la prensa internacional conoció la hazaña, todos mostraron un enorme interés en entrevistar a aquel desconocido finlandés. A esas alturas de la guerra en Europa, aquella drôle de guerre o “guerra de broma” en la que los aliados no movían un dedo contra el águila germana, no había ocurrido nada, ni por asomo, semejante. El primer “As” en una sola misión, de la Segunda Guerra Mundial. Aquella maniobra en el aire representaba lo que los finlandeses eran capaces de hacer con astucia, valentía y destreza, ante un gigante pero pobremente adiestrado enemigo.
Por supuesto que aquella guerra desigual entre “David y Goliath” iba a terminar cayendo tarde o temprano del lado soviético. Las diferencias cuantitativas eran demasiadas para que Finlandia saliera victoriosa de aquel envite. Stalin había sustituido a los mandos incompetentes y la llegada de su amigo el eficaz Semyon Timoshenko, así como nuevas unidades de refresco y abundante material pesado, a reorganizar el frente en sustitución del incapaz Kliment Voroshílov, Después de las graves derrotas en enero, los soviéticos se recompusieron y terminaron arrollando a los agotados fineses, cuya Línea Mannerheim fue finalmente quebrada. El 13 de marzo de 1940 se firmó el Tratado de Moscú, en el que Finlandia cedía territorios por valor del diez por ciento del total de la nación, incluyendo el tan demandado Istmo de Carelia y el norte del lago Ladoga, y otras islas menores. Los finlandeses reconocieron 24.000 muertos y 43.000 heridos en aquellos poco más cien días de lucha. Duras consecuencias sin duda, pero, al revés que Polonia, Finlandia seguía siendo libre.
Además, haciendo pagar a los soviéticos un durísimo precio. Un cuarto de millón de muertos, y un número muy superior de heridos y desparecidos. Más de mil seiscientos carros de combate destruidos o capturados, infinitas sumas de otros materiales como camiones, armamento ligero pertrechos. En el aire, que es lo que nos ocupa principalmente, los finlandeses ocasionaron elevadas pérdidas a la aviación soviética. Se calcula que fueron capaces de derribar más de setecientos aviones confirmados, y unos doscientos probables, con unas pérdidas propias de sesenta y un aparatos. Respecto a los veteranos Fokker D.XXI, a cambio de la pérdida de doce D.XXI (y ocho pilotos), ellos solos habían sido capaces de acabar con más de un centenar de aeronaves soviéticas. Todo esto demuestra una absoluta falta de preparación y entrenamiento por parte de las tripulaciones rusas, ya que el material era cualitativamente similar y cuantitativamente de una superioridad aplastante. Además, la situación de sus bases era tácticamente muy favorable y las condiciones meteorológicas, las mismas a las que estaban acostumbrados en esas latitudes.
En cuanto al propio Sarvanto, apodado “Zamba”, por su afición a tocar el saxofón, se convirtió en el mayor “As” finlandés durante la Guerra de Invierno, con 13 derribos confirmados. Durante la Guerra de Continuación, de 1941 a 1944, esta vez teniendo como aliado de conveniencia a Alemania, añadió cuatro derribos más en su misma unidad, LLv 24, aunque en esa ocasión volando con los robustos Brewster 239 Buffalo, de fabricación norteamericana. Tras 251 salidas contabilizadas, Sarvanto se retiró de la primera línea, convirtiéndose en instructor, para enseñar sus habilidades a la nueva generación de pilotos. Tras la guerra, continuó sirviendo en la Fuerza Aérea hasta 1960, retirándose como Teniente Coronel. Imagino que cuando falleció en 1963 (muy joven aun, por cierto, con solo 51 años), lejos del mundo de la aviación, ya que trabajaba como Director Ejecutivo en una entidad bancaria, muchos de sus clientes, en aquella tranquila y próspera Finlandia de posguerra, ni sospecharían que se encontraban ante uno de los cazadores de bombarderos más letales de la Segunda Guerra Mundial.


El secreto de su historial:
El primer factor fue su habilidad natural como piloto. Desde el momento en que se sentó en la cabina en 1934, tuvo afinidad por volar. Continuamente entrenaba y perfeccionaba sus habilidades y regularmente obtenía una puntuación alta en las numerosas pruebas necesarias para convertirse y seguir siendo piloto.
La segunda parte es el entrenamiento general y las tácticas empleadas por la Fuerza Aérea Finlandesa. Desde 1935, la fuerza aérea había revisado su entrenamiento para compensar el pequeño número de cazas. La formación estrecha tradicional de un caza principal y dos aleros se abandonó para una formación de pareja más flexible. Se enseñó puntería, instruyendo a los pilotos a apuntar a puntos específicos en una aeronave para lograr el máximo efecto con la menor cantidad de municiones. Esto también se combinó con órdenes de no disparar hasta 50 metros de un objetivo. A diferencia de muchas fuerzas aéreas, los finlandeses adoptaron un sistema de «primera vista, primer disparo». Esto permitió a los pilotos individuales tomar una decisión basada en la situación y sus habilidades. Finalmente, el espíritu general de ataque sin importar las probabilidades se inculcó en todos los niveles. Esto fomentó una moral alta, así como una bravuconería casi suicida, pero permitió a los finlandeses ganar la iniciativa en muchas ocasiones y tener éxito en situaciones que deberían haber sido imposibles.
Otro elemento era de los armeros. Por alguna razón, ese día, habían cargado más munición perforante y trazadora de blindaje. Cuando se combina con la excelente puntería de Jorma, hizo una combinación mortal para cualquier avión que pudiera tener a su alcance. En contraste, cuando Yliluutnantti Sovelius derribó el primer bombardero, se había necesitado casi toda su carga de municiones para hacerlo.



El factor final vino del lado soviético. La doctrina soviética inicial enfatizó las formaciones de bombarderos rápidos y sin escolta. El método de ataque era entrar a una altitud más alta y una vez que descargaban sus bombas, rozar casi en la línea de árboles hasta que estuvieran libres en casa. Sin embargo, esta táctica los hizo muy fáciles de ser atacados por cazas antiaéreos ligeros y finlandeses. A las tripulaciones de bombarderos no se les enseñó a apoyarse mutuamente y esto permitió a los finlandeses aislarlos y recogerlos uno por uno. Incluso cuando llegó la escolta de caza, después de las reorganizaciones en enero de 1940, todavía había problemas. La Fuerza Aérea Roja mantuvo al líder apretado de antes de la guerra y a la formación de dos wingman. Si bien la teoría era que aumentaba la potencia de fuego, la realidad era que era un objetivo más fácil, ya que era más fácil de detectar. Además, como los aleros se centraban en mantener la formación, era menos probable que estuvieran atentos a los cazas entrantes y más de una vez una formación fue presa de una emboscada de un par o incluso de un solo caza finlandés.
Fuentes:
Stenman, Kari y Keskinen, Kalevi. Avión de los Ases 23 – Ases finlandeses de la 2ª Guerra Mundial. (Osprey Publishing, 1998)
Sarvanto, Jorma. Hävittäjälentäjänä Karjalan taivaalla. (WSOY, 1941)
Lijadora, Gordon F. La Guerra de invierno de los Cien Días: la galante posición de Finlandia contra el ejército soviético. (University Press de Kansas, 2013)
Estupenda cronología de una guerra desigual. EL PRETEXTO QUE QUISO USAR Molotov fue de que ellos querían abastecer de víveres a Finlandia. La respuesta finlandesa fue que aceptaban los «víveres» pero el cóctel lo ponían ellos y resultó llamarse MOLOTOV (QUE ERA EL APELLIDO DEL PRIMER MINISTRO SOVIÉTICO). La formulación RESULTABA DE LA MEZCLAS DE COMBUSTIBLES EXISTENTES ENRIQUECIDA CON AZÚCAR Y EN LA PARTE EXTERNA DE LA BOTELLA IBA ADHERIDA UNA AMPOLLA O UNA BOTELLITA CON ÁCIDO SULFÚRICO. AL LLEGAR A SU OBJETIVO Y ROMPERSE AMBAS BOTELLAS SE PRODUCÍA LA IGNICIÓN QUÍMICA DE AMBOS PRODUCTOS.. ECONÓMICA Y EFICAZ.
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Desconocía la anécdota Horacio. ¡Buena apreciación de tu parte…!!!
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