2015 – En el Puerto artificial de Arromanches – «Puerto B»

Museo del Desembarco, en la ciudad de Arromanches, dedicado especialmente a los «Puertos Mulberry – Puerto B».

Video exclusivo de Pablo Le Duc – Fotos del autor y otras procedencias:
Por: Oscar Filippi

Arromanches-les-Bains, o simplemente Arromanches, es una comuna de Francia dentro del departamento de Calvados en la región de Normandía. Está localizada sobre la costa, en el centro del lugar en donde tuvo lugar la Batalla de Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial, se encuentra aproximadamente a 25 km al Noroeste de Caen. Entre las ciudades vecinas se encuentran Port-en-Bessin y Courseulles-sur-Mer.

La famosa “Playa Gold” (Glod Beach), Arromanches, fue parte de las localidades que visitamos en el “Seminario de Historia Militar” en el que se conmemoraban los 71 años de la “Operación Overlord”.

La ciudad se extiende a lo largo la región costera llamada Gold Beach (Playa Gold), nombre en clave puesto durante el desembarco del “Día D” por las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial. Arromanches fue seleccionado como uno de los sitios para la construcción de dos puertos Mulberry (codificados como A y B).

Aún se conservan hasta el día de hoy bloques de hormigón sobre la arena que formaron parte del puerto. Lamentablemente dichos restos es lo poco que queda del puerto B tras el paso, sobre todo, de una gran tormenta en junio de 1944 y del tiempo.

A las dos semanas de los desembarcos de Normandía, se habían construido dos puertos temporales para apoyar la invasión. Pero incluso cuando los toques finales ya se habían hecho a “Mulberry A” y “Mulberry B”, una fuerte borrasca los barrió.

Las olas excepcionalmente altas conducidas por los vientos del Noreste muy intensos destruyeron “Mulberry A” en la playa de Omaha. “Mulberry B” en Arromanches fue dañado, pero sobrevivió.

“Mulberry B” pasó a desempeñar un papel clave en la entrega de soldados, vehículos y suministros al norte de Francia.

En la actualidad Arromanches es principalmente una ciudad turística. Está localizada en un buen punto para visitar todos los sitios en los cuales hubo batallas y los cementerios de guerra. También hay un museo con información sobre la operación “Overlord” y en particular con los puertos Mulberry.

En el corazón de las playas del desembarco en junio de 1944, Arromanches debe su fama a los vestigios del puerto artificial. Las imágenes sorprendentes de este lugar único son tan bellas como conmovedoras. Hoy gracias a la gentileza de Pablo Le Duc, hijo de una gran amigo y compañero de la escuela primaria, Roberto Le Duc, hoy radicados en Normandía, por su ascendencia francesa, les podremos ofrecer un sorprendente video de Arromanches con marea baja, donde se aprecian los pontones de aquellos famosos “puertos Mulberry”.

El video, tomado desde un «Drone» y en horario de marea baja, en la famosa «Playa GOLD» (Gold Beach) en Arromanches, nos muestra los restos del famoso «Puerto B», sostén logístico de la «Operación Overlord», logrado impecablemente por Pablo Le Duc.

El pueblo costero era un blanco prioritario de las tropas aliadas en el que querían instalar un puerto artificial para poder aprovisionar en armas y municiones las tropas que habían desembarcado. Numerosos vestigios salpican, con sus formas misteriosas, estas playas que fueron muy importantes para la liberación de Europa del yugo nazi. Cementerios, museos y vistas panorámicas fueron acondicionados para que pudiéramos entender lo que suponía el Desembarco y la Batalla de Normandía. No hay que olvidar que Arromanches tiene una historia antes de la Segunda Guerra Mundial: las primeras huellas de población se remontan a la Edad de Hierro. Sucesivamente celta, gala y Vikinga, la antigua Arremancia, debido a su posicionamiento estratégico, albergó un fuerte al pie del acantilado para protegerse de las incursiones marítimas. Este pueblo de pescadores y agricultores, Arromanches-les-bains está desde los años 1870 particularmente concurrida como destino de veraneo. Encajado entre sus acantilados, el pueblo asegura, a sus visitantes, calma y tranquilidad.

Museo del Desembarco (Musée du Débarquement):

Permite descubrir el desafío técnico que supuso la construcción del puerto artificial de “Mulberry B”. Maquetas, vídeos y un diorama aportan una nota de emociones a las colecciones presentadas.

Está construido sobre el sitio mismo donde fue implantado el puerto artificial, en el que aún se pueden ver los vestigios a algunas centenas de metros.

En la noche del 5 al 6 de junio de 1944, los primeros lanzamientos en paracaídas preceden a la llegada de una flota de 4.126 embarcaciones aliadas a las costas normandas y al desembarco de 130 000 soldados americanos, británicos y canadienses. Uno a uno, a costa de enormes pérdidas, se alcanzan los objetivos estratégicos: el puente de Bénouville, Pegasus Bridge, la batería de Merville, Sainte-Mère-Église. La batalla de Normandía había comenzado. El Museo del Desembarco recrea en profundidad esta página fundamental de la Historia, y permite conocer el desafío logístico que supuso la aventura del Desembarco aliado en las playas de Normandía, haciendo especial hincapié en la construcción del puerto artificial, transportado en piezas sueltas por el mar y ensamblado delante de Arromanches. Esta obra maestra de ingeniería fue la clave de la victoria en Europa.

 “A iniciativa de Raymond TRIBOULET, primer subprefecto de la Francia liberada”, exposición permanente del desembarco en Arromanches fue inaugurada oficialmente el 5 de junio de 1954 por el Señor René COTY, Presidente de la República.

Se trata del primer museo construido para conmemorar el 6 de junio de 1944 y la batalla de Normandía.

Arromanches 360: 

El cine circular Arromanches 360° presenta una película dirigida por los autores de la serie Apocalypse. Los 100 días de Normandía relata la historia de la Batalla de Normandía, de la preparación del Desembarco en la liberación de París. Las imágenes de archivos provenientes del mundo entero desfilan sobre las 9 pantallas, a 360°.

Lugares cercanos que, recomendamos visitar:

Cementerio Alemán en Huisnes-Sur-Mer:

A solo 128 Kms. de Arromanches, camino de Mont-Saint-Michel encontramos la indicación de un cementerio alemán de la guerra y decidimos ir hasta el mismo para visitarlo. Este cementerio alemán está fuera del pequeño pueblo de Huisnes-sur-Mer. Es conocido en alemán como Deutsche Kriegsgräberstätte y en francés como Cimetiére militaire allemande.

Este sobrecogedor mausoleo en Huisnes-sur-Mer es una estructura circular de doble piso con 34 criptas en cada nivel. Cada cripta tiene los restos de hasta 180 soldados, los nombres, las fechas de nacimiento y las fechas de muerte y el rango están inscritos en una placa de bronce. Además de los 11.887 soldados alemanes enterrados aquí, este cementerio tiene también los restos de algunos niños y algunos civiles alemanes que murieron como consecuencia directa de la guerra. Desde la parte trasera del nivel superior se tiene una magnífica panorámica de Mont Saint Michel. Impresiona la arquitectura del mismo y te sorprende al mismo tiempo.

Cementerio de guerra alemán de La Cambe:

Es un cementerio de guerra ubicado cerca de Bayeux, Francia. Allí están enterrados 21.222 militares alemanes caídos en combate durante la batalla de Normandía en la Segunda Guerra Mundial. Es el más grande de toda la zona y de su mantenimiento se ocupa la Asociación de Cementerios de los caídos de guerra alemanes.

La Cambe comenzó siendo el cementerio de un campo de batalla, creado por el ejército de los Estados Unidos (US ARMY) durante la Segunda Guerra Mundial para dar sepultura a militares tanto alemanes como estadounidenses. Acabada la guerra y en paralelo a los trabajos de reconstrucción del continente europeo, se empezó a exhumar de La Cambe a los estadounidenses para trasladar sus restos de acuerdo al deseo de sus familiares. A partir de 1945, dos tercios de los fallecidos de Estados Unidos fueron trasladados de vuelta su país y el resto fue inhumado en el nuevo Cementerio Estadounidense de Normandía en Colleville-sur-Mer, junto a la playa de Omaha.

Durante el transcurso de la guerra se había enterrado a los caídos alemanes esparcidos por toda Normandía, ya fuera en tumbas individuales o en pequeños cementerios en los campos de batalla. El final del conflicto permitió a la Asociación de Cementerios de los caídos de guerra alemanes (Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge) la creación de seis grandes camposantos en Normandía.

Tras la firma en 1954 del Tratado franco-germano sobre cementerios de guerra, se trasladaron a La Cambe los restos de 12 000 militares, procedentes de 1400 lugares distintos repartidos entre los departamentos franceses de Calvados y Orne. La Cambe se inauguró formalmente como cementerio de guerra alemán en septiembre de 1961. Desde esa fecha se han inhumado allí otros 700 muertos en combate que se han localizado en campos de batalla repartidos por toda Normandía.

El Memorial de Caen:

La ciudad de Caen, bombardeada en el verano de 1944, presenta, hoy en día, un Memorial que se ha convertido en una referencia en la Historia del siglo XX. A lo largo de estos años, ha sabido constituir un fondo de archivos excepcionales.

La escenografía nos acompaña a través de los años adentrándonos progresivamente en el infierno de la guerra. Empieza presentando el contexto de la Segunda Guerra Mundial antes de explicarnos las distintas etapas de la guerra y los bombardeos, la deportación, la resistencia y el desembarco a través de archivos, documentales y emocionantes testimonios.

A continuación, el recorrido se centra en el seísmo geopolítico que provocó la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias que tuvo hasta la actualidad. El circuito finaliza con la caída del muro de Berlin.

Además de su misión histórica, el Memorial de Caen hace hincapié sobre la fragilidad y las exigencias de la paz y de los derechos humanos. En familia o entre amigos, esta visita permite descifrar mejor la actualidad.

Desde 2016, la nueva película “El Día D y la Batalla de Normandía” te hace vivir 19 minutos de Historia y de emoción. Sesiones cada 30 minutos.

El Memorial de Caen propone, además, exposiciones temporales que completan la visita del recorrido clásico.

Existen audioguías en castellano, así como la posibilidad de hacer una visita guiada del recorrido dedicado a la Segunda Guerra Mundial.

Cipreses, robles y castaños:

A la sombra de los árboles, algunos, al fin, encuentran la paz. El pueblo de Colleville-sur-Mer marca el extremo más oriental de la playa de Omaha. El flanco izquierdo de ataque de los Aliados, el derecho de la defensa de los alemanes. El desnivel allí entre la playa y la parte alta del risco es bastante pronunciado. Hacia el interior, empiezan a extenderse colinas surcadas por numerosos ríos, arroyos y canales. Justo al borde de los acantilados de la zona de Colleville, se distingue una construcción, moderna pero discreta, de hormigón y cristal. Parece un búnker, pero es un centro de interpretación de la guerra.

Prácticamente, todos los pueblos de la costa normanda cuentan con uno, pero este tiene algo de especial. De entrada, varias banderas de Estados Unidos avisan a quien se acerca de dónde se está metiendo. Palabras mayores. El zaguán está precedido por un arco de seguridad custodiado por cuatro agentes. En el interior, las salas son amplias; los contenidos, pertinentes; la musealización, ordenada y exhaustiva. Lo gestiona la American Battle Monuments Commission, y algo se nota.

Desde el edificio, parten unos senderos perfectamente acondicionados con bancos de madera en sus márgenes. Atraviesan un bosque de pinos. Uno de los caminos se desvía hacia un mirador desde el cual se domina un sector de Omaha, pero el principal continúa recto hasta desembocar en un memorial de guerra. Lo preside una colosal estatua alegórica de la libertad; está flanqueada a ambos lados por sendos espacios decorados con frescos que muestran mapas del desembarco.

El panorama que se abre al frente es sobrecogedor. En primer término, aparece un estanque; le aportan algo de color varios grupos de nenúfares que descansan sobre su superficie. Al otro extremo del agua, se alza un mástil en el que ondean, de forma perenne, barras y estrellas. Justo detrás, al fondo según se mira desde el memorial, comienza un vasto prado que constituye el motivo por el que tanta gente viene a Colleville. Entre la hierba, además de algunos cipreses profusamente adornados por flores, se levantan 9.000 lápidas de otros tantos soldados estadounidenses. La mayoría son cruces; unas cuantas son estrellas de David. Todas, a la luz del sol, brillan con una blancura inmaculada.

El “cementerio americano”, como se refieren todos los mapas a este lugar, es un lugar relativamente silencioso, pese a su extensión y la cantidad de visitas que recibe. Los carteles informativos ruegan a los turistas que observen respeto hacia el sitio en que se encuentran. Casi todos cumplen sin mayor problema. A los que más se oye, de hecho, es a los propios guías del museo, que ofrece visitas a pequeños grupos.

En el centro del cementerio, existe una capilla de planta circular. En el fresco de la bóveda, la Libertad con la antorcha iluminada acude, a través del Atlántico, a socorrer a la Libertad tocada con el gorro frigio. Alrededor de la capilla, se distribuyen las tumbas simétricamente. Todas y cada una en su correspondiente lugar.

En Colleville, están enterrados soldados que murieron en Omaha, en Utah o en el cuerpo a cuerpo con los alemanes en la batalla de Normandía, que duró hasta septiembre del 44. La mayoría ellos habían sido, previamente, inhumados en otros emplazamientos en la región. Sus restos fueron trasladados antes de 1956, cuando se inauguró la necrópolis. Todos ellos se encuentran allí con la aquiescencia de sus familias, que optaron por no repatriar sus restos cuando les fue ofrecida esa opción.

No se trata de un cementerio elitista. Acoge los restos de todo el escalafón militar, desde la tropa al alto mando. Desde el soldado Stephen Pawlak, de Michigan, caído un mes después del desembarco, al sargento segundo Robert Stacy, procedente del mismo estado, pero que murió el mismo Día D; desde el soldado de primera clase David Tenenbaum, judío de Pensilvania, al general Theodore Roosevelt Jr., el hijo del primer presidente Roosevelt, fallecido a causa de un infarto el 12 de julio. La cruz de este último sí que se distingue, no obstante, de las demás. Las letras que están grabadas en ella son doradas. En su brazo inferior, se pueden leer tres palabras: “Medal of Honor”.

Cruz que marca el lugar donde fue sepultado el General Theodore Roosevelt Jr. que comandó en desembarco en «Playa Utha».

El honor, sentenció el general Omar Bradley, al mando de la invasión en Omaha, “lo tenía reconocido cada hombre que se hubiese embarcado hacia Normandía”. Desde luego, la máxima sería aplicable a los 9000 de Colleville-sur-Mer, pero en casi ninguna cruz o estrella de David figura esa inscripción. El mayor Sidney Bingham, del 116.° Regimiento, 29.° División, pronunció al respecto una frase aún más lapidaria que la de Bradley: “Muy pocos fueron condecorados como es debido porque no quedó nadie que relatase lo que hicieron”. Amén.

Robles.

Los soldados estadounidenses descansan a no más de 15 kilómetros de sus, entonces, enemigos. Cerca de la población de La Cambe, unos seis kilómetros hacia el interior de Omaha, se encuentra el cementerio alemán de Normandía. Los restos de 21.000 soldados, muchos de ellos no identificados, reposan en el recinto.

La necrópolis se ubica, literalmente, al pie de una carretera general. El centro de visitantes solamente tiene dos salas. No hay arco de seguridad en la entrada. Ni agentes. Por no haber, no hay ni personal. -Justo el día que lo visitamos, los empleados han estado de vacaciones –según rezaba en una hoja de papel escrita a mano y colocada en la puerta-. Si en Colleville hay un memorial en cuyos muros estaban inscritos los nombres de todos los caídos, en La Cambe esa función es asumida por un par de libros de registro. El pequeño museo, no cabe duda, está bien organizado a través de las historias de algunos soldados, pero es más modesto. El sitio, en general, no atrae tanta atención.

Hojas de Roble, distintivas de los uniformes alemanes en la Segunda Guerra Mundial.

La pequeña exposición no ahorra detalles y explica, en toda su crudeza, algunos de los episodios más inhumanos perpetrados por los nazis en su retirada de Normandía. Uno de ellos tuvo lugar en Oradour-sur-Glane. Allí, miembros de la segunda división Panzer de las Waffen-SS, con el Sturmbahnführer Adolf Diekmann al mando, fusilaron a todos los hombres del pueblo. A las mujeres y los niños, unos 450 en total, los metieron en la iglesia del pueblo. Después, prendieron fuego al edificio. Nadie sobrevivió. El propósito de enmienda del memorial es evidente. Dicho esto, el Volksbund, la institución encargada del mantenimiento de los cementerios militares alemanes, aclara: “La cuestión de la responsabilidad individual en las guerras se plantea con una agudeza particular. Sin embargo, rechazamos toda acusación simplista y sin matices: la mayoría de los alemanes combatieron pensando en cumplir con el deber nacional».

La entrada a la necrópolis es bastante sobria. El estrecho vano está flanqueado por dos pequeñas capillas. Nada de estatuas, nada de estanques. En el centro del terreno, se levanta un gran túmulo rematado en la cúspide con una cruz. A su alrededor, las sepulturas se organizan en casi cincuenta sectores distintos. A pesar de que en La Cambe hay enterradas más del doble de personas que en Colleville, la extensión de los dos cementerios es similar. Esto se debe a que los alemanes están inhumados de dos en dos. Cada lápida tiene inscritos los datos de dos soldados, si es que se han podido determinar. En muchas de ellas, las palabras que figuran son Zwei deutsche soldaten (‘dos soldados alemanes’).

Las únicas cruces que se ven en el paisaje, aparte de la gran cruz central, están erigidas en grupos de cinco, con fines netamente ornamentales. No indican tumbas concretas, que están marcadas por placas cuadradas que se apoyan directamente en el suelo. En Colleville, las lápidas brillan al sol. En La Cambe, algunas también están expuestas, pero otras muchas están a la sombra de los robles; el árbol cuyas hojas adornaba uniformes e insignias de Alemania durante la guerra.

La mayoría de los cuerpos enterrados en La Cambe corresponden a jóvenes que no habían cumplido los veinte. Muchos de ellos eran niños de 18 años recién salidos de las Juventudes Hitlerianas; seres humanos cuya única cultura consistió en absorber la doctrina de matar y morir por el Führer.

Lo mejor de toda una generación, la juventud, inmolada por la ambición de una sola persona.

Castaños.

Alemania no fue la única en enviar al frente a su juventud. Los Aliados también lo hicieron. En el cementerio de Colleville, no se ve a simple vista; no hay fechas, no figuran edades en ningún sitio. Solamente se intuye. La intuición se confirma en otra necrópolis. Se encuentra a las afueras de Bayeux, el primer gran núcleo urbano que fue liberado y el primer sitio que pisó Charles de Gaulle tras su vuelta a Francia. En esta localidad, de poco más de 12.000 habitantes, reposan más de 4000 soldados de la Commonwealth. A los británicos, que son mayoría, los escoltan compañeros de armas irlandeses, australianos, neozelandeses, sudafricanos…

El cementerio de Bayeux, el mayor asociado a la Commonwealth de toda Normandía, es un lugar, ante todo, abierto. El espacio dedicado a las sepulturas está separado de la calle por un murete de apenas unos palmos de altura. La entrada, custodiada por dos Union Jack, es diáfana. En el interior, hay una avenida central amplia. No se respira ni la rigidez de Colleville ni la austeridad de La Cambe. Como en el cementerio alemán, una gran cruz preside el camposanto. A su alrededor, lápidas y más lápidas, agrupadas según cuerpos y divisiones. Quienes combatieron juntos descansan juntos, a la sombra de castaños de tronco ancho y hojas con bordes de sierra.

Las lápidas son sobrias, pero no carecen de un cierto encanto, si es que tal cosa es posible cuando de lo que se trata es de una sepultura. Son rectangulares, con un abombamiento en el lado superior. Todas iguales, pero dos detalles hacen que cada una se diferencie de las demás. No se trata de los datos del soldado, entre los que se encuentra su edad -de nuevo, 18, 19, 20 años…-. Se trata, en primer lugar, de la insignia del regimiento en el que sirvió el fallecido, grabada a todo detalle en la parte superior. En segundo lugar, la parte inferior de cada lápida lleva inscrita una despedida de sus familiares.

No es tanto un epitafio como un panegírico: el sentimiento de pérdida de un hijo, un hermano o un marido condensado en diez o quince palabras. Estas dedicatorias adoptan formas diversas. Las hay que se refieren a Dios; otras, a la patria; pero, en la mayor parte de los casos, son una elegía a los hombres que allí yacen: “Too dearly loved to be forgotten”, reza la tumba del soldado G. W. Oakden, del 59.° Regimiento del cuerpo de Reconocimiento. (Demasiado amado como para ser olvidado). Firman mamá, papá, Harry y Eileen.

Una de las placas con su elegía familiar.

El acto del recuerdo en la necrópolis de Bayeux no se reduce exclusivamente al respeto debido profesado por los familiares. El visitante ocasional puede, asimismo, experimentar una reminiscencia bélica cuando entra o sale del recinto. En este tramo, la calle que pasa por delante, el bulevar Fabian Ware, está configurado por unos adoquines especiales. Cuando pasa un coche por encima, el ruido que se oye recuerda al producido por el motor de un bombardero. Si se cruza este bulevar, adornado con varios maletines de flores en su centro, se podrá ver, en una esquina, una lápida que conmemora la labor periodística de Robert Capa durante el desembarco.

La lápida que recuerda e indica el lugar de descanso final de Robert Capa, corresponsal de guerra que cubrió el desembarco.

El tributo a Capa, que describió Omaha como “la playa más fea del mundo», no es casual. En Bayeux, justo en frente del cementerio británico, se ubica el único monumento construido en Europa en recuerdo a los periodistas muertos por desempeñar su oficio. La iniciativa, puesta en marcha por el ayuntamiento local y Reporteros sin Fronteras, homenajea a los informadores fallecidos desde 1944 hasta la actualidad.

Paseo dedicado a todos los Corresponsales de Guerra que perdieron su vida, cubriendo los distintos conflictos mundiales en la ciudad de Bayeux.

El memorial consiste en un agradable paseo por un parque a cuyos lados van sacudiéndose placas de piedra. A cada año, una losa; bajo la fecha, los nombres de quienes dejaron sus vidas durante ese periodo. Los más recientes, los de 2018: Daphne Caruana, Jan Kuciak y muchos más. En la placa de 1968, más lejanos en el tiempo, pero con un recuerdo indeleble: se puede leer, Ignacio Ezcurra, Vietnam. Y todos los demás.

Publicado por prensaohf

Periodista y Corresponsal Naval.

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