
La actual situación diplomática entre los Estados Unidos, la Gran Bretaña y la OTAN sobre la posible invasión rusa a Ucrania, se agrava día a día. Algunas razones para entender los hechos.
Por: Oscar Filippi

A menudo se nos ordena recordar las lecciones de la historia. La verdad es que la historia rara vez se repite exactamente de la misma forma. Pero para los nacionalistas tanto de Moscú como de Washington, que tal vez no se den cuenta de los peligros que están en juego, una buena lectura de fin de semana sería el libro de Christopher Clark, sobre los fracasos de la gestión de crisis y la diplomacia en 1914, titulado de forma evocadora “Los sonámbulos”.
La lección principal de los acontecimientos que llevaron a la Primera Guerra Mundial es que un incidente relativamente menor (el asesinato de un archiduque austríaco en Sarajevo a finales de junio de 1914) puede convertirse en una guerra entre grandes potencias en cuestión de semanas. El relato gráfico de Clark es uno de escalada implacable, diplomacia inadecuada y nacionalismo crudo, junto con la incredulidad tanto de la población como de los líderes de que el conflicto real era incluso posible, hasta que los «Cañones de Agosto» demostraron sombríamente lo contrario.

Para Estados Unidos, el desafío de Rusia es real y exige una estrategia coherente a largo plazo en todos los ámbitos políticos y en coordinación con los aliados de la OTAN. También requiere un nuevo marco para la relación entre Estados Unidos y Rusia, uno basado en los principios de la competencia estratégica «administrada»: competencia política, económica, tecnológica e ideológica con líneas rojas mutuamente entendidas, líneas abiertas de comunicación de alto nivel para evitar una escalada accidental, y áreas definidas de cooperación global donde es mutuamente ventajoso (como en pandemias y cambio climático). Pero la tarea más importante ahora es navegar con seguridad los próximos días y un período de política interna disputada en Rusia. Los líderes de ambos lados deben recordar que el patriotismo nacionalista tiende a volverse más silencioso después de que comienza el tiroteo.

La historia llama a Tucídides:
Que Joe Biden, no es Franklin Delano Roosevelt, no es ninguna novedad, lo cierto es que tampoco Joe Biden cuenta con estadistas a la altura de un Sir Winston Leonard Spencer Churchill, en la Unión Europea, o en la propia OTAN. Lo cierto es que, los errores de Washington y el pentágono, sobre las posibles fechas de invasión rusa a Ucrania, lo han dejado en una posición debilitada frente a un estratega ruso como lo es Vladimir Putin.
Por ello, «la cuestión definitoria del orden mundial para esta generación es si Rusia y Estados Unidos pueden evitar caer en la trampa de Tucídides», señala Graham Allison, director del Centro Belfer de Ciencias y Asuntos Internacionales en la Kennedy School de Harvard y autor de varios libros.
En el pasado, subraya, «cuando las partes evitaron la guerra, se requirió de ajustes enormes y dolorosos en las actitudes y acciones no sólo del retador sino también del retado».
Tucídides se enfocó en la inexorable tensión causada por el rápido cambio en el balance del poder entre dos potencias rivales.
Y en ese sentido, nunca antes hubo un cambio tan veloz y trascendental como el ascenso de Rusia y China para el llamado “Mundo Continental”.
A lo largo de la historia, los roles de Atenas y Esparta han sido interpretados por poderes emergentes, como en el caso de la Casa de Habsburgo, que desafió la preeminencia francesa en Europa en la primera mitad del siglo XVI y que luego, en los siglos XVI y XVII, pasó a ser el poder dominante retado por el Imperio Otomano.
En esas ocasiones, la rivalidad entre el poderoso y el recién llegado culminó en conflictos bélicos.
La dinámica que produce ese duelo por el poder puede explicar, dicen esos expertos, situaciones aparentemente absurdas como que el asesinato de un archiduque fuera la chispa de la catastrófica Primera Guerra Mundial.
En esa ocasión, Reino Unido, apoyado por Francia y Rusia, era Atenas y Alemania era Esparta.
Como Atenas y Esparta hace casi 2.500 años, después de una Segunda Guerra Mundial, todos quedaron debilitados.
A pesar de que en esas situaciones de alta tensión una conflagración es altamente probable, no es inevitable.
Quizás hasta aquí no lo parece, pero tener presente la “trampa de Tucídides” no es fatalista: lo bueno de la historia es que sirve para aprender.
Gracias a un proyecto de historia aplicada realizado en la Universidad de Harvard, las lecciones de 16 casos de los últimos 500 años en los que el ascenso de una nación perturbó la posición del país dominante, están más a la mano.
El final de 12 de esos casos fue la guerra, avalando el pronóstico de la “trampa de Tucídides”.
Pero las otras cuatro excepciones demuestran que el destino no está trazado.

La falsa percepción de un Occidente que solo parece ser angloparlante:
El neoliberalismo es una “teoría política y económica que tiende a reducir al mínimo la intervención del Estado”. También ha sido definido como “una forma de liberalismo que apoya la libertad económica y el libre mercado”, cuyos “pilares básicos incluyen la privatización y la desregulación”. En su sentido más usual, se refiere a una serie de teorías y propuestas económicas que comenzaron a tomar auge en la década de 1970, cuestionando al keynesianismo dominante hasta entonces, para volverse en los años siguientes predominantes en el mundo occidental.
El economista Ha-Joon Chang señala como características principales del neoliberalismo el libre comercio, un Estado mínimo pero con un Banco central regulador de la moneda autónomo, las privatizaciones, la reducción del gasto público, la desregulación financiera, la reducción de impuestos a las personas más ricas con el fin de impulsar una “economía de la oferta”, bajo la teoría de la filtración descendente, también conocida como “teoría del derrame”, así como los “planes de ajuste estructural” y el apoyo al proceso de globalización.

La «City» de Londres: economía del siglo XXI y gobierno medieval:
Como Roma tiene el Vaticano, Londres tiene la “City”, aunque no es un Estado, el Wall Street del Reino Unido es como mínimo una curiosa excentricidad administrativa sobre la que poco manda el Parlamento; que cuenta con su propia policía y en la que de facto gobiernan los bancos gracias a un sistema político con tintes medievales y aires de paraíso fiscal.
En los últimos días, el corazón financiero ha estado en el centro de las noticias luego de que el primer ministro británico, vetara un acuerdo fiscal con el resto de Europa para protegerla. El presidente francés, al reeaccionar al veto, repitió una de las críticas que se le hacen a la City: que es un gran paraíso fiscal en las costas de Europa
Y es que la de Londres es, como apunta el historiador Maurice Glasman, la «historia de dos ciudades»: el vibrante y vanguardista centro intelectual y cultural, y la cuasimedieval “City” de rascacielos de cristal y palacios georgianos. Cada una, con su propio alcalde.
La City son casi dos kilómetros cuadrados en el centro de Londres en los que viven 9.000 personas y en los que cada día entran a trabajar 350.000, el 80% en el sector financiero.
Puede que Nueva York sea un centro financiero mayor, pero gran parte del volumen que mueve es estadounidense. Si hablamos de transacciones internacionales, la City es el más grande del mundo.
Y es ahí, donde hace algunos meses, acampan los «indignados» de Londres. Es en su territorio donde cientos de personas protestan contra el capitalismo: precisamente en la milla cuadrada en que tiene su máxima expresión.
Frente a la Catedral de St. Paul, los manifestantes denuncian la supuesta avaricia de los financieros. Casi por accidente, su protesta también ha servido como recordatorio del poder político que de hecho tienen las grandes empresas. No en vano, y sin metáforas, gobiernan la City.
Eso, gracias a un sistema electoral que lejos del «una persona, un voto» reconoce el derecho de sufragio a las empresas bajo el principio de «a más empleados, más votos»: hasta nueve trabajadores, uno; con 10 empleados en nómina, dos; y así hasta las de más de 3.500, que tienen 79 votos.
Es más, los 9.000 ciudadanos allí registrados sólo votan en cuatro de los 25 distritos electorales en los que está dividida.
Ese sistema es algo perfectamente natural para el profesor de la Universidad de Durham (Reino Unido) Ranald Michie, autor de varias obras sobre la City, ya que se trata de un lugar «cuyo electorado es diferente de las ciudades normales».
«Es un centro de negocios más que un sitio donde vive la gente», le dijo Michie a BBC Mundo.
En su momento un diseño institucional adelantado a su tiempo, la City jugó un importante papel histórico como contrapoder a la monarquía. Sus particularidades son «inmemoriales», aunque hay quien asegura que datan de Guillermo el Conquistador, normando que se hizo con el trono de Inglaterra en 1066.
Desde entonces, la City ha disfrutado de una serie de privilegios que se acrecentaron cuando la zona no se vio afectada por el Acta de Corporaciones Municipales de 1835 ni por las que después vinieron, tampoco la que puso fin al voto corporativo en 1969.
Es decir, sus instituciones políticas y forma de gobierno continúan marcadas por lo que fueron históricamente. Y sus rituales y boato no le van a la zaga. No en vano, presume de que su asamblea es la «abuela de los parlamentos actuales».
Como apunta el historiador Maurice Glasman, algo que yace en tiempos inmemoriales: «entonces están fuera del alcance de la ley». «La City actúa como un Estado dentro del Estado», afirma.
Un ejemplo es el «Espectáculo del Lord Major», un desfile anual en el que celebran el nombramiento de un nuevo alcalde, que pasea en el desfile en una carroza de oro de más de dos siglos y medio de antigüedad.
El Lord Mayor jura lealtad a la Corona y la Corte Suprema. Todo lleno de simbolismos. Uno de los momentos más esperados es cuando la reina tiene que pedir permiso al alcalde para entrar en la milla cuadrada. Para unos, mero ritual, para otros una demostración de poder.

Rico y apolítico:
Para ser Lord Mayor conviene ser rico. Se trata de un cargo «apolítico» por el que no se cobra y que se dedica, entre otras cosas, a viajar por el mundo representando los intereses de la City.
Según informa la propia Corporación, en su año de mandato pasa unos 90 días en diferentes países del mundo, y se espera que ponga de sus propios recursos para sufragar los gastos.
La Corporación también señala que el Lord Mayor goza en el exterior de tratamiento de ministro y su labor consiste en «abrir puertas a los más altos niveles» para las empresas de la City y «expandir los valores de la liberalización».
Esto, según el periodista e investigador Nicholas Shaxon, lo convierte en una municipalidad única que además de gobernar se dedica a «promover los servicios financieros de la City y la libertad financiera y la liberalización, y eso son batallas que libra alrededor del mundo».
«La Corporación es uno de los más podersos jugadores, si no el que más, a favor de la desregulación financiera», escribió Shaxon en “Treasure Islands” (Las islas del Tesoro).
Según Michie, aunque efectivamente el Lord Mayor sea un cabildero, eso es «algo en lo que no es diferente de cualquier otro diputado o alcalde, que hacen presión por un determinado lugar o grupo».
«El Lord Mayor hace presión a favor de todo el sector financiero no sólo por la City», le dijo Michie a BBC Mundo.
Según escribió Ewen Green, en su revisión de la historia de la City entre 1880 y 1960, el trabajo del Lord Mayor era fundamentalmente conseguir que «las prioridades del sector bancario se trasladaran a prioridades del gobierno».
«El efecto era que el gobierno siempre ha tendido a identificar los intereses de la City con el interés nacional», señaló Philip Williamson, profesor de la Universidad de Durham.
Según asegura George Monbiot, columnista del diario británico The Guardian, el Lord Mayor en realidad se dedica a defender lo que los banqueros llaman «desregulación» de los mercados financieros, «el proceso que causó la crisis».
«Dispone de una enorme cantidad de dinero que puede gastar como quiera, sin supervisión democrática. Además de expandir su enorme cartera de propiedades, usa ese dinero para constituirse en grupo de presión de los intereses de la banca», opina Monbiot.
El articulista apunta que uno de los problemas de que el Reino Unido se animara a aprobar una Constitución escrita estaría en las cosas que habría que dejar por escrito respecto a la City.
«La City de Londres permanecerá fuera de la autoridad del Parlamento. La banca podrá votar como si fueran ciudadanos y sus votos pesarán más que lo de las personas. Los representantes serán elegidos de entre aquellos considerados aceptables por gremios medievales…», tendría que decir una hipotética Carta Magna.

La City ¿El Gran Paraíso fiscal?:
Los principales historiadores británicos coinciden en que se trata de un territorio cuya definición «desafía una generalización sencilla».
Eva Joly, magistrada francesa de origen noruego que ahora forma parte del Partido Verde y que se hizo famosa por sus investigaciones sobre paraísos fiscales, ha sido una de las más prominentes críticas del distrito financiero londinense.
«La City de Londres, ese Estado dentro de un Estado, nunca ha ofrecido ni la más pequeña pieza de prueba útil a un magistrado extranjero», escribió Joly en su libro “Notre affaire à tous”, algo así como «Un asunto de todos».
Según Tom Nairn, uno de los más prominentes teóricos del nacionalismo británico, la apuesta por convertir la City en un centro financiero llegó con la caída definitiva del Imperio británico.
«Cada vez menos competitivo en el marco de la nueva economía mundial, la élite gobernante buscó compensar su pérdida del control del mercado mundial del dinero construyendo un centro financiero en el corazón de Londres», escribió Nairn en “The Break-up Britain” (La ruptura de Gran Bretaña).
«Una parte de la capital de Inglaterra fue en efecto convertida en un paraíso fiscal del capitalismo internacional, con una considerable independencia del menguante capitalismo nacional».
«Las instituciones de la City monopolizaron los enormes talentos y energías de la clase empresarial. Además, ejercieron una hegemonía virtual sobre el Estado en virtud de la solidaridad de la élite social tan fuertemente enraizada en la sociedad civil inglesa».
No coincide en que se pueda calificar sin matices de paraíso fiscal, dice Ronen Palan, profesor de Economía Política Internacional de la Universidad de Birmingham y experto en paraísos fiscales.
«Londres no es un paraíso fiscal, es un centro en el que muchos esquemas impositivos operan. Hablar de la City como una entidad aislada es un error, Londres trabaja muy cerca de sitios como las islas Caimán, el cuarto centro financiero del mundo, y otros», le dijo Palan a BBC Mundo.
«Lo que pasa es que muchas empresas trabajan en Londres pero están registradas en otra parte. En sentido estricto, no es un paraíso fiscal, es un centro financiero muy desrregulado».
Coautor de «Paraísos fiscales, cómo funciona de verdad la globalización», Palan señala que el éxito de la City es precisamente esa condición de ser un centro desrregulado.
Pero es el periodista Shaxon el que se ha convertido en uno de los azotes de la City gracias a su libro, casi lectura de cabecera de quienes protestan frente a St. Paul.
Al también investigador de la Chatham House no le cabe duda de que estamos hablando de un paraíso fiscal en el corazón de Londres.
«La City es un paraíso fiscal (…). Sigo perplejo con el hecho de que esto siga pasando por debajo del radar», dijo Shaxon en su entrevista para el documental 97% Owned, del director Michael Oswald.
Shaxon coincide en su libro en que el Reino Unido cuenta con una red de paraísos fiscales formada por los territorios vinculados a su pasado imperial. Todos con autonomía política pero todavía vinculadas a la metrópolis sobre todo en lo económico y que sirven para atraer capitales que acaban alimentando a la City.
«Son como una tela de araña. Sólo la Isla de Jersey fue la principal fuente de depósitos bancarios de la City durante la crisis. Son billones de dólares».

La sociedad de los ricos y poderosos:
Hace algunos años, la propia BBC publicó un artículo en el que describía que, solo en las manos de ocho personas en el mundo, se concentra el 50% del PBI mundial. ¿Ahora comenzamos a entender?
Desde la Segunda Guerra Mundial, la humanidad no ha visto cambios tan significativos como en el presente. La “Globalización” a la que apuestan los neoliberales norteamericanos y que engorda las utilidades de la City, están en crisis. Una crisis por ellos mismos instrumentada.


Geopolítica del “Mundo Continental y Marítimo”:
Ya en 1904, Sir Harlford John Mkinder, había anunciado que EURASIA, era un solo Continente (La Isla del Mundo): La supremacía de las comunicaciones terrestres sobre las marítimas: “…quién domine el corazón de la Tierra, dominará la Isla del Mundo y quién domine la Isla del Mundo, dominará el Mundo.”
A esa teoría geopolítica se opuso la del contralmirante Alfred Thayer Mahan de los Estados Unidos, con la Influencia del Poder Naval: “Quién gobierne las olas, gobernará el Mundo.”
Obviamente, los Estados Unidos y la Gran Bretaña, suscribieron a la teoría del Almirante Mahan. Pero aún faltaba la teoría de “Las Tierras Orillas” que completó Nicholas John Spikman, que fue un discípulo crítico de Alfred Thayer Mahan y un continuador de la geopolítica de Halford John Mackinder. Este especialista, al igual que Mackinder, consideraba que nuestro planeta tiene un «corazón», un heartland, una zona considerada como el centro geográfico de moda, el que está rodeado de un «anillo de tierras» («tierras del borde» o “rimland”), que es necesario controlar.
Los dos bloques:
Estas teorías geopolíticas, nacidas a principio del Siglo XX, tienen vigencia actual y son las que están a punto de enfrentarse.
El bloque occidental o marítimo: formado por Estados Unidos, la Gran Brtaña y los países de Europa occidental (OTAN). Contaba además con el apoyo de América latina, Australia, Nueva Zelanda y varios países de África y Asia. Su sistema militar se centraba en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte, fundada en 1949).
El bloque continentalista: formado por la Unión Soviética (hoy Rusia), China, Mongolia, Europa oriental y varios países de África y Asia, así como Cuba, tras la revolución. Su organización militar sería el Pacto de Varsovia, fundado en 1955.

Los 31 años del fin de la Unión Soviética:
El 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov se transformó en el último gobernante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ese día anunciaba en un discurso televisado al país y al mundo que oficialmente esta superpotencia comunista dejaba de existir.
De esta forma, la Unión Soviética desaparecía tras casi 70 años y -al mismo tiempo- se ponía término a más de cuatro décadas de Guerra Fría: la confrontación bipolar entre Washington y Moscú, surgida tras el término de la Segunda Guerra Mundial.
Las causas de su desaparición son varias, pero dentro de las más relevantes están el progresivo desgaste de un régimen dictatorial y la insostenible carrera armamentista con Estados Unidos. Sobre todo, luego que el presidente Ronald Reagan anunciara en 1984 su Iniciativa de Defensa Estratégica (popularizada por los medios de la época como «Star Wars»), que contemplaba la construcción del primer escudo antimisiles de la historia y militarizar el espacio con satélites de combate.
Pero también influyeron las reformas políticas y económicas impulsadas por Gorbachov tras su llegada al Kremlin, en 1985. Fundamentalmente, la «perestroika» (reestructuración) y la «glasnost» (transparencia), que fueron cambiando no solo a la Unión Soviética, sino también a sus históricos aliados de Europa del Este.
Prueba de ello fueron las revueltas de 1989, que acabaron con la caída de los regímenes comunistas de países como Polonia, Hungría, Rumania o la República Democrática Alemana, ante las cuales Moscú decidió no intervenir, sosteniendo que cada país debía buscar su propio camino. Del mismo modo, la transición desde una economía planificada a una en la que existía la competencia generó altos niveles de desempleo e inflación, que agobiaron a los ciudadanos de toda la Unión Soviética.

Cuando la historia parece repetirse:
Obviamente, nunca la parte europea de la ex Unión Soviética, ni la de Rusia hoy, fueron tratadas y consideradas por la actual Unión Europea (UE), cómo tales. Los resquemores de la Guerra Fría, impidieron ver a Rusia como verdaderamente europea.
La habilidad política del actual Presidente de Rusia, Vladimir Putin, hicieron que, junto a los inmensos recursos naturales de Rusia, fundamentalmente, sus reservas de gas y petróleo, hicieran que, los países occidentales de Europa, dependieran cada vez más de la provisión energética rusa. En especial, Alemania y Francia.
Esa provisión de gas y petróleo, se lograba a través de un poliducto que atravesaba Ucrania. Pero desde la llegada al poder de Volodimir Zelenski, hizo que, los intereses transnacionales pudieran interferir con esa producción de gas a Europa.

Expansión de la OTAN hacia el Este:
En febrero de 1991, Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia (en aquel entonces Checoslovaquia) formaron el “grupo de Visegrado” para impulsar la integración europea en virtud de la Unión Europea y la OTAN, así como para llevar a cabo las reformas militares en línea con los estándares de la OTAN.
La reacción interna de la OTAN para estos países del antiguo Pacto de Varsovia fue inicialmente negativa, pero por la cumbre de Roma en noviembre de 1991, los miembros acordaron una serie de objetivos que podrían conducir a la adhesión, como el mercado y la liberalización democrática, y que la OTAN debiera ser un socio en estos esfuerzos. En los años siguientes, los foros más amplios para la cooperación regional entre la OTAN y sus vecinos orientales se establecieron, incluido el Consejo de Cooperación del Atlántico Norte (más tarde el Consejo de Asociación Euroatlántico) y la Asociación para la Paz.
La política interna de los países de Europa del Este, continuaron presionando para obtener más ampliación, y los partidos políticos reacios a moverse en la pertenencia a la OTAN, como el Partido Socialista Búlgaro y Eslovaco HZDS, fueron votados fuera de la oficina. El interés de Hungría en unirse fue confirmada por un referéndum en noviembre de 1997, con un 85,3% a favor de la adhesión. Es en la cumbre de Washington en 1999, donde Hungría, Polonia y la República Checa se unieron oficialmente, la OTAN también emitió nuevas directrices para la adhesión con «Planes de Acción de Asociación individual» para Albania, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Macedonia, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. En mayo del 2000, estos países se unieron con Croacia para formar el “Grupo de Vilna” con el fin de cooperar y ejercer presión para la pertenencia común de la OTAN, y en la cumbre de siete en Praga 2002 fueron invitados a la adhesión, que tuvo lugar en la cumbre de Estambul del 2004.
Rusia estaba particularmente molesta con la adhesión de los tres países Bálticos, los primeros países que formaban parte de la Unión Soviética para unirse a la OTAN. Croacia también inició un plan de acción para la adhesión en la cumbre del 2002, dando lugar a un debate nacional sobre si era necesario un referéndum sobre la adhesión a la OTAN que tendrá lugar allí. El primer ministro croata, Ivo Sanader, en última instancia, acordó en enero del 2008, como parte de la formación de un gobierno de coalición con los partidos de HSE y HSLS, no proponer oficialmente uno. Albania y Croacia fueron invitados a unirse a la OTAN en la cumbre de Bucarest en abril del 2008, aunque Eslovenia amenazó con sostener la adhesión de Croacia sobre su disputa fronteriza en la bahía de Piran. Eslovenia ratificó el protocolo de adhesión de Croacia en febrero del 2009, y Croacia y Albania se unieron oficialmente a la OTAN justo antes de la cumbre de Estrasburgo-Kehl de 2009, con poca oposición de Rusia.

El Tratado del Atlántico Norte es la base de la organización y como tal, cualquier cambio incluyendo una nueva composición requiere la ratificación de todos los firmantes actuales del tratado. El tratado el artículo 10 describe cómo los estados no miembros pueden unirse a la OTAN, y describe la política de «puertas abiertas» de la OTAN:
Las Partes podrán, de común acuerdo, invitar a cualquier otro Estado europeo en condiciones de promover los principios del presente Tratado y de contribuir a la seguridad de la zona del Atlántico Norte al adherirse al presente Tratado. Cualquier Estado invitado podrá llegar a ser parte en el Tratado depositando su instrumento de adhesión ante el Gobierno de los Estados Unidos de América. El Gobierno de los Estados Unidos de América informará a cada una de las Partes del depósito de cada uno de esos instrumentos de adhesión.
El diálogo intensificado fue introducido por primera vez en abril del 2005 en una reunión informal de los ministros de Asuntos Exteriores en Vilna, Lituania, como respuesta a las aspiraciones de membresía de Ucrania a la OTAN y reformas afines bajo el presidente Viktor Yushchenko y que siguieron con la firma del Plan de acción OTAN-Ucrania del 2002 con su predecesor, Leonid Kuchma. Esta fórmula que incluye la discusión de una «amplia gama de cuestiones políticas, militares, financieras y de seguridad relacionados con el posible ingreso a la OTAN» tiene sus raíces en la cumbre de Madrid de 1997, donde los participantes habían acordado «continuar los diálogos intensificados de la Alianza con las naciones que aspiran a la adhesión a la OTAN o que de otro modo impulsar el ejercicio de un diálogo con la OTAN sobre cuestiones de afiliación».

La OTAN rechaza la exigencia de Putin de detener su expansión al Este:
La brecha entre la OTAN y Rusia se agranda. Después de la primera reunión que han mantenido sendos actores en más de dos años, la temperatura sigue siendo altísima. Ambas partes están seriamente enfrentadas y alertan sobre una peligrosa escalada de la tensión militar en torno a Ucrania. “Hay un riesgo real de un conflicto armado en Europa si Rusia usa la fuerza”, ha subrayado el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, al acabar el encuentro, tras rechazar la exigencia de Moscú de detener la expansión de la Alianza y la retirada del armamento a las fronteras de 1997. Fuentes occidentales advierten que, si los contactos diplomáticos fracasan y el presidente ruso, Vladímir Putin, ataca Ucrania, se estará “ante el primer acto de una nueva Guerra Fría”.
“Estamos en un momento definitorio para la seguridad europea”, ha aclarado contundente Stoltenberg nada más empezar su comparecencia. Y es “definitorio”, en su opinión y en la de los 30 países aliados que componen la OTAN, porque lo que Rusia exige para detener la escalada de tensión en su frontera con Ucrania supone una vuelta a las reglas que regían la política exterior durante la Guerra Fría. “Decir ‘tú no puedes entrar en la OTAN porque estás muy cerca de Rusia’ crearía un área de influencia. Los que venimos de países pequeños (Stoltenberg es noruego) cercanos a Rusia sabemos que eso es peligroso”, ha argumentado para explicar que la Alianza Atlántica mantendrá su política de puertas abiertas a aquellos estados que quieran adherirse.
La crisis ha puesto en tela de juicio la unidad de Occidente. También ha vuelto a poner en el punto de mira a la OTAN en particular, dos años después de que el presidente Macron llamara a la alianza militar transatlántica «muerte cerebral».


¿Qué quiere Rusia?:
Las tensiones entre Rusia y “Occidente angloparlante” han ido aumentando desde que Vladimir Putin inició su guerra por delegación en el este de Ucrania y se anexionó Crimea. En respuesta, la OTAN envió refuerzos a países considerados vulnerables a la agresión rusa.
En diciembre, Moscú expuso sus exigencias de seguridad en dos documentos: una propuesta de tratado con Estados Unidos y un acuerdo con la OTAN.
Esencialmente, Rusia quiere ahora garantías de que la OTAN detendrá su expansión hacia el este, descartará el ingreso de Ucrania y otros países ex soviéticos y reducirá sus despliegues militares en Europa Central y Oriental.
«Putin ha exigido ahora un reset” y quiere que se retiren todas las fuerzas de la OTAN. En efecto, quiere que se reconozca que estas naciones están dentro de la esfera de influencia de Moscú», escribió Geoffrey Van Orden, del Gold Institute for International Strategy, en un reciente artículo de opinión para Euronews.
«¿Qué pretende realmente Putin? Está poniendo a prueba la determinación de Occidente. Quiere que se reconozcan sus logros en la región del Donbás y Crimea, el control total de la costa del Mar de Azov, el dominio del Mar Negro y, en última instancia, el retorno de Ucrania y otros países del antiguo bloque soviético al dominio de Moscú», añadió Van Orden, también exmilitar británico y exportavoz de Defensa de los conservadores en el Parlamento Europeo.
«Está llevando a cabo la misma estrategia que lleva a cabo desde 2014, a través de diferentes medios», dijo el analista Fabrice Pothier de Rasmussen Global a Euronews en noviembre, añadiendo que era posible una incursión militar rusa en Ucrania.
«Sin embargo, creo que ya está consiguiendo lo que quiere, que es mantener a Ucrania débil, y preocupada, y poner siempre este signo de interrogación sobre el apoyo occidental a Ucrania».
Algunos expertos expresan las intenciones de Rusia en términos más crudos. Para la historiadora Françoise Thom, especialista en Rusia, las exigencias de Moscú equivalen a «un chantaje orquestado».
«Al leer la prensa occidental, uno tiene la impresión de que no pasa nada. Los occidentales no parecen entender lo que está en juego. Creen que sólo se está decidiendo el destino de Ucrania», escribió para el sitio web Desk Russie.
«En una palabra, Rusia exige que la OTAN se suicide y que Estados Unidos quede reducido al papel de una potencia regional».
En la primera semana de enero, el mes que algunos anunciaron como propicio para una acción militar rusa, el ex Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, expuso el alcance de las últimas exigencias de Vladimir Putin.
La OTAN, escribió para Politico, tendría que «buscar el consentimiento de Moscú para desplegar tropas en Europa Central y Oriental, abstenerse de -cualquier actividad militar- en Europa Oriental, el sur del Cáucaso y Asia Central, y detener cualquier simulacro de la OTAN cerca de Rusia».
Moscú también exigía una garantía por escrito de que no se ofrecería a Ucrania el ingreso en la OTAN, y un proyecto de tratado con Estados Unidos que le prohibiera enviar fuerzas a zonas como el Báltico y el Mar Negro, dijo.
«Bajo ninguna circunstancia los Estados Unidos o la OTAN deben asumir compromisos sobre futuras ampliaciones, reales o de facto», añadió. Los líderes de la OTAN prometieron la futura adhesión de Ucrania y Georgia en 2008.
Rasmussen pasó a enumerar una serie de acuerdos internacionales sobre la relación entre la OTAN y Rusia, que Moscú pretendía abandonar. Entre ellos figuraba la Carta de la OSCE sobre Seguridad Europea de 1999, que Rusia suscribió. Este acuerdo concede a los Estados participantes la libertad de «elegir o cambiar sus acuerdos de seguridad, incluidos los tratados de alianza», añadió el ex jefe de la OTAN.
«La OTAN es una alianza de paz. No quiere más que una cooperación pacífica con Rusia», prosiguió. «Pero esa cooperación se ha visto dificultada por el comportamiento de Putin».
Judy Dempsey, redactora jefe del blog Strategic Europe, escribe para Carnegie Europe que las acciones de Rusia están diseñadas principalmente para poner a prueba a Estados Unidos, la OTAN y Europa.
«Se trata de invertir la era posterior a la Guerra Fría reafirmando la influencia militar y política de Rusia anterior a 1989 en Ucrania, Georgia y otros países de la región. Reflejan un peligroso choque de realidades geopolíticas e históricas».


China y Rusia se oponen a la expansión de la OTAN en medio de tensiones con Ucrania:
El presidente de China, Xi Jinping, y su homólogo de Rusia, Vladimir Putin, afirmaron que se oponían a la expansión de la OTAN hacia el oriente en el contexto de las recientes tensiones con Ucrania.
“Las (dos) partes se oponen a una mayor ampliación de la OTAN y piden a la Alianza del Atlántico Norte que abandone sus enfoques ideologizados de guerra fría”, cita una declaración conjunta emitida por el Kremlin tras una reunión de los líderes que se celebró este viernes 4 de febrero, horas antes de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín en la capital.
El comunicado pide a la OTAN “respetar la soberanía, la seguridad y los intereses de otros países” y que “muestre una actitud justa y objetiva hacia el desarrollo pacífico de otros Estados”.
“Rusia y China se oponen a los intentos de fuerzas externas de socavar la seguridad y la estabilidad en sus regiones adyacentes comunes, tratan de contrarrestar la interferencia de fuerzas externas en los asuntos internos de los países soberanos con cualquier pretexto, se oponen a las revoluciones de colores y aumentarán la cooperación en las áreas antes mencionadas”, indica.
Los líderes señalaron que tenían una “grave preocupación” por los “graves desafíos de seguridad internacional” y que “ningún Estado puede o debe garantizar su propia seguridad” a expensas de los demás.
Con respecto a la creciente presencia de Washington en Asia Pacífico, la declaración dice que Pekín y Moscú «se oponen a la formación de estructuras de bloques cerrados y de bandos opuestos» en la región.
«Permanecemos muy atentos al impacto negativo de la estrategia del Indo-Pacífico de Estados Unidos sobre la paz y la estabilidad en la región», agrega.
Rusia reafirmó, además, su apoyo al «principio de una Única China» y dijo que «Taiwán es una parte inalienable de China y se opone a cualquier forma de independencia» de la isla.

Ucrania a nadie le importa:
El mal llamado mundo Occidental (solo angloparlante), cuando “Occidente” era cristiano y el crisol de la cultura, el arte, la música y marcó rumbos al mundo, quedó reducido a una élite financiera y económica de capitales ocultos en paraísos fiscales y ve amenazada su continuidad depingües beneficios, por lo tanto, si Rusia invade Ucrania o no, le importa nada. Solo le importa el beneficio de las ventas de armas y que Rusia no se expanda, como ya lo hizo, en sus acuerdos con China, comerciales, tecnológicos y de defensa, que le permitan acceder a puertos de aguas templadas, dado que, las Flotas de China y Rusia juntas, harían temblar el poder del conocido “Mundo Marítimo”, en favor del conocido “Mundo Continental”, que ya agregó gracias a Beijing, la “Ruta de la Seda” y el “Collar de Perlas”, para defensa de sus propios intereses.

Además, la provisión de Gas, por parte de Rusia a Europa, a través del poliducto ucraniano o del Nord Stream 2, también conocido como el Gasoducto Ruso-Alemán, Gasoducto del Mar Báltico, un gasoducto de gas natural construido en alta mar desde Víborg en Rusia hasta Greifswald en Alemania. Terminaría con las pingües ganancias de los “grupos de poder” norteamericanos que intentan proveer ese producto a Europa y que envían sus ganancias a “paraísos fiscales” ya mencionados, sin “derrames” económicos, de ningún tipo, para la sociedad toda
Lo cierto es que, el gran temor de ese “occidente angloparlante” es que, Rusia pueda acceder a alianzas comerciales, estratégicas, militares y económicas con las dos potencias económicas continentales europeas, Alemania y Francia. La “City” de Londres, quedaría a solo 40 Kms. cruzando el Canal de la Mancha. Italia, también una potencia económica en Europa, se beneficiaría de ese precio, obviamente más barato que el gas norteamericano y el “Mundo Marítimo”, perdería el control de las “Tierras Orillas” de Speakman.
Este es el verdadero conflicto, las potencias emergentes del “Mundo Continental”, contra las potencias del “Mundo Marítimo” (solo angloparlante) que, desde la Segunda Guerra Mundial, viven, reinan y gobiernan a su antojo, sobre el globo terráqueo.
El mundo ha cambiado, la pretendida “globalización” fracasó. Hoy vivimos en un mundo multipolar, en que cada país ansía la paz y les dice no, a esos pequeños grupos de poder que, lejos de derramar sus utilidades, las atesoran para sí mismos y sus propios fines.
Excelente análisis y desarrollo de tan delicado tema, que ayuda a comprender los pormenores de este entredicho que pone en riesgo la estabilidad mundial.
Me gustaLe gusta a 2 personas
«Quizás hasta aquí no lo parece, pero tener presente la “trampa de Tucídides” no es fatalista: lo bueno de la historia es que sirve para aprender.»… Esta frase que leí en el artículo, también me hace pensar en que el humano es un ser acostumbrado a tropezar dos veces (o más…) con la misma piedra.
Me gustaLe gusta a 2 personas