Por: (*) CN Aviador Naval (R) Gastón BIANCHI

Abrazo grande a cada camarada de la Base Aeronaval Nro. 2 C/C Carlos A. Curbelo en otro aniversario más de existencia. Fue mi primer destino como oficial recién recibido, cuando escogí en mi último año de Escuela Naval seguir voluntariamente con la vocación de piloto naval, luego de una estadía de un par de meses antes allí mismo, como aspirante del último año junto a mis hermanitos de tanda Luis y el Lobo, llegando con nuestros despachos a sumar nuestro modesto esfuerzo en aquella enorme maquinaria allí montada, que el año anterior había cumplido ya medio siglo.
Mis jefes de aquel entonces eran el legendario Willman Bentancur que alguno le había bautizado como ¨el Buda¨ por la forma de ocupar su butaca en el despacho al extremo de un largo pasillo; el chiquito Milton Guerín (segundo de a bordo) quien gozaba en ese entonces de muchos otros apodos (algunos de ellos imposibles de señalarlos aquí) y mi jefe directo del Aeródromo, el Chiche Iglesias con quien al año siguiente tuve grato placer de que fuera nuestro Subdirector en la Escuela de Aviación.
Ante mi flamante arribo allí, encontré un nuevo universo de responsabilidades que los cinco años de escuela no me habían preparado, salvo en el manejo del personal, pero gracias al gran espíritu de su personal y el cuidado meticuloso de sus viejos suboficiales, hicieron que toda tarea fuera muchísimo más sencilla.

Reviviendo aquellos días, a mi memoria las caras del ¨Gato¨ Corbalán, el ¨Gaucho¨ Lemos Gatti, el ¨Mijito¨ Emilio Blanco y la ¨Bruja¨ Caravallo hoy me visitan. En aquellos tiempos, luego de haber salido de los mamparos y cubiertas de los destructores, barreminas, patrulleros y el viejo Capitán Miranda en ese tiempo solo buque hidrográfico, comencé a apreciar el fresco paisaje de los hangares, calles de rodaje, las tres pistas de aquel entonces, y una gran planchada de operaciones con rampa de hidroaviones hermanada en la laguna, que a pesar de la austeridad vigente, aún mostraba los fantasmas del pasado de nuestro país y Armada y la huella marcada en cada uno de esos hombres.
Se mezclaba algunos pocos vehículos recientes, con otros de la segunda guerra mundial entre viejos camiones de lucha contra incendio, balleneras y lanchones en el espejo de agua, y la estampa de algunos marineros montados en viejas bicicletas trasladándose en todo ese gran predio más otros uniformados en idéntica usanza, pero a lomo de caballo.
Mis primeros uniformes arruinados quedaron allí, luego de las intensas jornadas de reparación en nuestra pista principal y la restauración de la vieja Este – Oeste, comida por el pasto y el trillo de las cruceras que en ese verano circulaban por todos lados sin picar por suerte a ninguno de nosotros.
Allí pronto nos integramos, en esa interminable agenda dinámica que nos llevó casi todo el año antes de asumir nuestro sitio en la escuela al año entrante cuando una de sus promociones egresaba como lo hicimos nosotros. Con gran cariño y muchísimas anécdotas recibimos a esos camaradas de la siguiente tanda y con júbilo les entregamos los cargos antes de pasar a las aulas de la Escuela y recibir los nuevos en esa institución, cargando nuestras bolsas de embarque, al viejo hangar cercano a la carretera vecino al viejo edificio del aeropuerto civil, donde don Vicente Leocavio Hernandez (barítono y bombero voluntario) guardaba esas instalaciones ajenas a la nuestra.

Atrás quedaron imborrables recuerdos cuando el famoso ¨Triangulo de las Bermudas¨ aún estaba vigente, junto a otros ricos personajes, y lo mucho vivido en suerte de peripecia pintoresca cuando periódicamente nos retirábamos con tiempo muy justo para capturar la ONDA de regreso a casa vistiendo glamoroso saco, corbata y maletín, aunque montados en un carro tirado a caballo llevando la comida para los verracos del campamento.
Con muchos de ellos, años más tarde compartimos nuevos destinos, y en alegría y discordia, pero con respeto, descubrimos el verdadero calibre de cada camarada compartiendo muchas horas de intensa labor en tierra, mar o aire primero recibiendo instrucción y luego proporcionándola.


A muchos años de haber vivido todo aquello, con cada tripulante y ese día en que desembocó con una formación de nuestra despedida de esos muelles atesoramos en gran cariño y colorida memoria sus rostros desfilando hermanados en nuestras vidas. Muchos de ellos, aun frecuentemente son motivo de abrazo en las ceremonias que nos reúnen, otros brindan desde el Gran Casino, sin necesidad de alas ni motor que los eleven a ese sitio, pero eso sí, todos de una ribera u otra de esa misma esencia legendaria que un día tuvo su génesis a orillas de la gran laguna de todos, en unas pocas carpas montadas con determinación y cariño formando algo que las nuevas generaciones tratan de sustentar con idéntico sentimiento que sus pioneros.
¡FELICITACIONES EN SU NUEVO ANIVERSARIO A LA SEGUNDA BASE AERONAVAL, CUNA DE MUCHOS DE NOSOTROS!

Por: Capitán de Navío (R) Gastón BIANCHI – Aviador Naval, Armada de la República Oriental del Uruguay.
Nota enviada por un Gran Camarada de la Aviación Naval de la Armada de la República Oriental del Uruguay, Señor Capitán de Navío (R) Gastón BIANCHI, por el 79 Aniversario de la Base Aeronaval Capitán Carlos A. Curbelo.