Por: Oscar H. Filippi – Para: Prensa OHF

El padre de la idea:
Fue el general italiano, Giulio Douhet. En 1912 ya fue elegido para encabezar el primer batallón aéreo en Italia. Desde ese momento, comienza a defender la capacidad de las fuerzas aéreas en la lucha. Sostenía que, frente a los ataques terrestres, el uso de la tecnología aérea suponía un avance mayor al permitir el ataque por sorpresa. Su objetivo era convertir el avión en el arma por excelencia de cualquier arsenal. Siguiendo la línea de su pensamiento, el ejército terrestre y de la marina pasarían a una posición ofensiva más que defensiva. La función de la guerra aérea sería, por tanto, ofensiva, adelantándose a los movimientos del enemigo. Desde su perspectiva el verdadero motor de la guerra eran los bombarderos, pasando el caza a un puesto defensivo. Douhet incluso, pidió al diseñador Gianni Caprini que proyectara un bombardero trimotor. Al no haber pedido permiso a sus superiores fue juzgado por un Consejo de Guerra. Tras permanecer un año en la cárcel, cuando recuperó su libertad dejó el Ejército y publicó sus teorías bajo el título «Como acabó la Gran Guerra. La victoria aliada». Su labor literaria se completó con «El dominio del aire», una obra donde se anticipa al papel definitivo de la aviación en las futuras guerras. Sus predicciones fallaron en muchos puntos ya que no tuvo en cuenta aspectos como la invención del radar. Sin embargo, no se equivocó al pronosticar que quién dominase el aire ganaría la guerra. Sus ideas fueron tomadas por Hitler para la creación de la Luftwaffe.
En la Segunda Guerra Mundial no solo se enfrentaron el Eje (Alemania, Italia y Japón) vs. los Aliados (Gran Bretaña, Francia, Unión Soviética y Estados Unidos). En lo que respecta al futuro de la aviación militar, estaban en pugna, dos modelos de Fuerza Aérea. De un lado, una aviación táctica que golpeaba rápido y con precisión, actuando orgánicamente junto a unidades terrestres y navales. Todos los elementos confluyendo en el mismo campo de batalla. Del otro lado estaba naciendo una Fuerza Aérea distinta, con el foco puesto en su propia autonomía. La capacidad de decidir sus propios objetivos le otorgaba el derecho a existir como rama independiente de las otras fuerzas armadas. Solo una visión estratégica, con los medios técnicos adecuados, podía permitir esta emancipación. Era el tiempo del gran experimento. Se dio el paso decisivo, de la teoría a la praxis.

El Imperio contraataca:
La batalla de Inglaterra había terminado con una victoria ajustada para los ingleses. Los alemanes no sabrían hasta muchos años más tarde, gracias a documentales y biografías, lo cerca que estuvieron de quebrar las defensas aéreas de las islas.
Era junio de 1941 y Hitler daba inicio a la operación Barbarroja, desencadenando todo el fulminante poder de la Blitzkrieg contra la Unión Soviética en el frente Este. La invasión a las islas británicas tendría que esperar. Pero Churchill no es de los que esperan.
En febrero de 1942, Churchill asignaría un nuevo jefe al Comando de Bombardeo de la RAF. Sería el Mariscal del Aire Arthur Harris. Considerado el mayor experto en bombardeo del Imperio Británico, Harris traería un nuevo sentido de propósito a la fuerza de bombarderos: la de borrar del mapa los principales centros industriales y ciudades alemanas.
Hasta entonces la aviación había sido decisiva, cada vez que se podía contar con ella, en los teatros del Mediterráneo y del Norte de África, para cualquiera de los bandos. Tanto las flotas del eje como las de los aliados (principalmente inglesa) habían sufrido grandes pérdidas cuando eran atacadas desde el aire. Quedaba demostrada la preponderancia de la aviación en la guerra moderna, aunque la mayoría de estas operaciones fueron de carácter táctico. La eficacia de la aviación en su carácter estratégico se estaba midiendo en el teatro europeo central.
Pero en Europa continental los bombardeos ingleses tenían poco efecto real. Muchas veces ni podían encontrar el blanco, y si lo hacían, la acción resultaba prohibitiva en costo de vidas y máquinas. La defensa aérea alemana, se adaptaron y reforzaron muy rápidamente ante las primeras oleadas de bombarderos ingleses. El Bomber Command aprendería una dura lección: las operaciones diurnas eran demasiado peligrosas.
Para ese tiempo la guerra aérea entre Inglaterra y Alemania se había convertido en un intercambio de bombardeos de represalia contra pueblos y ciudades menores, atacando a la población civil de forma directa. Pero resultaban acciones de poca importancia estratégica. A medida que los teatros de Rusia y África requerían mayor participación de la Luftwaffe, los cielos ingleses se fueron aclarando y esto permitió a la RAF tomar un necesario respiro y preparar un cambio notable de tácticas. Harris quería demostrarle al mundo que el uso masivo de bombarderos estratégicos era suficiente para ganar las guerras. De modo que diseñó un experimento y los conejillos de indias, serían los trabajadores alemanes y sus familias.

El raid “Millenium”:
El Bomber Command seleccionó tres objetivos: Colonia, Bremen y Essen. Sobre éstos la RAF asestaría terribles mazazos, concentrando oleadas de aproximadamente 1000 bombarderos para cada operación. A los modernos Lancaster, Halifax y Stirling que estaban empezando a ser recibidos se les sumaron aviones de todos lados de donde Harris pudo echar el guante. Bimotores Hampden, Blenheim y Wellington, Boeing B-17 y Consolidated B-24 (de las primeras series, producidos en EEUU para la RAF) que operaban en otros teatros u otros servicios, como el Coastal Command (ataque a buques y caza de submarinos). Incluso se reclutaron viejos bimotores Whitley de la escuela de bombarderos. Todo para llegar al mágico número 1000.
Factores climáticos decidieron el objetivo. La noche entre el 30 y 31 de mayo presentaba condiciones ideales en el cielo sobre Colonia. La suerte estaba echada. Desde decenas de bases en Inglaterra decolaron centenares de aparatos de todo tipo para unirse en una flota devastadora sobre Colonia. A la mañana siguiente, Colonia era una ruina humeante. 500 muertos, miles de heridos de diferente consideración, y una población de 40.000 personas que ya no tenían un hogar al cual volver. El 61% del núcleo urbano había sido arrasado. El bombardeo duró varias horas, de oleadas sucesivas. Los ingleses perderían 39 aviones.
El 2 de Junio, llegó el turno de Essen. Participaron 956 bombarderos, de los cuales se perdieron 31. El resultado de Essen fue muy similar al de Colonia, con la mitad de la ciudad arrasada por las llamas.
El tercer raid tuvo lugar sobre Bremen el 26 de Junio, con resultados similares para los alemanes y 44 aviones perdidos para el bando inglés.
La táctica inglesa fue la misma que había resultado exitosa en Guernica, así como sobre Polonia, Rusia y demás lugares, pero llevada a una escala nunca antes vista. Primero caían las bombas de alto explosivo para romper todo, dejando los edificios sin techo, los tendidos eléctricos y las cañerías de agua cortadas, las calles bloqueadas por escombros. Y luego venían las bombas incendiarias para completar la destrucción. Con las calles bloquedas, las unidades de bomberos no pueden llegar a los focos principales y se termina produciendo un fenómeno aterrador y sumamente destructivo: la tormenta de fuego. El aire y las superficies se ponen tan calientes por los incendios sin control, que todo empieza a arder sin que lo toque la llama. Se crean corrientes de aire calcinante que succionan el oxígeno, moviendo el fuego como si fueran olas de una tempestad que arrasa todo lo que toca. Se hace imposible respirar, el aire quema los pulmones. Nada se puede hacer, más que esperar a que se consuma todo el material combustible.
Los resultados fueron elocuentes. En una noche, los habitantes de una ciudad se convertían en refugiados sin nada más a su nombre que lo que llevaban encima cuando sonaron las alarmas de bombardeo. Los ingleses inventaron un término para esto: lo llamaban “Dehousing”. No tiene traducción directa, pero se entiende como dejarte o quitarte tu casa.

Alemania a la defensiva:
En el verano de 1942 entra EEUU en el conflicto europeo, con centenares de bombarderos aterrizando en bases por toda Inglaterra.
El plan norteamericano para aniquilar la potencia germana había sido trazado hacía tiempo. Se habían seleccionado 154 objetivos que había que destruir totalmente. De éstos, 50 eran equipos para la producción eléctrica; 47 nudos ferroviarios; camioneros y puertos, 27 representaban el 80% de la producción petrolífera; 18 estaban relacionados a la construcción aeronáutica; 6 representaban el 90% de la producción de aluminio y otros 6 la producción total de magnesio. Era la aplicación científica de las teorías de Mitchell y Weber.
Por el contrario, los objetivos del Bomber Command inglés conducido por Arthur “bomber” Harris estaban en consonancia con los ideales de Douhet y en su propia experiencia como policía colonial del aire. Los bombarderos de la RAF atacarían el potencial humano y a la economía alemanas, bombardearían la moral germana, hasta su ruptura total.
Los norteamericanos confiaban en sus bombarderos, pensaban que eran los mejores del mundo. Podían volar más alto, más rápido, y más lejos que cualquier otro avión similar. Los B-17 y B-24 tenían un poderoso armamento defensivo, compuestos de muchas ametralladoras pesadas de 12,7mm. Y sus formaciones cerradas (Cajas) permitían que los aviones se apoyaran mutuamente con fuego defensivo. No por nada al B-17 lo llamaron Fortaleza Volante. La creencia en la superioridad de sus monturas, así como la de su tecnología de bombardero y el entrenamiento de sus tripulaciones, llenaban de confianza a los norteamericanos.
Ellos también tenían la idea de que los bombarderos podían ganar la guerra. Se habían entrenado para bombardear objetivos individuales desde 7600 metros de altura, con gran precisión y devastación durante el día. Los ingleses les advirtieron que eso era una locura, que lo habían intentado, pero no funcionaba. Los norteamericanos les contestaron algo como “bueno… es como lo sabemos hacer nosotros”. Y así quedó divida la función de cada comando de bombarderos. Durante el día, los norteamericanos atacarían los puntos nodales de la infraestructura nazi, durante la noche la RAF arrasaría sus ciudades.
Pero pronto descubrirían que las prácticas de bombardeo sobre el desierto no te preparan bien para las difíciles condiciones de visibilidad sobre la húmeda Europa y mucho menos, cuando las defensas anti-aéreas (ahora, reorganizada y ampliada a más de un millón de individuos, muchos de ellos, niños en edad escolar) y la Luftwaffe te disparan en medio de una defensa cada vez más tenaz y desesperada.
Para la primavera del 43, el comando de bombardeo norteamericano se encuentra sufriendo graves pérdidas a manos alemanas. Las baterías Flak (artillería anti-aérea) se cobraban su cuota en sangre de cada formación de bombardeos que pasaban cerca. Y los cazas de escolta, P-38 Lightning primero y P-47 Thunderbolt luego, no tenían el alcance suficiente para cubrir a la fuerza de bombardeos durante todo el trayecto. Los alemanes habían aprendido lo demoledores que podían ser los P-47 cuando picaban sobre ellos desde más altura, así que supieron calcular el momento en el que la fuerza de escolta llegaba al máximo de su alcance y debía regresar a Inglaterra, momento en el que descendían entonces como una mortífera nube de aves rapaces sobre unos bombarderos que quedaban librados a sus propios medios para defenderse. Pierden fortalezas volantes de a decenas. Hay relatos de pilotos de escolta que, dando la vuelta para volver a sus bases, veían por sobre sus hombros los primeros aviones alemanes abalanzarse sobre las formaciones de bombarderos. Si algunos se dieron vuelta para pelear, no regresaron.
Posteriormente los P-47 recibieron depósitos de combustible extra bajo las alas, pero esto no alcanzaba para acompañar a las formaciones de bombarderos en los ataques en profundidad sobre Alemania. Se probaron versiones de bombarderos con más ametralladoras, como unidades que debían defender las formaciones, pero resultó un fracaso. Lo mejor que podían hacer era mantener la técnica de vuelo en formación escalonada, que garantizaba la protección recíproca mediante la concentración del fuego defensivo.
Para entenderlo en su magnitud real, en diferentes acciones del día 17 de agosto de 1943, se habían perdido 600 vidas de tripulantes de aviones derribados (sin contar muertos y heridos de los aviones “tocados” que sí pudieron regresar a base), contra 25 pilotos de la Luftwaffe perdidos en las acciones defensivas.


Bombardeo de área:
Los resultados estadounidenses no hacen más que confirmar las ideas del Mariscal del Aire Arthur Harris. Harris diseña una nueva estrategia, atacar la cuenca del Ruhr. Es un área de Alemania donde se concentra la mayor producción de acero y carbón. Y es también la zona más nutridamente defendida de Alemania. Todas las noches hay bombardeos, la tensión en la población es permanente. Pero una “nueva normalidad” (¿les suena el término?) se va gestando. La vida en los bunkers y túneles se va naturalizando, la pulsión de vida aún es fuerte; la moral alemana no se rompe. La gente se acostaba vestida. A mano siempre tenía un pequeño equipaje con lo mínimo indispensable para sobrevivir. De forma tal que cuando sonaba la sirena de ataque aéreo, estaban instantáneamente listos para ir a los túneles y bunkers a esperar que pase el peligro. El Gobierno Nazi es eficiente en la distribución de víveres y cuidado médico en las ciudades bombardeadas. La disciplina civil se mantiene, la moral sigue alta.

La presión por resultados tangibles se intensifica sobre los hombros de Harris, necesita dar un golpe demoledor. El objetivo es Hamburgo, la segunda ciudad más poblada de Alemania. Pero teme a los radares alemanes. Por suerte para él (y por la pericia de las unidades de espionaje e inteligencia), un caza nocturno alemán, equipado con el último modelo de radar, deserta al bando aliando y aterriza en Escocia. Con esto los ingleses pueden averiguar la frecuencia en la que operan los radares alemanes, y diseñar la contra-medida adecuada. Finas tiras de aluminio, generan mil reflejos en los radares alemanes, que no pueden distinguir cuales de los ecos radar mostrados en pantalla son aviones reales y cuales “ecos fantasmas”. Es el “chaff”, técnica que se utiliza aún hoy con efectividad.
La RAF lanza el mayor raid aéreo que el mundo haya visto hasta entonces. Hacia media noche, las sirenas comienzan a aullar en Hamburgo, los Flak y los cazas nocturnos se ponen en alerta, pero los radares no pueden dar indicaciones, sus pantallas se ven llenas de cientos y miles de ecos, sin poder distinguir los aviones reales de las contramedidas. Una sábana de 29 kms ininterrumpida de bombarderos dejan caer su letal carga sobre la indefensa ciudad. El 26 de Julio de 1943, las llamas en Hamburgo dan nacimiento a la mayor tormenta de fuego jamás vista. En las calles, la temperatura se eleva hasta los 1.000 C°. Los vientos ardientes tienen la fuerza de huracanes. Aún desde 6.000 metros de altura, el interior de los bombarderos es iluminado por una ciudad furiosamente en llamas.
Hamburgo fue atacada por 10 días consecutivos por bombarderos británicos por la noche y estadounidenses, durante el día. Son más de 40.000 los muertos por los bombardeos, muchos por asfixia, ya que los fuegos consumían el oxígeno a su paso. Pero también muchos quedaron atrapados en los escombros, calcinados, o atrapados en el asfalto, que por el calor se había fundido y transformado en una trampa mortal. Los heridos se contabilizaron en 120.000. Un millón de refugiados, ya sin hogar, huyen de los restos de la ciudad.
Un exultante Harris escribe a Churchill en noviembre, que con la ayuda de EEUU pueden reventar Berlín de punta a punta. El precio a pagar para los aliados, sería de entre 400 a 500 aeronaves, el precio para los alemanes sería la guerra.
Berlín:
Arthur “Butcher” Harris (el carnicero, como lo llamaban sus pilotos y oficiales del Bomber Command) comienza su campaña aérea para devastar Berlín. Desde principios del 44 hasta el final de la guerra, más de 300 salidas nocturnas machacarán la capital germana. Sin embargo, el colapso de la moral de los alemanes no llega. El dolor, el miedo y la desesperación unen a la gente en una causa común. La batalla aérea sobre Berlín es la más grande de la historia. El Comando de Bombardeo pierde más de 800 aviones y 3.000 tripulantes.
Para preparar el terreno para las masivas operaciones anfibias, los bombarderos estratégicos se transforman en aviones de apoyo táctico, barriendo el terreno en bombardeos de alfombra, dejando a su pazo un paisaje lunar, lleno de cráteres.

Las ruinas de Dresde:
Para febrero de 1945, la guerra para los alemanes estaba perdida. Con los aliados entrando en suelo alemán por los frentes Este y Oeste, ya solo era una cuestión de tiempo y de ver quien llegaba a Berlín primero.
Y esto hace que la destrucción de la ciudad de Dresde sea una de las operaciones más cuestionables conducidas por “Butcher” Harris al frente del Bomber Command de la RAF.
800 bombarderos ingleses participaron del raid. Según algunas fuentes, el ataque había sido solicitado por Stalin, ya que el avance ruso estaba siendo ralentizado por una resistencia alemana fanática.
La ciudad cuenta con pocos bunkers y pocas defensas, no era un objetivo militar prioritario ni relevante. Dresde había recibido un gran influjo de refugiados, huyendo del avance soviético. A las 10 de la noche de un 13 febrero de carnaval, empezaron a sonar las sirenas.
Como en Hamburgo, otra vez la brutal tormenta de fuego, cuyos vientos ardientes arrancaban a la gente del suelo para tragarlos en las llamas. Aún desde 100 millas de distancia, las tripulaciones de los bombarderos ingleses que se dirigían de vuelta a sus bases, podían ver las luces de las llamas que arreciaban el centro de Dresde. Al día siguiente llegaron los bombarderos norteamericanos para dar el remate. El conteo de muertos sería de alrededor de 35.000. Otras tantas decenas de miles “dehoused”… en un momento en el que el resultado de la guerra ya no podía ser cuestionado.
La destrucción de Dresde termina revirtiendo la opinión pública contra las tácticas de bombardeo de terror. Churchill decide alejarse de Arthur Harris, le suelta la mano y es el fin para él.

Frente del Pacífico:
Los japoneses tenían al principio del conflicto tal vez la armada más poderosa del océano Pacífico, con una fuerza aeronaval soberbia. Tal vez por eso y por el tipo de escenarios en los que los japoneses se desenvolvieron (realmente no había en la región grandes ciudades industriales como en Europa continental), hicieron que dejaran de lado el desarrollo de bombarderos pesados de largo alcance. Y eso puede que les haya terminado jugando en contra, a medida que se encontraron incapaces de devolver el golpe en la retaguardia de la avanzada norteamericana. Unas campañas de bombardeo pesado sobre Hawai o Wake hubieran al menos, conseguido algo de tiempo valioso para que Tokio pudiera reponer algunos de los portaviones perdidos, sobre todo, nuevos pilotos.
En cambio, EEUU sí que supo hacer un buen uso del nuevo y más letal del bombardero estratégico de toda la Segunda Guerra Mundial, la Superfortaleza B-29. Volando a una altura tal que los cazas japoneses no podían alcanzar, bombardearon los blancos nipones a gusto y placer.
Y fue en el Pacífico donde los norteamericanos se convirtieron en grandes alumnos del general italiano Giulio Dohet, bombardeando con incendiarias las ciudades japonesas para arrasarlas. En el bombardeo a Tokio, hasta 200.000 personas perdieron la vida. E insistieron con esta empresa, hasta que luego de dos bombas atómicas, los japoneses finalmente fueron bombardeados hasta la sumisión.


Reflexiones finales:
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial tanto en el teatro europeo como asiático, el gran experimento terminaba con resultados diversos.
En su empleo táctico, la aviación fue un gran éxito. Lograr la superioridad aérea sobre el terreno implicaba que el enemigo sufría permanente hostigamiento y ataques de ablandamiento, además de tener pocas chances de sorprender a las fuerzas enemigas. No podría haber existido la Blitzkrieg sin la poderosa Luftwaffe. Los soviéticos no podrían haber lanzado sus exitosos ataques en profundidad sin el respaldo de su fuerte y moderna Fuerza Aérea Soviética.
En los teatros operacionales de África y Medio Oriente, la aviación tuvo siempre un rol de gran importancia para dar apoyo a los avances de las fuerzas terrestres, ablandar defensas o cubrir retiradas.

Y en el mar la cosa fue aún más clara. Las flotas más poderosas del mundo sucumbían ante las bombas y torpedos arrojados por la aviación táctica. Esto fue una realidad tanto el Mediterráneo como en el Pacífico, aunque más espectacular en este último teatro. Los buques más grandes y poderosos que la historia había conocido, con sus enormes cañones, miles de toneladas de acero y un millar de marineros para operarlos, hundidos por pequeños, ligeros y baratos aviones. El acorazado dejó de ser el amo del mar: fue desplazado por el portaaviones.
Ingleses y norteamericanos encarnaron mejor que ninguno la visión estratégica de la aviación. Las campañas de bombardeo masivo demostraron ser demoledoras, aplastantes. Pero finalmente ni Harris pudo demostrar que una población puede ser bombardeada hasta la sumisión y subordinación; ni la “Bomber Mafia” americana pudo demostrar que se puede reventar totalmente la capacidad de un país de hacer la guerra exclusivamente a bombazos.

Los bombarderos no bastaban solos para ganar una guerra:
Aun es discutible si los B-29, lograron bombardear a los japoneses hasta quebrar su espíritu de lucha, particularmente con las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Los planificadores militares de EEUU sabían que la guerra seguiría mientras la isla principal de Japón no fuera invadida. Y que esa invasión tendría que enfrentar una defensa fanática, que impondría un precio altísimo en vidas de soldados propios. No hay duda que la campaña de bombardeo estratégico contra Japón tenía como finalidad forzar la rendición. Japón ya estaba, de facto, acabado en todos los teatros de operaciones más allá de sus fronteras originales. Pero en el interior del Gobierno los generales, en su orgullo querían seguir peleando hasta el último hombre, mujer y niño. La rendición era conceptualmente incomprensible para los japoneses. Ninguna invasión de Japón había triunfado jamás. Se podía decir que no había perdido una guerra externa en tanto tiempo que ya no se recordaba.
Los líderes japoneses querían una salida negociada de la guerra para salvar la ropa. Los EEUU no aceptaban otra cosa que la rendición incondicional. Si EEUU no le hubiera garantizado al emperador Hirohito la continuidad de su estatus, tal vez la orden de rendición no hubiera llegado. Todo queda abierto a la especulación.
Lo que, quedó claro para todos, es que las Fuerzas Aéreas habían ganado su independencia. Ya no se podía cuestionar la importancia de su utilización y el peso de la devastación que desataron los bombarderos sobre sus blancos. De hecho, estudios climatológicos hechos muchos años después del fin de las hostilidades demostraron que el impacto del bombardeo masivo de la SGM fue tan grande en el medio ambiente, que los efectos de las ondas expansivas se notaron a una altura de hasta 1.000 km. La ionosfera fue debilitada y elevada varios kilómetros por la fuerza de las bombas.
Sin embargo, el advenimiento de las armas atómicas y la guerra fría darían a la visión de Giulio Douhet una nueva vida, una cierta continuidad encarnada ahora en el concepto MAD (por Mutual Assured Destruction o Destrucción Mutua Asegurada). La capacidad de EEUU y la URSS de anular la posibilidad de victoria del adversario por el precio estrafalario de la aniquilación total que debería pagar cualquiera que iniciara un ataque a gran escala, sin duda fue el elemento más significativo a la hora de evitar una Tercer Guerra Mundial. El precio de la guerra, como lo predijo Douhet, sería tan terrible que ninguno de los bandos terminó por animarse a soltar el primer ataque… aunque estuvimos cerca de ese momento más de una vez.
La experiencia adquirida por las FFAA en materia de bombardeos diurnos y nocturnos fue definitorio para obtener el dominio del aire. De ser un arma complementaria , el pronto y continuo desarrollo de tácticas y estrategias en formaciones de bombarderos permitieron sistematizar los ataques, los bombardeos en alfombra, sacarle provecho a la información de inteligencia, etc. Otra forma de hacer la guerra dio lugar a una temprana independencia de la rama aérea . Ya no se trataría de su subordinación a otra arma, sino que podría operar en forma independiente si la misión lo indicaba.
Me gustaLe gusta a 1 persona