Por: Oscar Filippi – Para: Prensa OHF
Rodolfo Carlos José de Alzaga, había nacido el 21 de septiembre de 1930 en Capital Federal.
Fue Campeón del Turismo Carretera en 1959, “Gentleman Driver”, “Niño Bien” o “Rey de la Montaña”. Esos eran algunos de los tantos apodos que se le adjudicaron a Rodolfo de Alzaga a lo largo de su trayectoria en el automovilismo nacional. Los dos primeros, relacionados a su descendencia de una familia con gran poder adquisitivo, que poco tenía que ver con el mundillo habitué del Turismo Carretera.
El otro, congruente a sus hazañas concebidas en caminos donde manejar se hacía difícil, especialmente cuando había que hacerlo en zonas montañosas. Quienes lo conocieron, afirman que, en su manejo dúctil y preciso, se basaba el principal secreto de su éxito. En lo personal, se decía que se sentía tan cómodo tomando un trago en “La Biela”, como así también al costado de una ruta degustando asado y vino junto a sus hinchas. Tanto que los incondicionales de la marca lo adoptaron hasta transformarlo en ídolo.
¿Por qué su imagen de leyenda? ¿Por qué su idolatría? Es que más allá de haber ganado pocas carreras, Rolo era dueño de un manejo magistral, de un talento increíble. Y en cientos de pruebas, tramos, series o etapas, punteó indiscutidamente hasta que le falló el medio mecánico.

Muchos pilotos llegan a ser ídolos por su gran trayectoria, por sus incontables triunfos y por la cantidad de títulos que cosecha a lo largo de su carrera. Sin embargo, esto no pasó con Rodolfo de Alzaga, quien se convirtió a fines de la década del 50 y principio de los 60, en un referente del automovilismo, porque tenía un manejo increíble, porque su talento brillaba cada vez que se subía a un auto, pero también por su humildad y sencillez.
Rolo, apodo con el que se lo conocía, nació el 21 de septiembre de 1930 en la Capital Federal. Su primer contacto con un auto fue cuando en la estancia de su familia y con tan solo ocho años manejó un viejo Ford A. Años más tarde tuvo su propia moto, y ya de adolescente su primer auto que fue un cabriolet, de mecánica Chevrolet y cuyo diseño era bastante particular.

Poco duró su estadía en la facultad donde estudió ingeniería, debido a que rápidamente abandonó todo para dedicarse de lleno a lo que era su verdadera pasión: sentir la velocidad arriba de un coche. En 1952 se compró su primer auto de carrera: una coupé Ford 40 que preparó en el taller de Chacho Fraotier. Con 22 años el 29 de marzo de 1953 debutó con un Ford en el Turismo Carretera en las 500 Millas de Villa Diamante, en la provincia de Mendoza, pero debió abandonar tras accidentarse cuando ocupaba la segunda ubicación. Días más tarde aseguró que el motor de ese auto andaba muy fuerte, pero que todo lo demás era un desastre. Las temporadas posteriores le sirvieron mucho de experiencia y,… de andar a fondo como a él le gustaba.

En 1956 cambió de preparador, y se juntó con Domingo Colanero, quien más tarde sería su acompañante. De Alzaga notó que su desempeño había crecido y decidió cambiar de auto. De esta manera adquirió una coupé Ford de Alberto Logulo. «Ahora sí que llego entre los cuatro primeros, y subo sin problemas en la tabla de posiciones», manifestó orgulloso.
En 1957 ganó la Vuelta de Chacabuco, luciendo en las puertas de su auto el número que lo distinguía que era el 4. Luego triunfó en 1958 en Río Cuarto, Córdoba. En 1959 consiguió quedarse con el campeonato, pero también logró quebrarle, la racha a los hermanos Juan y Oscar Gálvez, que venían ganando desde 1947.
De a poco se fue convirtiendo en una persona muy conocida y admira y así logró ser ídolo de los fanáticos de Ford. En 1960 y por los reiterados problemas de salud de su amigo Colanero tuvo un nuevo preparador que fue Bimbo Fiorentini. En esa época gano la Vuelta de Pehuajó (1961) y el premio Sierras de Córdoba (1963). El apodo de Rey de la Montaña se lo pusieron cuando manejando una coupé Ford ganó el Doble cruce de la Pampa de Achala, que iba de Villa Carlos Paz a Mina Clavero, en Córdoba. Además, triunfó en la tercera y cuarta etapa del Gran Premio Dos Océanos (1965); de esta manera, «Don Rolo» entraba en la historia grande del Automovilismo Nacional, metiéndose como cuña entre los Hermanos Gálvez y los Hermanos Emiliozzi. Tuvo el honor de ser el responsable del debut del Ford Falcon en TC. Con ese auto realizaría, junto a su copiloto Oscar Landaburu, otra de sus grandes hazañas cuando terminara segundo en la Dos Océanos que ganaron los hermanos Emiliozzi. Un inolvidable cruce de la Cordillera tras perder una hora en la etapa inicial cuando se detuvo a socorrer a Juan Manuel Bordeu. el premio Naftas YPF (1966) y el premio Ciudad de Rafaela a bordo de un Crespi-Torino (1968).

En 1967, luego de más de 10 años defendiendo a la marca del óvalo, pasó a defender los colores de Torino, cuando comenzó a conducir un IKA Torino-Crespi conocido como «El Petiso», con el que ganara el Gran Premio de Rafaela del año 68. En 1972, De Álzaga participó del GP de Turismo Nacional conduciendo un Peugeot 504, navegado por el Doctor Lino de las Heras, su médico y amigo personal. En 1989 participó del Desafío de los Valientes conduciendo un Fiat Duna SCX.



Rolo y los Alfa Romeo:
Pipino Vianini fue su otro preparador y Rolo manejando los Alfa Romeo hizo grandes actuaciones. Con Vianini piloteó las Giuliettas, las Giulias y la poderosa 2600 Sprint Bertone de 1963. Para el Gran Premio de 1960 su equipo había traído al país la Giulietta Ti que era muy veloz y muy potente. Durante la carrera de Alzaga se ubicó en el primer lugar, pero en la 4º etapa tuvo que abandonar entre Amaicha y Tafí del Valle.
Tres años después volvió con el equipo de Vianini para subirse a un Alfa Romeo 2600 Sprint de carrocería Bertone. El auto no le aguantó nada porque primero se rompió el cárter y después un palier. No obstante, en 1963 ganó importantes pruebas.
Gracias a Oscar Gálvez se convirtió a mediados de los 60 en piloto de Ford donde realizó estupendas actuaciones. Anunció su retiro en 1968, pero dos años más tarde volvió invitado por Fiat al Desafío de los Valientes, ubicándose en la cuarta posición. En el ’72 participó en el Gran Premio de Turismo Nacional, con un Peugeot 504, arribando en la tercera colocación. Este sí fue el final de su carrera como automovilista profesional.

Otros Tiempos y otro TC:
Como ya se ha remarcado en otras oportunidades, el automovilismo de décadas pasadas se vivía de una manera muy distinta a la actual. Una anécdota que refleja esta afirmación involucra a Rolo de Álzaga en una competencia realizada en el sur del país.
El Ford de Rolo sufrió la rotura del diferencial a pocos kilómetros de llegar a la ciudad de Trelew. El piloto se subió al techo de su auto y le avisó con señas al avión que seguía el evento el desperfecto que había sufrido el vehículo. Enterado, el equipo oficial se puso en movimiento enviando unidades de apoyo y repuestos, pero los auxilios carecían del diferencial indicado.
Debido al retardo que estaba sufriendo Álzaga en la general, se aproximó un hincha de Ford con su Falcon para ofrecerle los repuestos de su auto particular para seguir en carrera. Pero este tampoco contaba con el elemento adecuado. Finalmente, llegó Oscar Gálvez (director deportivo del equipo) quien sí tenía la pieza apropiada para colocarla en el Falcon, de esa manera Álzaga pudo continuar en la competición.

La “Mar y Sierras” para Standard:
La Mar y Sierras para automóviles standard era una carrera considerada revancha del Gran Premio. Se corría por largas rectas que unían Mar del Plata y Miramar, entre otras localidades. Los Alfa Romeo fueron siempre grandes animadores, ganando varias ediciones. En 1963 le tocó a Rodolfo de Álzaga Unzué, Rolo, o el Rey de la Montaña, tal como se lo conocía. Un excelente piloto, amateur al 100%, disfrutaba del automovilismo a pleno. Era conocido también por ser bastante noctámbulo, y amigo de las bebidas espirituosas. Cuando ganó la Mar y Sierras del 63, donde había corrido con el Alfa Romeo 2600 coupé, que literalmente se tragaba la nafta, ironizó: “este es el único auto que gasta más que yo…”
“El rojo Alfa Sprint conducido por Alzaga anduvo casi toda la mañana sobre los 200 km por hora –no era para menos- y empleó el menor tiempo total en una Mar y Sierras de gran éxito.”
Rodolfo de Álzaga hizo una declaración innecesaria: “El auto es un balazo”. Desde hace un tiempo los técnicos de Vianini Argentina S. A., con la inestimable colaboración de Carlo Facetti, consiguieron armar bien el Alfa Romeo Sprint 2.6. Y desde ese momento Alzaga –su piloto habitual- se encargó de proporcionar asombro en cada intervención, ya fuera en montaña o en el llano. El espléndido circuito Mar y Sierras lo vio transitar fugazmente esta vez con un acompañante insólito: Eduardo Casá, quien ahora sabe por propia experiencia cómo se siente el que viaja al lado del piloto sin un volante para agarrarse. Alzaga también le agradeció públicamente a Casá haberle tenido confianza, pero el riesgo no fue tan grande: Alzaga conduciendo, como algunos otros, es un seguro de vida.

Rolo de Alzaga y sus amigos:
Pese a sus idas y venidas al campo y la actividad en la concesionaria jamás descuidó las citas con amigos en «Las Vegas», en Arenales entre Av. Libertador y Cerrito, o en «05» o en «La Biela». Juan Manuel Bordeu, Gastón y Johnny Perkins, Freddy Cook, el Gordo Sauze, Miguel Jantus, Carmelo Galbato, Tuqui Casá, Andrea Vianini, Oscar Cabalén, Larry, Charlie Menditeguy, El Califa Estéfano, Atilio Viale y muchos otros que por entonces eran habitúes juntos, en la noche porteña.
Rodolfo de Alzaga, falleció el 20 de abril de 1994, pero siempre será recordado por el fuego de su espíritu, por su gran maestría, por su talento y su nobleza. Vayan estas líneas como pequeño homenaje a uno de los más grandes y finos pilotos del automovilismo argentino.