Por: Oscar Filippi – Para: Prensa OHF
Ángel T. Rienzi, fue uno de los pilotos más rápidos que tuvo la categoría Turismo Carretera en su historia, había nacido en San Andrés de Giles, un 3 de agosto de 1924.
“Angelito”, como se lo reconocía en el ambiente, comenzó a correr a fines de la década del 50 y se retiró de la actividad a principio de los 70, representando a la marca Ford. Debutó en el TC a los 24 años de edad.
Según la estadística, participó en 185 competencias regulares y 12 Grandes Premios disputados por todo el país, donde cosechó innumerables admiradores y seguidores debido a la característica de su manejo. Siguiendo con los fríos números, se contabilizaron 8 triunfos, resultando el más recordado el logrado en 1965 en las “500 Millas de Rafaela”, a un promedio superior a los 190 kilómetros por hora. En aquella ocasión y en base a su picardía, empleó unas cubiertas delanteras de menor grosor, que sirvieron para sortear exitosamente el difícil y extenuante trazado rafaelino.

Rienzi en esa temporada le peleó el título a los “Hermanos Emiliozzi”, los recordados y poderosos pilotos de Olavarría que junto con otros marcaron la denominada “época de oro del TC”. Por sus características de piloto veloz, Rienzi marca un record histórico en la Vuelta de Necochea, con velocidades que oscilaron los 255 kilómetros por hora y establecieron sobre el circuito rutero un promedio general de 216 kilómetros por hora. También, y luego de la despedida de las “Cupecitas” en lo que hace a los autos, compartió verdaderos espectáculos con Jorge Cupeiro, Carlos Loeffel, Armando J. Ríos, Eduardo Copello, Héctor Luís Gradassi, Carlos Alberto Pairetti, Luís Rubén Di Palma, Carlos Alberto Reutemann, Nasif Estefano, Carlos Marincovich y Jorge Martínez Boero, entre otros. Angel T. Rienzi, tras su retiro activo, siempre se mantuvo ligado a la actividad a través de sus tareas particulares, así como también por su amor por las “cupecitas” que siempre lo siguió teniendo como un símbolo. Varias fueron sus participaciones en los denominadas “Vueltas de” o “Grandes Premios”, donde siguió siendo atracción de los aficionados de su época, como así tambiénn de sus hijos, que lo vieron siempre como un referente viviente del tradicional Turismo Carretera.
Vencer a los Gringos Emiliozzi, en las rutas del mítico Turismo Carretera de los 60, Ángel Tomás Rienzi un símbolo de Olivos, fue el primero en presentar en carrera el motor F-100 de Ford, que suplantaba al venerable “59AB”, montado en su “cupecita 46” que pesaba “apenas” 1200 kilos, pero que le guiñaba un ojo a la aerodinámica. En el debut, en la Vuelta de Carlos Casares, el 25 de julio de 1965, conseguía un honroso quinto lugar. Pero a la semana, en Chacabuco, el motor se rompió, y una semana más tarde, en Salto, se soltó una manguera de aceite.

Todos saben quién fue Ángel Rienzi, un adelantado en el Turismo Carretera. Tuvimos la posibilidad de entrevistarlo en el 2007 en su casa en Olivos y conocer –de primera mano- a un apasionado por el Turismo Carretera.
Ángel Rienzi formó parte de los 35 pilotos que fundaron la ACTC siendo vicepresidente de la entidad bajo la presidencia de Rubén Roux.
Su amor por la “máxima” nació en la década del ’40, cuando al costado de la Ruta Nacional 7, en San Andrés de Giles, veía pasar las cupés de Raúl Riganti, Emilio Blanco, y tantos otros próceres de los inicios de la categoría. “Veía pasar esas cupecitas frente a mis ojos y me ilusionaba con la posibilidad de correr algún día tal como lo hacían ellos”, relató Don Ángel.
Con tan sólo 14 años, vivió su primera experiencia arriba de un auto de competición, lo hizo como acompañante: “En el taller donde trabaja había un Ford T de Mecánica Nacional y en varias oportunidades fui copiloto de un muchacho de mi pueblo llamado Miguel Arenales”. A partir de allí, jamás volvió a separarse de un auto de carrera.
“Después de hacer el servicio militar, decidí incursionar en el TC. El primer auto que adquirí fue un Chevrolet ’39 y debuté en las Mil Millas de 1951. Con ese auto conseguí un 6° y 7° puesto en 2 Grandes Premios. Pero viniendo con el remolque después de una carrera en Mar del Plata, me lo chocaron en la ruta y quedó inutilizable. Así fue que adquirí un Ford T de un preparador de Balcarce y debuté con ese auto en la Vuelta de Chacabuco de 1951”, contó.

Su primera victoria, fue el 15 de agosto de 1965 en la Vuelta de Pehuajó: “Fue la victoria que más festejé. Una carrera muy peleada con Jorge Cupeiro, que tenía en ese momento un auto imbatible y se la gané con 59 segundos de ventaja. Era un auto de Froilán González y preparado por los Bellavigna. Fueron más de 600 kilómetros extenuantes que lo peleamos palmo a palmo con Cupeiro”, recordó.
Después llegaron 3 triunfos más en ese año: Vuelta de Rojas, las 500 Millas Mercedinas y la Vuelta de Junín. “La de 1965 fue mi mejor temporada, sin ninguna duda. Pero una fecha antes del Gran Premio Coronación tuve un grave accidente, salí despedido 40 metros del auto y tuve triple fractura en el brazo izquierdo, así perdí las chances de ser campeón de TC. Veníamos peleando con los Emiliozzi. Ese accidente me alejó casi un año del automovilismo”, nos dijo.
Pero además de ser un eximio piloto, era un observador. Un estudioso de los autos, de su mecánica, trataba de acumular cuánta información le fuera posible para mejorar la performance de sus unidades.
“Siempre hice autos de avanzada. Cuando todos pesaban 1.300 kilos, el mío tenía 1.030. Lo hacía todo a mano, utilizaba mucho aluminio, elementos de aeronáutica, y los caños eran todos de cromo molibdeno, usados en aviación para que sean más livianos. Traía muchos elementos de Estados Unidos. Tenía bomba de nafta eléctrica, doble circuito en la bomba de frenos, implementé el autoblocante, y fui el primero en traer el alternador al TC, hasta probé unas gomas más anchas que traje de Indianápolis”, detalló Rienzi.

El Varela F-100-El Nuevo Auto de TC:
El debut del auto se produjo en el Gran Premio ’67 (como el Falcon angostado de Galbato) y aunque anduvo bien en tramos parciales, en cada etapa tuvo algún problema difícil de solucionar. Pese a que el auto en sí no registró males de dentición.
No tuvieron que cambiar casi nada desde su construcción. De tal manera que durante el verano se pudo trabajar en el motor, preparándose para iniciar 1968.
Ángel Rienzi dice que, la diferencia de rendimiento entre auto y auto, con el mismo motor, se traduce en unos diez o quince kilómetros por hora más en favor del nuevo. Hasta el momento no le ha rendido completamente esa ventaja porque hubo una mayoría de carreras de autódromos, y este auto no es de los más apropiados para ese tipo de vehículos.
En la primera carrera del año, en el autódromo de Buenos Aires, se quedó en la primera vuelta porque se engranó la bomba de aceite. En Córdoba no corrió y en Paraná -primera carrera rutera- se atrasó muchísimo porque tuvo que reparar durante media hora la rotura de una varilla de la caja de cambios. Pero allí sí dio la pauta en tramos parciales de la velocidad que puede alcanzar en ruta. Según Rienzi anduvo a la misma velocidad que Pairetti, vale decir 250, 253 km/h.
Nos parece que la cifra es un poco excesiva, considerando que según el propio Rienzi su motor tiene 270 – 280 HP, mientras Pairetti tiene casi 300 HP comprobados en el banco y que su auto tira una relación de diferencial mucho más larga que el Ford.
De cualquier manera, debe ser un auto veloz, porque Rienzi tiene un motor potente. Recordemos nuevamente que el motor F-100 de Rienzi utiliza tapas de cilindros Tandil. Pero no las nuevas de conductos circulares, como las que tiene Manolo Rodríguez, sino las anteriores de bocas rectangulares. Rienzi insiste en trabajar con ellas.

Forma moderna, concepto tradicional:
Ángel Rienzi siempre gustó de tener elementos mecánicos de acuerdo con la época, pero sin innovar demasiado. Mientras, la única opción era correr con cupés, tuvo muy buenos resultados. Ahora, en cambio, se quedó un poco atrás. Para comprobarlo basta ver cualquier carrera de autódromo.
Porque lo moderno no es sólo tener un aspecto exterior elegante o perfilado. La carrocería de Ángel Rienzi -diseñada por Luis Varela- es bastante agradable en todos sus ángulos exteriores, a pesar de su tamaño un poco grande. Pero responde en el fondo a un concepto tradicional: un chasis Ford ´53 con las suspensiones originales de ese modelo.
Es una lástima que se haya partido de esa base ya superada. Este auto nació junto al otro diseño de Varela, el que iba a ser para Rodolfo de Alzaga, también partidario en ese momento de esa solución «bien TC». El auto de Alzaga quedó finalmente sin terminar y el chasis Ford con la carrocería empezada está también en el taller de Olivos, entre autos de carrera sin usar, que acumulan tierra.
A veces las circunstancias apuran las decisiones, porque este nuevo auto de Rienzi (nuevo el año pasado, desde ya) tuvo que ser apurado en la terminación a raíz de la «piña» del autódromo, donde la cupé quedó inutilizada. Lo cual fue para Rienzi una gran pérdida de posibilidades, porque esa cupé, seguía siendo una de las pocas realmente efectivas. Bastante liviana, producía incluso muy buenos tiempos en el autódromo.

En total disputó 185 competencias en el Turismo Carretera, ganó 6 (todas con Ford) y obtuvo 12 segundos puestos. Vio la bandera a cuadros en 111 carreras, un 60% de las competencias disputadas. Dejó su huella como piloto y preparador. Ángel Rienzi, fue un adelantado. Su historia merecía ser contada.
Angel Teodoro Rienzi, falleció el jueves 26 de febrero de 2009 a los 84 años de edad. Vecino de Olivos, el Municipio de Vicente López lo había homenajeado con motivo de cumplir 80 años, oportunidad en la que estuvieron presentes glorias del automovilismo y corredores de la actualidad, su familia, amigos y vecinos del Partido, quienes destacaron su humildad, calidad humana y solidaridad. Fue sepultado en el Cementerio de Olivos.
Esto que sigue lo contó en su momento el propio Rienzi: “Fuimos a correr la carrera siguiente, el Temporada 1965 a la -Vuelta de Pehuajó-, ya estaba listo para largar cuando se apersonó un señor, se asomó por la ventanilla del auto y me pidió si le podía mostrar el motor. Yo no le di artículo, estaba muy tenso pensando en la largada, pero el señor insistió. E insistió tanto que para sacármelo de encima aflojé, me bajé de la cupé y le abrí el capot. Entonces, el paisano, se arrodilló, se persignó y le habló al motor: No te vayas a romper en ésta, le pidió. Me dio la mano y se fue”. Era el 15 de agosto de 1965. Ganó Rienzi. A la semana siguiente, en la Vuelta de Rojas, ganó Rienzi. Con ese motor, un año y medio más tarde, en Necochea, ganó Rienzi, a 217 Km./h de promedio, un record absoluto. Fue su octavo y último triunfo en TC.
Angel Rienzi en el recuerdo. Pionero con su coupe Ford de motor F100.