Una dama de Pecatonica

Por: (*) Ricahard Bach – (del libro «El Don de Volar»)
Publicado por: Prensa OHF

¿Recuerda usted lo importante que era ser querido y admirado cuando era niño? ¿Lo fabuloso que era convertirse de vez en cuando en el héroe del partido, mientras las chicas lo miraban y los otros muchachos se sentían felices porque usted había conseguido un tanto o cubierto de gloria al equipo? Fue curioso que volar me sirviera para cambiar todo eso.

Yo me encontraba en Pecatonica, Illinois, en el verano de 1966. Había sido un buen día de semana. Habíamos llevado treinta pasajeros esa tarde y teníamos tiempo para un vuelo más antes de que oscureciera demasiado. La gente todavía estaba allí, en sus coches o reunida en grupos, mirando nuestros aviones.

Me detuve junto al ala de mi biplano, en el crepúsculo, y les grité:

—¡Una vuelta más, señores! ¡La última del día, la mejor de todas, sale enseguida!

¡Sólo tres dólares , no hacemos recargo! ¡Sólo tenemos cabida para dos pasajeros!

Nadie se movió.

—¡Miren esa puesta de sol toda roja! ¡Es mucho más bonita vista desde el cielo! ¡Súbanse a la cabina y se encontrarán en medio de ella!

Las colinas y los árboles ya eran oscuras siluetas en el horizonte, como las figuras al borde de un planetario antes de que se apaguen las luces para ver las estrellas.

Pero nadie quería volar. Me sentí impotente; era el guardián de un secreto magnífico y quería compartirlo con un mundo que no se interesaba.

Después de un nuevo intento por convencerlos, me di por vencido. Hice arrancar el motor y despegué para ver el crepúsculo solo.

Fue una de esas sorprendentes ocasiones en las que uno no se había dado cuenta de lo ciertas que eran sus palabras. La neblina se alzaba hasta 450 metros y desde el límpido aire que había sobre ella, con el sol a punto de desaparecer, se veía un mar de oro líquido en el que las cumbres emergían como aterciopeladas islas verdes. Era un paisaje que nunca había visto con tanta pureza, y el biplano y yo ascendimos solos, observando, inmersos en el color de ese momento de vida.

Alrededor de los 1.200 metros detuvimos el ascenso, incapaces de vivir el momento de forma tan pasiva. Subió el morro, bajaron las alas derechas y bajamos dando una media vuelta en la vertical que se fundió en un rizo que dio paso a un tonel. La hélice plateada era sólo un lento molino cuando descendimos, ya con la tierra debajo, ya con la tierra sobre nuestras cabezas. Volábamos sólo por el placer de encontrarnos en el aire y para dar gracias al Dios del cielo por ser tan bondadoso con nosotros. Nos sentíamos humildes y orgullosos al mismo tiempo, y enamorados de nuevo de esta cosa bella y dolorosa, dulce y amarga que es volar.

El límpido viento fluía a nuestro alrededor con el etéreo grito que da en los giros y los rizos y luego se calmaba y soplaba suavemente sobre el avión cuando casi nos deteníamos en el cielo.

El biplano y yo, que habíamos compartido tantas aventuras: tormentas y sol, buen y mal tiempo, buenos y malos vuelos, nos zambullimos finalmente en ese mar de oro. Nos hundimos profundamente, con las alas derechas, y planeamos hacia el fondo para aterrizar en la oscura hierba.

Cerré el contacto y la hélice se detuvo tristemente con un golpe seco. Me quedé un largo minuto en la cabina, sin siquiera desabrocharme el paracaídas. Había un gran silencio, aunque la gente todavía se encontraba allí. La luz del sol debía de haber centelleado desde nuestras alas y se habían quedado para mirarlo.

Luego, en medio de la quietud, oí a una mujer que decía con voz fuerte en medio del aire de la noche:

—¡Tiene el valor de diez hombres para volar en ese viejo trasto!

Sentí como si me hubieran golpeado con un hierro.

Claro, yo era el héroe. Me querían y me admiraban. Yo era el centro de la atención.

Al instante sentí repugnancia por todo aquello y por ella; y me sentí terrible y profundamente apenado. ¿Mujer, no te das cuenta? ¿Es que no eres capaz de ver nada?

De modo que en Pecatonica, Illinois, en el verano de 1966, en la cabina de un biplano que acababa de aterrizar, descubrí que lo que da alegría a la vida no es ser querido y admirado por otras personas. La alegría proviene del hecho de que yo mismo pueda amar y admirar cualquier cosa que me parezca preciosa, buena y bella, en mi cielo, en mis amigos, en el contacto con mi biplano y su alma.

—… el valor de diez hombres —había dicho— para volar… en ese viejo… trasto…

(*) Richard Bach:
Es un escritor estadounidense. Es ampliamente conocido por sus populares novelas de la década de 1970: Juan Salvador Gaviota e Ilusiones, entre otras. Los libros de Bach exponen su filosofía de que los aparentes límites físicos y mortalidad son solo apariencias. Bach es reconocido por su amor a volar y sus libros relacionados con la aviación. Ha volado como un hobby desde los 17 años.

Casi todos sus libros tienen relación con el vuelo y los aviones. Su éxito más famoso fue Juan Salvador Gaviota. La espiritualidad es uno de los temas principales de este libro, que fue incluido en una publicación titulada 50 clásicos espirituales,​ y de libros como Manual del Mesías: Recordatorios para el Alma Avanzada e Ilusiones cuyo título original es Illusions: The Adventures of a Reluctant Messiah, entre otros. Después, trabajó como mecánico de fabricación de aviones y como mecánico de estaciones generadoras de energía eléctrica.

«No pierdas tu pasión por el cielo y te prometo: lo que amas hallará el modo de alzarte de la tierra, muy alto, hasta darte respuestas para todas las preguntas que puedas formular». (El puente hacia el infinito).

«Un diminuto cambio hoy nos lleva a un mañana dramáticamente distinto. Hay grandiosas recompensas para quienes escogen las rutas altas y difíciles, aunque esas recompensas permanezcan ocultas por años». (Uno).

SUS OBRAS:

Ajeno a la Tierra (1963) (Stranger to the Ground). Biplano (1966) (Biplane). Nada es azar (1969) (Nothing by Chance). Juan Salvador Gaviota (1970) (Jonathan Livingston Seagull). El don de volar (1974) (A Gift of Wings). Ilusiones (1977) (Illusions: The Adventures of a Reluctant Messiah). Ningún lugar está lejos (1979) There’s No Such Place as Far Away. El puente hacia el infinito (1984) (The Bridge Across Forever): (A Love Story). Uno (1988) (One). Al otro lado del tiempo (1993). Alas para vivir (1995) (Running from Safety). Fuera de mi Mente (2000) (Out of my Mind). Crónicas de los hurones I. En el mar (2002). Crónicas de los hurones II. En el aire (2002). Crónicas de los hurones III. Con las musas (2003). Crónicas de los hurones IV. En el rancho (2003). Manual del Mesías: Recordatorios para el Alma Avanzada (2004) (Messiah’s Handbook: Reminders for the Advanced Soul). Vidas Curiosas: Las Aventuras de las Crónicas del Hurón (2005) (Curious Lives: Adventures from the Ferret Chronicles). Vuela Conmigo (2009) (Hypnotizing Maria). Gracias a tus malos padres (2012) (Thank Your Wicked Parents: Blessings from a Difficult Childhood). Viajes con Puff (2013) (Travels with Puff): (A Gentle Game of Life and Death).

Publicado por prensaohf

Periodista y Corresponsal Naval.

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