Fuente: Gaceta Marinera y otras
Publicado por: Prensa OHF
Hay una foto. Se ve rústica e íntima. La imagen es icónica porque a partir de ella se puede contar cómo fue la Guerra de Malvinas para la Aviación Naval: audacia y coraje en cada batalla, pero con un profesionalismo reconocido mundialmente. A la foto la tomaron el 4 de mayo de 1982 en la Base Aeronaval de Río Grande
(Tierra del Fuego).
4 de mayo: Día de la Aviación Naval:
Fue establecido con motivo del ataque que llevaron a cabo aviones Super Etendard con misiles Exocet, guiados por aviones Neptune, en el marco de la Guerra de Malvinas, hecho que revolucionó la historia mundial y fortaleció el Poder Naval Integral.
El 4 de mayo de 1982, la Aviación Naval marcó un antes y después en la historia mundial y de la Guerra de Malvinas. Siendo las 11.04, los jóvenes pilotos de la Armada Argentina tenían un blanco que combatir y una angustia que superar, al haber sido atacado y hundido dos días antes el crucero ARA “General Belgrano”, que implicó la pérdida de 323 camaradas.

La larga trayectoria de las alas navales:
La Aviación Naval tiene una larga trayectoria desde su creación el 11 de febrero de 1916, cuando el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires cedió unas tierras ubicadas en Ensenada para crear el Parque y Escuela Aerostación y Aviación de la Armada en Fuerte Barragán con dependencia directa del Ministro de Guerra.
En ese entonces, el Presidente de la Nación, Victorino de la Plaza firmó un decreto para materializar esa acción que iba en consonancia con las principales Marinas del mundo al considerar que la actividad aérea sobre el mar era complemento indispensable en las operaciones navales; hecho que constituye la fundación orgánica de la Aviación Naval.
Desde entonces y a lo largo de estos 105 años de existencia, los aviadores navales argentinos llevaron a cabo raids de exploración del territorio nacional sobre el Mar Argentino y los grandes ríos, además de sobrevolar las latitudes más australes, vuelos que servían para relevamiento topográfico. Incluso, marcaron hitos al sobrevolar y luego aterrizar en la Antártida, territorio que plantea desafíos constantes.
Las unidades de la Aviación Naval fueron desplegadas a requerimiento del Gobierno Nacional para brindar apoyo a la comunidad y países limítrofes, solidarizándose frente a la necesidad y actuando con presteza. Asimismo, trabajaron de manera conjunta, y continúan haciéndolo, con otras Fuerzas Armadas nacionales.
También en pos de fortalecer los lazos de camaradería y unión con Marinas amigas, han sido partícipes de numerosos ejercicios internacionales, que demostraron que las alas navales hermanan.

La formación de los aviadores navales:
La Base Aeronaval Punta Indio se encuentra a 5 kilómetros de la ciudad de Verónica. En su predio está la Escuela de Aviación que tiene como misión formar a los futuros aviadores navales de la Armada Argentina y de Fuerzas invitadas.
El Curso de Aviador Naval tiene una duración de un año y es solicitado por los oficiales al poco tiempo de egresar de la Escuela Naval Militar. Meses antes del inicio de clases, el alumno debe realizarse una serie de estudios psicotécnicos y médicos como condición sine qua non para formar parte del mismo.
Es un curso donde los desafíos y las exigencias sobresalen tanto en las aulas como en la pista de despegue y aterrizaje, cada vez que el alumno se dispone a volar el avión de instrucción T-34c Turbo Mentor para luego de 21 vuelos, realice su primer vuelo solo. Situación que requiere tiempo, exigencia y horas de estudio.
Salir a volar es cumplir un sueño que requiere esfuerzo, perseverancia, valentía y seguridad ante un escenario complejo. Los jóvenes pilotos se adiestran y llevan consigo las “alas”, distintivo de la Aviación Naval para emprender los nuevos desafíos.

Conflicto del Atlántico Sur:
Hay una foto. Se ve rústica e íntima. La imagen es icónica porque a partir de ella se puede contar cómo fue la Guerra de Malvinas para la Aviación Naval: audacia y coraje en cada batalla, pero con un profesionalismo reconocido mundialmente.
A la foto la tomaron el 4 de mayo de 1982 en Río Grande, la tarde después de haber atacado al primer buque que perdió la Marina Británica desde la Segunda Guerra Mundial.
En la imagen, un piloto aeronaval sostiene un stencil sobre el fuselaje del Super Etendard 3-A-202 para pintar la silueta negra del destructor HMS «Sheffield». El dibujo va con una equis roja encima, de hundido.
El que sostiene la plantilla es el Capitán de Corbeta Augusto Bedacarratz, uno de los dos pilotos de la Armada que atacaron y hundieron al buque inglés.
Si bien un helicóptero Alouette de la Aviación Naval disparó sobre fuerzas inglesas en la reconquista de las Georgias del Sur, el 3 de abril, los días de mayo fueron en los que cobró mayor protagonismo su accionar.

Como el día de la foto. Esa madrugada, un avión Neptune de la Escuadrilla Aeronaval de Exploración descubrió al “Sheffield”, y a media mañana los SuperEtendard piloteados por el Capitán Bedacarratz y el Teniente de Fragata Armando Mayora despegaron de Río Grande rumbo a las Malvinas. Salían a cazar armados con misiles Exocet.
—¡¡Lanzar, ahora!! —ordena Bedacarratz. Mayora no oye bien la orden, pero ve el lanzamiento, pulsa su gatillo, el misil desprende, cae y se enciende… segundos eternos. El «Sheffield» no detecta el ataque hasta que un oficial en el puente de comando divisa casi al ras del mar una estela. Cinco segundos después, el Exocet impacta justo en el centro del buque donde está la sala de operaciones, 2 metros y medio sobre la línea de flotación. Del agujero que queda sale una columna de fuego y humo de 30 metros, incontrolable, que incendia el buque y obliga a abandonarlo. El “Sheffield” agoniza 6 días. Hundido.

Aquella batalla constituye un hito táctico porque nunca antes en la historia se había usado la combinación explorador-avión de ataque.
Osadía y valentía en cada acción, como el día que los británicos llegaron con toda su fuerza a las islas. Ese 21 de mayo, en vuelo de reconocimiento, armado y sin escoltas, el Teniente de Navío Owen Crippa descubre el desembarco en el Estrecho de San Carlos: barcos y más barcos, movimiento de lanchas y tropas al Norte de las Malvinas.
A bordo de un avión Aermacchi MB339, se lanza solo al ataque, con cañones y cohetes que dan contra la fragata HMS “Argonaut”, en medio de un intenso fuego antiaéreo enemigo proveniente de los buques que apoyan el desembarco. En su arremetida debe recobrar muy fuerte su avión para evitar chocarlo. Piensa: “Si giro hacia el Estrecho, me bajan. Mejor me meto entre ellos”. Microsegundos de una decisión acertada: pasa entre medio de los buques ingleses y la defensa antiaérea de la Flota queda helada ante la hazaña de Crippa. No pueden dispararle porque se pegarían entre ellos.

El Teniente Crippa vuelve, observa y dibuja un croquis de la ubicación y cantidad de buques. Tras su arribo al aeropuerto de Malvinas y luego de pasar un informe de la situación, todas las unidades aéreas se preparan para atacar el desembarco.
Ese mismo día, aviones A-4Q Skyhawk de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque rematan al HMS “Ardent”, que ya estaba herido por un ataque anterior de la Fuerza Aérea. Una sección al mando del Capitán de Corbeta Alberto Phillippi descarga sus 12 bombas de 500 libras, destruyendo el lanzamisiles antiaéreo. Tras el ataque, una patrulla de aviones Sea Harrier británicos detecta a los A-4Q argentinos y derriban al Capitán Phillippi y al Teniente de Fragata José Arca, que logran eyectarse, y al Teniente de Fragata Marcelo Gustavo Márquez, que fallece.
Al teniente Arca lo rescata un helicóptero del Ejército Argentino; el Capitán Phillippi nada hasta la costa y sobrevive en el terreno 3 días, hasta que llega al campo de un isleño de origen británico que le da cobijo. Detrás, otra sección de A-4Q Skyhawk, al mando del Teniente de Navío Benito Rótolo e integrada por los tenientes de navío Carlos Lecour y Roberto Sylvester, descarga sus bombas que impactan sobre la popa de la fragata HMS “Ardent”, que no puede parar de arder en llamas hasta el día siguiente. Hundido.

23 de mayo por la mañana, en la Bahía de San Carlos, otros tres A-4-Q Skyhawk piloteados por los capitanes de corbeta Rodolfo Castro Fox y Carlos María Zubizarreta y el Teniente de Navío Marco Aurelio Benítez pasan rasantes y lanzan bombas a un destructor tipo County, se estima que es el HMS “Antrim”, que queda averiado.
También arremeten contra la fragata HMS “Antelope”, que ya había sido atacada por la Fuerza Aérea. Al regreso de esta misión, la pista y las condiciones meteorológicas muy adversas le ocasionan problemas en el aterrizaje al Capitán Zubizarreta, que muere al intentar eyectarse de su avión despistado.
El “Antelope” sucumbía por los ataques aéreos argentinos, a pesar de que intentaron remolcarlo para desactivar las bombas que habían penetrado en su interior. Una, que parecía fallida, explota y lo abre desde la línea de flotación hasta la chimenea. El buque inglés se apaga, consumido por el fuego y cegado por el humo, y los británicos lo abandonan. Durante la noche sigue ardiendo y detonando por dentro hasta que se quiebra al medio y se hunde. Otra imagen icónica de la Guerra de Malvinas.

El 25 de mayo, Día de la Patria, dos SuperEtendard de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque piloteados por el Capitán de Corbeta Roberto Curilovic y el Teniente de Navío Julio Barraza le dieron un golpe descomunal a la logística de la flota británica al atacar con los ya gloriosos misiles Exocet AM-39 al eco más grande en los radares: pensaron que era un portaviones, pero horas más tarde se enteraron que habían herido de muerte al portacontenedores “AtlanticConveyor”. La pérdida para los británicos fue millonaria: una docena de aeronaves, combustible, vehículos de combate, repuestos, carpas, armamento, pertrechos para las tropas y material para construir una pista de aterrizaje móvil.
Con el último misil Exocet, dos SuperEtendard de la Aviación Naval se lanzaron a atacar al portaviones HMS “Invencible”, al Este de las Malvinas. Era el 30 de mayo y contaron con el apoyo de 4 aviones de la Fuerza Aérea. Fue la única operación conjunta entre ambas Fuerzas y la última misión de los Super, piloteados por el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco y el Teniente de Navío Luis Collavino.

Los radares de Puerto Argentino ya lo tenían ubicado, pero el buque estaba en alerta y a la espera de los aviones. Fue una misión de puro riesgo y valor que consistía en herir al portaviones con el Exocet y rematarlo con las bombas que descargaran los A4 de la Fuerza Aérea.
—Enganchado el más grande. Lanzo misil —dice el Capitán Francisco, a unas 20 millas del blanco.
Al último Exocet lo ven desprenderse y caer del Super hasta casi tocar el agua, encender el motor y salir volando a su objetivo, dejando detrás una estela blanquecina. Los A4 siguen la estela del misil, que va a Match 1 y se pierde de vista. Dos de los A4 son derribados, los otros dos ven una columna crepitante de humo negro y lo toman como una señal para descargar su artillería sobre el buque portaviones.

Según el gobierno británico, al “Invencible” no le hicieron nada. Según el radar de Puerto Argentino, la actividad de vuelo se redujo a la mitad inmediatamente después de esa misión y el buque se retiró de la zona.