Por: (*) Richard Bach (del libro; “El Don de Volar”)
Publicado por: Prensa OHF
El campo consistía en un extenso cuadrado verde, de unos 1.300 metros por lado, en el centro de Missouri. Algunas colinas parecían hinchadas por las copas de los árboles y había una pequeña laguna en la que se podía nadar. A cierta distancia se divisaba un camino de tierra y una granja, pero lo que predominaba era ese cuadrado verde cuyo color provenía de la fresca y tupida hierba.
Habíamos aterrizado allí en dos pequeños aeroplanos para hacer fuego junto a la laguna, desenrrollamos nuestras mantas y preparamos la cena mientras se ocultaba el sol.
—Oye, John —dije—, este lugar no está nada mal, ¿verdad?
Estaba observando los últimos jirones del crepúsculo y la forma como la luz se movía sobre el agua; finalmente replicó:
—Es un buen sitio.

Pero ocurría algo curioso: aunque ése era en realidad un buen sitio para quedarse, no teníamos ningún deseo de permanecer allí más allá de esa noche. En un breve tiempo, el campo se había convertido en algo conocido y vagamente aburrido. A la mañana siguiente estábamos muy dispuestos a partir y dejar a los caballos, la laguna, la hierba y las colinas.
Una hora después del amanecer nos encontrábamos a 60 metros de altura, zumbando en vaga formación sobre campos del color de los tallos tiernos del maíz, sobre viejos bosques y tierra arada en profundos surcos.
Bette manejó el avión durante un tiempo concentrándose en mantener la formación.
Yo miraba hacia abajo y me preguntaba si habría en el mundo otro lugar tan perfecto. Pensé que quizá fuera eso lo que buscábamos, quizá fuera ése el sentido que tenía volar por todas partes y mirar desde nuestras móviles cumbres de acero, madera y tela. Tal vez todos estemos buscando un lugar único y perfecto allá en la tierra y cuando lo encontremos, planearemos para aterrizar y nunca volveremos a tener necesidad de emprender el vuelo. Quizá los pilotos sean personas que no se sienten satisfechas con los lugares que han encontrado hasta el momento y, en cuanto descubran ese lugar único en el que pueden sentirse tan felices en la tierra como otras personas, venderán sus aviones y dejarán de buscarlo desde el cielo.

Entonces nuestras conversaciones acerca del placer de volar se deben referir al placer de escapar. Volar después de todo puede ser una forma de evasión. Vaya, si después de esta pequeña hilera de árboles viera mi propio lugar perfecto, ya no desearía volar.
La idea me resultaba incómoda y observé a Bette, pero ella no me prestó mucha atención y se limitó a sonreír sin mirarme porque seguía volando en formación.
Volví a mirar hacia abajo y la tierra se transformó por un momento en todos los lugares más perfectos que había visto. Y en vez del terreno de labranza, de repente divisé el mar y estábamos virando para aterrizar en una franja tallada en el borde de un acantilado, solitaria y silenciosamente perdido. Luego vi Meigs Field y los inexplorados bosques de Chicago, Illinois. En vez de la tierra de labranza, estaba allí Truckee Tahoe, rodeado por las afiladas cumbres de la Sierra. Y también Canadá y Las Bahamas y Connecticut y Baja California, de día y de noche, al atardecer y al amanecer, en la calma y la tormenta. Todos interesantes, todos bonitos, algunos realmente bellos. Pero ninguno perfecto.

Luego las granjas volvieron a aparecer allá abajo. El motor zumbaba suavemente y Bette aceleraba para seguir el Aeronca de John y Joan Edgren por encima de las primeras nubes de verano. Me entregó el mando del avión y por un tiempo casi me olvidé de pensar en evasiones y lugares perfectos.
Pero no del todo. ¿Existe algún lugar que pueda poner término a la necesidad de volar que siente un piloto?
—Bonitas nubes —comentó Bette, por encima del ruido del motor.
—Sí.
En ese momento ya había nubes por todo el cielo, grandes nubes blancas que se hinchaban hacia el sol. Tenían bordes nítidos y compactos, de esos en los que uno puede meter la punta del ala sin empañar el parabrisas. Se desplazaban de un sitio a otro formando bancos de nieve, gigantescos acantilados y enormes abismos.
En ese momento, la respuesta apareció por alguna parte y se hizo patente: ¡Pero si la tierra hacia la cual escapamos es el cielo, hacia ella volamos!
No hay botellas de cerveza vacías ni colillas de cigarrillos desparramados entre las nubes, no hay semáforos, ni señales de carretera, ni máquinas que convierten el aire en asfalto. No hay cabida para la ansiedad porque el cielo es siempre el mismo. No hay lugar para el aburrimiento porque siempre es distinto.
“¡Qué me dices de eso! —pensé—. ¡Nuestro lugar perfecto es el cielo mismo!” Miré hacia el Aeronca y me eché a reír.

(*) Richard Bach:
Es un escritor estadounidense. Es ampliamente conocido por sus populares novelas de la década de 1970: Juan Salvador Gaviota e Ilusiones, entre otras. Los libros de Bach exponen su filosofía de que los aparentes límites físicos y mortalidad son solo apariencias. Bach es reconocido por su amor a volar y sus libros relacionados con la aviación. Ha volado como un hobby desde los 17 años.
Casi todos sus libros tienen relación con el vuelo y los aviones. Su éxito más famoso fue Juan Salvador Gaviota. La espiritualidad es uno de los temas principales de este libro, que fue incluido en una publicación titulada 50 clásicos espirituales, y de libros como Manual del Mesías: Recordatorios para el Alma Avanzada e Ilusiones cuyo título original es Illusions: The Adventures of a Reluctant Messiah, entre otros. Después, trabajó como mecánico de fabricación de aviones y como mecánico de estaciones generadoras de energía eléctrica.
«No pierdas tu pasión por el cielo y te prometo: lo que amas hallará el modo de alzarte de la tierra, muy alto, hasta darte respuestas para todas las preguntas que puedas formular». (El puente hacia el infinito).
«Un diminuto cambio hoy nos lleva a un mañana dramáticamente distinto. Hay grandiosas recompensas para quienes escogen las rutas altas y difíciles, aunque esas recompensas permanezcan ocultas por años». (Uno).
SUS OBRAS:
Ajeno a la Tierra (1963) (Stranger to the Ground). Biplano (1966) (Biplane). Nada es azar (1969) (Nothing by Chance). Juan Salvador Gaviota (1970) (Jonathan Livingston Seagull). El don de volar (1974) (A Gift of Wings). Ilusiones (1977) (Illusions: The Adventures of a Reluctant Messiah). Ningún lugar está lejos (1979) There’s No Such Place as Far Away. El puente hacia el infinito (1984) (The Bridge Across Forever): (A Love Story). Uno (1988) (One). Al otro lado del tiempo (1993). Alas para vivir (1995) (Running from Safety). Fuera de mi Mente (2000) (Out of my Mind). Crónicas de los hurones I. En el mar (2002). Crónicas de los hurones II. En el aire (2002). Crónicas de los hurones III. Con las musas (2003). Crónicas de los hurones IV. En el rancho (2003). Manual del Mesías: Recordatorios para el Alma Avanzada (2004) (Messiah’s Handbook: Reminders for the Advanced Soul). Vidas Curiosas: Las Aventuras de las Crónicas del Hurón (2005) (Curious Lives: Adventures from the Ferret Chronicles). Vuela Conmigo (2009) (Hypnotizing Maria). Gracias a tus malos padres (2012) (Thank Your Wicked Parents: Blessings from a Difficult Childhood). Viajes con Puff (2013) (Travels with Puff): (A Gentle Game of Life and Death).