1945 – 6 de agosto – 2022
Por: (*) Oscar Filippi

A 77 años del primer ataque nuclear en la historia de la humanidad. Un holocausto que ni la sin razón de una guerra mundial pudo justificar. Aun hoy, sin explicaciones ni disculpas, solo persisten la vergüenza y las lágrimas por Hiroshima.
El hombre y la ciencia, la ambición y la política, la ausencia de la razón y la ética en medio de una guerra en curso y un descubrimiento que aun sirviendo al hombre en la paz, algunos deciden usarlo para proyectar más poder que los demás, erigiendo al “hombre en el lobo del hombre”, capaces de devorar vidas inocentes en nombre de la “libertad, la democracia y la paz”, valores occidentales que dicen sostener con el aumento demencial de sus terroríficos arsenales… y para mayor tranquilidad del mundo, agregando a “SU” política estratégica, la de los ataques preventivos. Obviamente, ilegitimando al Derecho Internacional.

La Ciencia:
Una larga serie de descubrimientos y progresos científicos, son los que llevaron al holocausto de Hiroshima y Nagasaki. Una historia que tuvo sus comienzos en el año de 1895 cuando el físico francés Henri Becquerel descubrió la radioactividad.
En 1919, Ernest Rutherford un físico inglés, logró desintegrar el átomo empleando las partículas expulsadas por la sustancia radiactiva denominada radio para bombardear átomos de nitrógeno.
Pasaron casi veinte años, hasta que el químico alemán Otto Hahn, en diciembre de 1938, demostró experimentalmente, la posibilidad de aprovechar la energía encerrada en el átomo al descubrir lo que pronto se denominaría proceso de fisión. Sólo un mes más tarde, los físicos de todo el mundo empezaron a preguntarse si sería posible preparar una bomba atómica.
Fue de trascendental importancia el descubrimiento de Otto Hahn en el camino que conduciría a la fabricación de armas nucleares (el adjetivo nuclear, ha sustituido completamente al adjetivo atómico, ya que las armas en cuestión se basan en el principio de la desintegración del corazón o núcleo del átomo.)
Todos los átomos consisten en un núcleo que contiene una o varias partículas dotadas de carga eléctrica positiva, denominadas protones y (con la excepción del hidrógeno normal) una o varias partículas con carga eléctrica neutra, denominadas neutrones; en torno a éste núcleo atómico dotado de carga eléctrica positiva, gira una nube de partículas eléctricamente negativa, denominadas electrones, en número igual al de los protones. Esto llevó a la comprobación que la diferencia entre los diversos elementos químicos se debe exclusivamente al distinto número de protones y neutrones contenidos en el núcleo de sus átomos.
El experimento de Hahn consistió en bombardear con neutrones el metal pesado “uranio”, que contiene 92 protones en cada núcleo atómico, descubriendo que los núcleos pesados de uranio se desintegraban dando lugar a núcleos de dos sustancias distintas, el bario y el criptón.
Este fue el descubrimiento clave en el camino que conduciría a la “bomba”. En efecto, la energía contenida en un núcleo de uranio era mucho más del doble de la contenida en los nuevos núcleos, por lo que la energía liberada era relativamente grande, a su vez, la “fisión”, de cada núcleo liberaba uno a más neutrones, los que a su vez podían desintegrar otros núcleos de uranio, los cuales a su vez liberarían más energía y otros neutrones, produciendo así una reacción en cadena.

La Guerra:
En Septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa, por consiguiente, este nuevo camino atómico, abierto por la ciencia, comenzó a ser frenéticamente transitado e investigado por las potencias involucradas, Inglaterra, Francia, Bélgica y Alemania se esmeraban por llegar primero a tener en sus arsenales esta nueva “superbomba”.
La política racial impuesta por Hitler en Alemania, hizo que sus mejores científicos buscaran refugio en otros países.
Así se beneficiaron con el aporte de esas inteligencias, Inglaterra y los Estados Unidos. En el Reino Unido era precisamente, donde se hallaba en mayor avance teórico, al menos, el camino hacia las armas nucleares, pero sus arcas estaban extenuadas por el esfuerzo de guerra y la enorme erogación en materia industrial que había de realizarse para obtener su construcción, no podía afrontarse.
El 7 de diciembre de 1941, el ataque japonés a las instalaciones navales norteamericanas de Pearl Harbor, decidió al Presidente de ese país, Franklin Delano Roosevelt, a invertir “dos mil millones de dólares” (de la época), para obtener las tan temidas armas atómicas. La cooperación incondicional de Inglaterra, Francia y Bélgica, no se hicieron esperar. El “Proyecto Manhattan” había nacido.

Proyecto Manhattan:
La construcción de los gigantescos establecimientos y laboratorios, se confiaron al Ejército de Estados Unidos y en particular al General Leslie S. Groves, brillante oficial y técnico de gran talento, quien asumió toda la responsabilidad de la empresa, a la que se le dio el nombre clave de “Proyecto Manhattan”.
Entre noviembre y diciembre de 1940, ya habían llegado secretamente al puerto de Nueva York, en 2.000 cilindros de acero, provenientes del ex Congo Belga, con 1.140 Toneladas de Uranio. Sospechosamente, cuando decidieron poner en marcha el “Proyecto Manhattan”, los Estados Unidos sólo tuvo que sacar el uranio de sus almacenes de Staten Island.
Cuando los problemas de tipo industrial, para obtener el uranio enriquecido (conocido como uranio 235) estaban lejos de ser resueltos, se confió al Dr. Robert Oppenheimer la Dirección de un laboratorio construido en Los Alamos, una solitaria localidad del Estado de Nuevo Méjico, donde un gran número de científicos de todo el mundo descubrió el método para hacer aproximarse a las dos masas “subcríticas” de material fisible, cuya unión daría lugar a la explosión nuclear.
Fue así que el 16 de julio de 1945, en el polígono de tiro del Ejército de Estados Unidos, denominado “Alamogordo”, una desértica zona a 132 Kms del laboratorio de “El Alamo” y a 32 Kms del centro poblado más cercano, el primer “Hongo Atómico” producido por una bomba, se elevaba a las 05.30 hs anunciando al mundo que la era nuclear había nacido. La explosión de prueba había sido “un éxito”.
Hoy podemos asegurar que fueron nueve (9) los padres de la bomba atómica, estos científicos fueron: Otto Hahn (Alemania); Robert Oppenheimer (EE.UU.); Sir Henry Tizzar (UK); Sir James Chadwick (UK); Enrico Fermi (Italia); Leslie S. Groves (EE.UU.); Albert Einstein (Alemania) y Niels Böhr (Dinamarca). Todos aportaron sus esfuerzos y conocimientos, directa o indirectamente… fueron los que abrieron “la caja de Pandora en pleno Siglo XX”.

El Holocausto:
A las 02.45 horas del día 6 de agosto de 1945, despegó con su mortífera carga, la Superfortaleza Volante Boeing B-29 que pintado al costado del fuselaje y por debajo de la cabina de mando, su Comandante, el Coronel Paul W. Tibbets (Jr) llevaba la inscripción “ENOLA GAY” (el Chico de Enola), dedicada por él y con orgullo a su madre, cuyo nombre era precisamente… Enola.
El resto de la tripulación la integraban: El Capitán R. Lewis (copiloto); el Capitán T. Van Kirk (navegante); el Comandante T. Ferebee (bombardero); el Capitán de Navío Williams Parsons (oficial de la marina que se había entrenado para armar el detonador – fusible – en pleno vuelo) y cuatro observadores científicos provenientes del laboratorio de El Alamo.
Era la Misión de Bombardero General Nº 13, que despegaba de la Base Aérea de Nord Field en la Isla de Tinian. El objetivo principal: la ciudad de Hiroshima. Objetivo secundario: las ciudades de Kokura y Nagasaki. La orden especial: Efectuar el lanzamiento de manera visual.

A las 08 horas y 16 minutos más 8 segundos, a 550 metros sobre la ciudad de Hiroshima y con un desvío de solo 200 metros en el punto de referencia elegido (un puente), estalló por primera vez en la historia de la humanidad el TERROR NUCLEAR.
Esa era la primera bomba de Uranio 235, había sido bautizada por la tripulación que la lanzó como “Little Boy” (pequeño muchacho). Quedaba una segunda bomba en los arsenales, esta era de Plutonio, sería probada dos días más tarde, sobre la ciudad de Nagasaki.

En 1968, la televisión japonesa atribuyó un saldo de 240 a 270.000 muertos en la ciudad de Hiroyima, contando los que murieron hasta cinco años después por efecto de la radiación. Las mutaciones y trastornos genéticos se prolongan hasta nuestros días.
Sólo queda agregar “God bless America” (Dios bendiga América) los norteamericanos así lo han impreso en sus propios dólares, evidentemente, su único dios y religión. El tristemente célebre bombardero Boeing B-29 “Enola Gay”, se exhibe hasta hoy, en el Museo Smithsoniano del Aire y del Espacio, en su Capital, Washington D.C. Obviamente, la pregunta que uno se hace al verlo, es ¿… y todavía se sienten orgullosos de lo que hicieron?