El portaaviones alemán «Graf Zeppelin»

El Graf Zeppelin fue el único portaaviones de la Alemania nazi y simbolizaba las ambiciosas aspiraciones navales de la nación durante la Segunda Guerra Mundial.

Por: Craig Ryan – Para: Historia Naval
Publicado por: Prensa OHF

Aunque estaba casi terminado en 1939, las cambiantes prioridades de guerra y los debates internos dentro de la Kriegsmarine llevaron a que se detuviera su construcción.

Capturado por la Unión Soviética al final de la guerra, su destino en la posguerra quedó sellado en 1947 cuando fue utilizado para prácticas de tiro y posteriormente hundido en el Mar Báltico.

Antecedentes históricos:

En las décadas posteriores a la Primera Guerra Mundial, el panorama geopolítico del mundo estaba cambiando rápidamente. El Tratado de Versalles había impuesto estrictas limitaciones a las capacidades militares de Alemania, especialmente a su fuerza naval.

Sin embargo, con el ascenso del partido nazi y el repudio del Tratado por parte de Adolf Hitler, Alemania estaba decidida a recuperar su estatus como potencia global dominante. El ámbito naval se convirtió en un importante ámbito de competencia, y la importancia emergente de los portaaviones en la guerra naval era inconfundible.

Las principales potencias del mundo se estaban dando cuenta rápidamente del potencial del poder aéreo naval. La Marina Real británica ya había botado el HMS “Ark Royal” y la Marina estadounidense estaba construyendo portaaviones como el USS “Enterprisse”. Japón también estaba reforzando su fuerza aérea naval, muy consciente de la ventaja estratégica que podía proporcionar en el Pacífico. Todos estos avances pusieron de relieve un cambio de paradigma de los tradicionales acorazados a portaaviones más versátiles y potentes, que se estaban convirtiendo en los nuevos puntos de referencia del dominio marítimo.

El portaaviones alemán Graf Zeppelin, nunca terminado.

Alemania, bajo el Tercer Reich, no se iba a quedar atrás. La Kriegsmarine, la marina de Alemania, experimentó una expansión significativa bajo el “Plan Z”. Este ambicioso plan tenía como objetivo reposicionar a Alemania como una potencia naval mundial para 1945.

Parte de esta gran estrategia fue la construcción del “Graf Zeppelin”. El portaaviones fue concebido no simplemente como una adición a la flota sino como un desafío directo a la Royal Navy británica. Las Islas Británicas, que dependían en gran medida de las rutas marítimas para obtener recursos y comercio, eran vulnerables a los bloqueos navales, y Alemania reconoció el potencial de tener un poderoso portaaviones para explotar esta vulnerabilidad.

La decisión de construir el “Graf Zeppelin” también estuvo influenciada por las experiencias de Alemania en la Primera Guerra Mundial. El bloqueo naval impuesto por los aliados había impactado gravemente el esfuerzo bélico alemán, provocando hambre y descontento generalizados. Con el recuerdo de este bloqueo aún fresco, los estrategas navales alemanes comprendieron la importancia de tener una flota equilibrada y moderna capaz de defender las aguas alemanas y proyectar poder más allá de ellas.

Sin embargo, las ambiciones navales de Alemania, personificadas en el “Graf Zeppelin”, no se referían sólo a la estrategia militar. También era simbólico. El portaaviones fue una declaración de intenciones que mostraba la determinación de la Alemania nazi de liberarse de las cadenas de Versalles y reafirmar su posición en el escenario mundial.

Vista aérea del “Graf Zeppelin” en Gotenhafen, el 6 de febrero de 1942.

Diseño del Graf Zeppelin:

A diferencia de muchos de sus contemporáneos, el “Graf Zeppelin” contaba con una cubierta de vuelo blindada. Esta elección de diseño supuso una desviación significativa de la convención de la época. Los portaaviones británicos y estadounidenses presentaban predominantemente cubiertas de vuelo de madera sin un blindaje sustancial. La lógica detrás de la cubierta blindada del “Graf Zeppelin” era doble.

En primer lugar, proporcionó protección adicional contra bombas aéreas y ataques con ametralladoras, que se estaban volviendo más potentes con los avances en la tecnología de la aviación. En segundo lugar, la cubierta blindada significaba una anticipación alemana de enfrentamientos navales a corta distancia, donde el portaaviones podría verse amenazado por buques de superficie y necesitar protección adicional.

El “Graf Zeppelin” fue diseñado para transportar una dotación de 42 aviones. Estos incluirían los cazas Messerschmitt Bf 109T y los bombarderos en picado Junkers Ju 87C Stuka. Ambos modelos de aviones fueron adaptaciones de sus homólogos terrestres, rediseñados para los rigores de las operaciones navales. La inclusión del bombardero en picado Stuka fue particularmente notable.

Conocido por su sirena icónica y aterradora, el Ju-87 “Stuka” fue un símbolo del poder aéreo alemán en las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial. Su inclusión en el grupo aéreo del “Graf Zeppelin” indicó el deseo de tener una poderosa capacidad de ataque contra objetivos tanto navales como terrestres.

El ascenso y la caída del “Graf Zeppelin”, el único portaaviones de la Alemania nazi.

El “Graf Zeppelin” no era simplemente una base aérea en el mar sino un acorazado por derecho propio. Estaba equipado con una serie de cañones de 150 mm, que podían cumplir dos propósitos: bombardear objetivos de superficie y proporcionar una última línea de defensa contra barcos enemigos que se acercaran demasiado.

Además, el portaaviones estaba armado con múltiples cañones antiaéreos, lo que garantizaba una envoltura protectora de 360 ​​grados contra amenazas aéreas. Este armamento robusto era un testimonio de la creencia de Alemania que, sus portaaviones operarían en entornos en disputa y necesitaban potencia de fuego tanto para defenderse como para proyectar poder.

Más allá de su armamento y capacidad de vuelo, el “Graf Zeppelin” era una maravilla de la ingeniería naval. Las cubiertas de los hangares, los ascensores y las instalaciones de mantenimiento se diseñaron meticulosamente para garantizar un rápido despliegue y recuperación de las aeronaves, algo crucial para mantener el ritmo de las operaciones durante el combate. El sistema de propulsión del barco era igualmente impresionante, con potentes motores que proporcionaban al “Graf Zeppelin” una velocidad máxima que lo hacía competitivo con otros portaaviones importantes de la época.

Portaaviones «Graf Zeppelin», estado de construcción. Tarea el 4 de diciembre de 1939 obras alemanas en kiel.

El dilema estratégico:

A medida que la Segunda Guerra Mundial se avecinaba en el horizonte, las naciones se apresuraban a recalibrar sus estrategias y activos militares para adaptarse mejor a la dinámica cambiante de la guerra. El “Graf Zeppelin”, la ambiciosa incursión de Alemania en la aviación naval, se encontró en el epicentro de un profundo dilema estratégico. Este conflicto no se trataba sólo de recursos o capacidades de construcción naval; representó una incertidumbre más profunda dentro del Alto Mando alemán sobre la dirección misma del futuro naval de la nación.

La Kriegsmarine, bajo el liderazgo del Gran Almirante Erich Raeder, reconoció el impacto transformador de los portaaviones. Raeder creía que para que Alemania desafiara el poder de la Royal Navy y asegurara sus ambiciones en el Atlántico y el Báltico, necesitaba una potente combinación de asaltantes de superficie, submarinos y portaaviones. El “Graf Zeppelin” personificó esta visión de una flota equilibrada, capaz de amenazar las vitales rutas marítimas de Gran Bretaña y proyectar el poder aéreo naval alemán lejos de sus costas.

Por el contrario, la visión estratégica de Adolf Hitler era de naturaleza más continental. Su mirada estaba firmemente fijada en las vastas extensiones de la Unión Soviética y los recursos de Europa del Este. Este enfoque en la guerra terrestre, en particular las tácticas de la Blitzkrieg que tan bien habían servido a Alemania en las primeras etapas de la guerra, significó que los proyectos navales, especialmente algo que requería tantos recursos como el “Graf Zeppelin”, a menudo quedaban relegados a un segundo plano.

A medida que se desarrolló la guerra, el papel fundamental de los portaaviones quedó inequívocamente claro. La Marina Real Británica, con portaaviones como el HMS “Ark Royal”, demostró la versatilidad de estos buques, desde apoyar invasiones anfibias hasta cazar acorazados como el Bismarck. Los japoneses también, con su estrategia centrada en los portaaviones, subrayaron el potencial del poder aéreo naval con el devastador ataque a Pearl Harbor.

En medio de estos acontecimientos globales, el proyecto del “Graf Zeppelin” osciló entre períodos de progreso y abandono. Si bien la construcción del barco había comenzado con mucha fanfarria, pronto se hizo evidente la falta de una estrategia y dirección consistentes.

Hundimiento del portaaviones alemán «Graf Zappelin» por la Armada rusa, en el Mar Báltico.

El entrenamiento de las tripulaciones aéreas navales, que debería haber sido una máxima prioridad, quedó rezagado. No se desarrolló una doctrina clara para integrar el portaaviones en operaciones de flota más amplias. Era como si el “Graf Zeppelin”, a pesar de toda su brillantez de ingeniería, fuera un barco a la deriva en los mares tumultuosos de la indecisión y la burocracia militar alemana.

Este dilema estratégico fue costoso. Los recursos y el tiempo invertidos en el Graf Zeppelin podrían haberse destinado a otra parte si se hubiera tomado una decisión clara antes. Además, si el portaaviones se hubiera completado y desplegado con un grupo aéreo entrenado, podría haber alterado significativamente el equilibrio naval en el Atlántico, planteando una amenaza formidable para los convoyes y fuerzas de tarea navales aliados.

Portaaviones «A». Etapa de construcción. Tarea el 25 de noviembre de 1938 obras alemanas en kiel.

El destino del Graf Zeppelin:

Mientras se acumulaban las nubes de tormenta de la guerra, el “Graf Zeppelin” se acercaba a su finalización. En 1939, el barco estaba completo en casi en un 85%. Sin embargo, a pesar del impresionante progreso y de los enormes recursos ya invertidos en el proyecto, el viaje del portaaviones estuvo plagado de interrupciones.

Las cambiantes prioridades de los líderes nazis, las oscilaciones de la suerte de la guerra y los debates internos dentro de la Kriegsmarine sobre el papel del portaaviones impactaron continuamente el cronograma de construcción del buque.

Aunque quedó inacabado, el “Graf Zeppelin” no carecía de valor para la maquinaria de propaganda nazi. La existencia misma del portaaviones (enorme, moderno e inconfundiblemente alemán) sirvió como un potente símbolo de las aspiraciones navales del Tercer Reich. Este sentimiento se hizo eco con frecuencia en los materiales de propaganda nazi, donde el “Graf Zeppelin” se exhibía como un testimonio de la destreza tecnológica y el resurgimiento naval alemán.

El Graf Zeppelin fue el único portaaviones de la Alemania nazi y simbolizaba las ambiciosas aspiraciones navales de la nación durante la Segunda Guerra Mundial.

Aunque estaba casi terminado en 1939, las cambiantes prioridades de guerra y los debates internos dentro de la Kriegsmarine llevaron a que se detuviera su construcción.

Capturado por la Unión Soviética al final de la guerra, su destino en la posguerra quedó sellado en 1947 cuando fue utilizado para prácticas de tiro y posteriormente hundido en el Mar Báltico.

El portaaviones alemán «Graf Zeppelin» fue puesto en grada en 1936 y aún no estaría listo para el servicio en 1945.

Antecedentes históricos:

En las décadas posteriores a la Primera Guerra Mundial, el panorama geopolítico del mundo estaba cambiando rápidamente. El Tratado de Versalles había impuesto estrictas limitaciones a las capacidades militares de Alemania, especialmente a su fuerza naval.

Sin embargo, con el ascenso del partido nazi y el repudio del Tratado por parte de Adolf Hitler, Alemania estaba decidida a recuperar su estatus como potencia global dominante. El ámbito naval se convirtió en un importante ámbito de competencia, y la importancia emergente de los portaaviones en la guerra naval era inconfundible.

Las principales potencias del mundo se estaban dando cuenta rápidamente del potencial del poder aéreo naval. La Marina Real británica ya había botado el HMS Ark Royal y la Marina estadounidense estaba construyendo portaaviones como el USS Enterprise. Japón también estaba reforzando su fuerza aérea naval, muy consciente de la ventaja estratégica que podía proporcionar en el Pacífico. Todos estos avances pusieron de relieve un cambio de paradigma de los tradicionales acorazados a portaaviones más versátiles y potentes, que se estaban convirtiendo en los nuevos puntos de referencia del dominio marítimo.

Alemania, bajo el Tercer Reich, no se iba a quedar atrás. La Kriegsmarine, la marina de Alemania, experimentó una expansión significativa bajo el Plan Z. Este ambicioso plan tenía como objetivo reposicionar a Alemania como una potencia naval mundial para 1945.

Parte de esta gran estrategia fue la construcción del Graf Zeppelin. El portaaviones fue concebido no simplemente como una adición a la flota sino como un desafío directo a la Royal Navy británica. Las Islas Británicas, que dependían en gran medida de las rutas marítimas para obtener recursos y comercio, eran vulnerables a los bloqueos navales, y Alemania reconoció el potencial de tener un poderoso portaaviones para explotar esta vulnerabilidad.

La decisión de construir el Graf Zeppelin también estuvo influenciada por las experiencias de Alemania en la Primera Guerra Mundial. El bloqueo naval impuesto por los aliados había impactado gravemente el esfuerzo bélico alemán, provocando hambre y descontento generalizados. Con el recuerdo de este bloqueo aún fresco, los estrategas navales alemanes comprendieron la importancia de tener una flota equilibrada y moderna capaz de defender las aguas alemanas y proyectar poder más allá de ellas.

Sin embargo, las ambiciones navales de Alemania, personificadas en el Graf Zeppelin, no se referían sólo a la estrategia militar. También eran simbólicos. El portaaviones fue una declaración de intenciones que mostraba la determinación de la Alemania nazi de liberarse de las cadenas de Versalles y reafirmar su posición en el escenario mundial.

Portaaviones «Graf Zeppelin» después del lanzamiento al mar.

Diseño del Graf Zeppelin:

A diferencia de muchos de sus contemporáneos, el Graf Zeppelin contaba con una cubierta de vuelo blindada. Esta elección de diseño supuso una desviación significativa de la convención de la época. Los portaaviones británicos y estadounidenses presentaban predominantemente cubiertas de vuelo de madera sin un blindaje sustancial. La lógica detrás de la cubierta blindada del Graf Zeppelin era doble.

En primer lugar, proporcionó protección adicional contra bombas aéreas y ataques con ametralladoras, que se estaban volviendo más potentes con los avances en la tecnología de la aviación. En segundo lugar, la cubierta blindada significaba una anticipación alemana de enfrentamientos navales a corta distancia, donde el portaaviones podría verse amenazado por buques de superficie y necesitar protección adicional.

El Graf Zeppelin fue diseñado para transportar una dotación de 42 aviones. Estos incluirían los cazas Messerschmitt Bf 109T y los bombarderos en picado Junkers Ju 87C Stuka. Ambos modelos de aviones fueron adaptaciones de sus homólogos terrestres, rediseñados para los rigores de las operaciones navales. La inclusión del bombardero en picado Stuka fue particularmente notable.

El portaaviones alemán Graf Zeppelin, nunca terminado.

Graf Zeppelin en construcción:

Conocido por su sirena icónica y aterradora, el Stuka fue un símbolo del poder aéreo alemán en las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial. Su inclusión en el grupo aéreo del Graf Zeppelin indicó el deseo de tener una poderosa capacidad de ataque contra objetivos tanto navales como terrestres.

El Graf Zeppelin no era simplemente una base aérea en el mar sino un acorazado por derecho propio. Estaba equipado con una serie de cañones de 150 mm, que podían cumplir dos propósitos: bombardear objetivos de superficie y proporcionar una última línea de defensa contra barcos enemigos que se acercaran demasiado.

Además, el portaaviones estaba armado con múltiples cañones antiaéreos, lo que garantizaba una envoltura protectora de 360 ​​grados contra amenazas aéreas. Este armamento robusto era un testimonio de la creencia de Alemania de que sus portaaviones operarían en entornos en disputa y necesitaban potencia de fuego tanto para defenderse como para proyectar poder.

Más allá de su armamento y capacidad de vuelo, el Graf Zeppelin era una maravilla de la ingeniería naval. Las cubiertas de los hangares, los ascensores y las instalaciones de mantenimiento se diseñaron meticulosamente para garantizar un rápido despliegue y recuperación de las aeronaves, algo crucial para mantener el ritmo de las operaciones durante el combate. El sistema de propulsión del barco era igualmente impresionante, con potentes motores que proporcionaban al Graf Zeppelin una velocidad máxima que lo hacía competitivo con otros portaaviones importantes de la época.

El portaaviones alemán Graf Zeppelin fue puesto en grada en 1936 y aún no estaría listo para el servicio en 1945.

El dilema estratégico:

A medida que la Segunda Guerra Mundial se avecinaba en el horizonte, las naciones se apresuraban a recalibrar sus estrategias y activos militares para adaptarse mejor a la dinámica cambiante de la guerra. El Graf Zeppelin, la ambiciosa incursión de Alemania en la aviación naval, se encontró en el epicentro de un profundo dilema estratégico. Este conflicto no se trataba sólo de recursos o capacidades de construcción naval; representó una incertidumbre más profunda dentro del Alto Mando alemán sobre la dirección misma del futuro naval de la nación.

La Kriegsmarine, bajo el liderazgo del Gran Almirante Erich Raeder, reconoció el impacto transformador de los portaaviones. Raeder creía que para que Alemania desafiara el poder de la Royal Navy y asegurara sus ambiciones en el Atlántico y el Báltico, necesitaba una potente combinación de asaltantes de superficie, submarinos y portaaviones. El Graf Zeppelin personificó esta visión de una flota equilibrada, capaz de amenazar las vitales rutas marítimas de Gran Bretaña y proyectar el poder aéreo naval alemán lejos de sus costas.

Por el contrario, la visión estratégica de Adolf Hitler era de naturaleza más continental. Su mirada estaba firmemente fijada en las vastas extensiones de la Unión Soviética y los recursos de Europa del Este. Este enfoque en la guerra terrestre, en particular las tácticas de la Blitzkrieg que tan bien habían servido a Alemania en las primeras etapas de la guerra, significó que los proyectos navales, especialmente algo que requería tantos recursos como el Graf Zeppelin, a menudo quedaban relegados a un segundo plano.

A medida que se desarrolló la guerra, el papel fundamental de los portaaviones quedó inequívocamente claro. La Marina Real Británica, con portaaviones como el Ark Royal, demostró la versatilidad de estos buques, desde apoyar invasiones anfibias hasta cazar acorazados como el Bismarck. Los japoneses también, con su estrategia centrada en los portaaviones, subrayaron el potencial del poder aéreo naval con el devastador ataque a Pearl Harbor.

El ascenso y la caída del “Graf Zeppelin”, el único portaaviones de la Alemania nazi.

En medio de estos acontecimientos globales, el proyecto Graf Zeppelin osciló entre períodos de progreso y abandono. Si bien la construcción del barco había comenzado con mucha fanfarria, pronto se hizo evidente la falta de una estrategia y dirección consistentes.

El entrenamiento de las tripulaciones aéreas navales, que debería haber sido una máxima prioridad, quedó rezagado. No se desarrolló una doctrina clara para integrar el portaaviones en operaciones de flota más amplias. Era como si el Graf Zeppelin, a pesar de toda su brillantez de ingeniería, fuera un barco a la deriva en los mares tumultuosos de la indecisión y la burocracia militar alemana.

Este dilema estratégico fue costoso. Los recursos y el tiempo invertidos en el Graf Zeppelin podrían haberse destinado a otra parte si se hubiera tomado una decisión clara antes. Además, si el portaaviones se hubiera completado y desplegado con un grupo aéreo entrenado, podría haber alterado significativamente el equilibrio naval en el Atlántico, planteando una amenaza formidable para los convoyes y fuerzas de tarea navales aliados.

Portaaviones «Graf Zeppelin» después del lanzamiento.

El destino del Graf Zeppelin:

Mientras se acumulaban las nubes de tormenta de la guerra, el Graf Zeppelin se acercaba a su finalización. En 1939, el barco estaba completo en casi un 85%. Sin embargo, a pesar del impresionante progreso y de los enormes recursos ya invertidos en el proyecto, el viaje del portaaviones estuvo plagado de interrupciones.

Las cambiantes prioridades de los líderes nazis, las oscilaciones de la suerte de la guerra y los debates internos dentro de la Kriegsmarine sobre el papel del portaaviones impactaron continuamente el cronograma de construcción del buque.

Aunque quedó inacabado, el Graf Zeppelin no carecía de valor para la maquinaria de propaganda nazi. La existencia misma del portaaviones (enorme, moderno e inconfundiblemente alemán) sirvió como un potente símbolo de las aspiraciones navales del Tercer Reich. Este sentimiento se hizo eco con frecuencia en los materiales de propaganda nazi, donde el Graf Zeppelin se exhibía como un testimonio de la destreza tecnológica y el resurgimiento naval alemán.

El portaaviones de la alemania nazi, «Graf Zeppelin» si hubiera llegado a operar.

Construcción del Graf Zeppelin:

A medida que avanzaba la Segunda Guerra Mundial, el enfoque estratégico de Alemania se desplazó principalmente hacia el Frente Oriental y la colosal lucha contra la Unión Soviética. Los recursos se desviaron cada vez más hacia este frente, lo que provocó una disminución de la atención y la financiación de muchos proyectos navales, incluido el “Graf Zeppelin”.

Además, las constantes campañas de bombardeos aliados contra la infraestructura y los astilleros alemanes obstaculizaron aún más cualquier esfuerzo constante para completar el buque.

En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, el “Graf Zeppelin” se encontraba en Stettin (ahora, Szczecin, Polonia). Capturado por las fuerzas soviéticas que avanzaban en 1945, el futuro del barco se convirtió en tema de considerable especulación.

Algunos creían que los soviéticos completarían y pondrían en servicio el buque en su armada, mientras que otros sintieron que sería desguazado para evitar que su tecnología cayera en manos occidentales. Al final, el “Graf Zeppelin” tuvo un final sombrío. En 1947, el barco fue utilizado para prácticas de tiro por la Armada Soviética y posteriormente se hundió en el Mar Báltico.

Hoy en día, el “Graf Zeppelin” se encuentra en el fondo del Báltico, una reliquia silenciosa de una época pasada. Si bien su impacto operativo en la Segunda Guerra Mundial fue insignificante, el legado del portaaviones ofrece profundas lecciones. Es un testimonio de los desafíos que plantea la toma de decisiones militares, la importancia de la claridad estratégica y la interacción, a menudo impredecible, entre las ambiciones políticas y las realidades de tiempos de guerra.

La Historia del Graff Zeppelin, el portaaviones alemán que los soviéticos lo hundirían en secreto en 1947. 
Hoy les contaré la historia de uno de los buques más grandes y menos conocidos de la Kriegsmarine alemana de la Segunda Guerra Mundial. Pomposidad, poder, vergüenza y destrucción serían lo que quedaría de la Leyenda del único portaaviones que Alemania., nunca puso en Servicio.

Publicado por prensaohf

Periodista y Corresponsal Naval.

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