Por: (*) Richard Bach (del libro “El Don de Volar”)
Publicado por: Prensa OHF
Si usted vuela, probablemente lo ha sentido de tarde en tarde, cuando una coincidencia le hizo efectuar un vuelo particularmente memorable o hallar un refugio especialmente bienvenido durante una tormenta o encontrar un amigo que, de otro modo, no hubiese conocido y que sabía algo sobre aviones que usted necesitaba saber.
Si tales cosas le han ocurrido con tanta frecuencia como a algunos, quizás usted sea uno de los que cree que hay una especie de principio en el cielo, un espíritu del vuelo que llama a algunos hombres, así como los sitios inexplorados, o el mar, llaman a otros.
Pero, si todavía no vuela, quizás haya sentido ese espíritu cuando de pronto se da cuenta de que es el único en la calle que ha levantado la cabeza para ver un avión que pasa, el único que disminuye la marcha e incluso a veces se detiene junto a un aeropuerto para observar cómo esos pequeños pájaros de hierro bajan a tierra y se alzan luego para desaparecer en el aire. Si usted actúa de esta manera, es posible que volar le enseñe algunas cosas sobre usted mismo y sobre el curso de su vida en este planeta.
Si en realidad usted es una de esas personas, no ha sido la casualidad la que lo ha llevado a leer esta página o a volar. Para usted, volar es un instrumento esencial en su misión de convertirse en un ser humano.
Intento a continuación una descripción aproximada de la mayoría de la gente que vuela y si usted es de los que se detienen y miran los aviones, también es un bosquejo aproximado de usted.
Los aviadores se sienten inquietos cuando deben trasladarse de un lugar a otro y tienen que confiar ciegamente en otras personas. Los ferrocarriles, los autobuses, las líneas aéreas, todos pueden sufrir desperfectos, retrasos y dejar a la gente abandonada en lugares apartados. Los coches sólo siguen la dirección de las autopistas y las autopistas están cercadas de anuncios. Los aviadores prefieren estar al mando de cualquier máquina que se mueva y decidir el curso que deben seguir.
Los aviadores valoran el hecho de que uno no puede presentar excusas al cielo, que en el aire no es hablar lo que importa, sino saber y actuar. En cada uno de ellos existe una persona que se queda al margen y los observa actuar y volar, advierte cuándo se sienten felices y qué hacen al respecto. No se puede engañar ni mentir a ese ser interior y el aviador se siente calladamente contento de que el observador interior lo considere con frecuencia un ser humano aceptable y controlado.
En vez de recordar vagamente antiguas aventuras pensando que son los únicos momentos en que realmente vivieron, los aviadores sienten la aventura como algo que está siempre por venir.

Otros puntos en común son detalles: los aviadores miden el horizonte de sus fines de semana no en decenas de kilómetros sino en cientos; a veces usan sus aviones como auxiliares para sus negocios; en el aire recobran la perspectiva después de una agitada semana en tierra.
El rasgo permanente y fundamental que une a los aviadores consiste en que el acto de volar es para ellos el camino que han escogido, en que cada uno necesita demostrar su control del espacio y el tiempo de su vida. Si usted comparte este rasgo, ese lejano deseo de poseer alguna vez un avión, no es un sueño ocioso, es una exigencia de su vida, que usted ignora y, según dicen algunos aviadores, a costa de su humanidad.
Pero existe también otro ser dentro de nosotros, uno que no es nuestro amigo, que se sentiría feliz de vernos destruidos. Su voz es la que dice: “Arrójate al tren, salta del puente, sólo por curiosidad, hazlo…” Para los que han nacido para volar la voz les dice cosas distintas: “Olvídate de eso. Jamás podrás contar con los medios para comprar un avión. Sé realista. Hay que mantener los pies en la tierra. Y, además, ¿qué sabes de aviones?” Es un ser cauteloso y moderado, y tiene razón: el noventa por ciento de la gente que posee aviones ligeros hoy día realmente no dispone de medios para tenerlos.
Necesitan el dinero para su hogar y su familia, para ahorros e inversiones y seguros. Pero todos ellos decidieron un día que tener un avión era más importante que cualquier otra cosa que exigiera dinero. Para ellos, volar es una parte importante de su hogar y su familia, volar es en sí mismo ahorro, inversión y seguro.
El momento crucial de la compra de un avión es el instante en que se toma la decisión de poseer uno, de dar primera prioridad a la búsqueda de un avión. Todo lo demás sucede de forma inevitable. Ni el tiempo, ni el dinero ni la geografía pueden causar dificultades, porque comprar un avión es casi totalmente una acción mental, un proceso extraño para vivir y observar. Tomada la decisión, mientras más lo mantiene en su pensamiento, más lo ve aparecer en la vida real. No es usted quien encuentra el avión sino más bien el avión quien lo encuentra a usted.
Una vez que sabe que lo necesita, el proceso se desarrolla en forma rápida y automática. ¿Qué tipo de avión? ¿Nuevo o viejo? ¿Alas altas o bajas? ¿Dos asientos o cuatro? ¿Simple o complejo? ¿Tela o metal? ¿Rueda de morro o rueda de cola? ¿Tosco o delicado? ¿Rápido o lento? Responda a las preguntas, y las primeras vibraciones de su avión empezarán a rodearlo. Su aeroplano se ha trasladado a libros y revistas especializadas, se ha convertido en recortes de periódicos y en la famosa guía amarilla “Cambie su Avión” de Crossville, Tennessee, con su lista de miles de aviones que se venden y cambian en todo el país.
Hecha la elección, ya se trate de un simple “Taylorcraft” de 800 dólares o un “Beechcraft” de 30.000, atiborrado de radios e instrumentos, a menudo el avión aparece primero en miniatura antes de tomar sus dimensiones reales.
Un aviador decidió adquirir un avión en el momento en que su saldo bancario era inferior a los diez dólares. Resolvió que un día tendría un pequeño Piper Cub clásico 1946 cubierto de tela, alas altas, dos asientos, simple, ligero, con rueda de cola. Los precios de los Cubs fluctuaban entre los 800 y los 2.200 dólares. Mantenía el aeroplano en su pensamiento y a menudo lo miraba con afecto.

Se gastó 98 centavos en un modelo de papel (pagó un dólar y un centavo con el impuesto) que construyó en dos tardes y colgó de una cuerda desde el techo. Había entrado en su vida en miniatura y se movía en uno u otro sentido con la más ligera brisa.
Leía “Cambie su Avión”, pasaba los fines de semana en los aeropuertos, hablaba acerca de los Cubs con mecánicos y pilotos, los miraba y los tocaba. El modelo seguía girando en el aire. Y luego ocurrió algo extrañísimo. Un amigo suyo había recibido 500 dólares para alquilar un avión para su compañía y lo mencionó al piloto. Éste, que en sus investigaciones había descubierto un Cub que se vendía por 1.000 dólares, pidió prestados 500, se unió con su amigo y compraron el avión. Se lo prestó hasta que terminó el trabajo con la compañía. Terminado el negocio y pagada la deuda con el tiempo, es ahora poseedor de un Piper Cub 1946 de tamaño natural. Como también de un pequeño Cub que todavía cuelga del techo.
Otro aviador eligió un Cessna 140 como objetivo. Había un 140, particularmente hermoso, en un aeropuerto cercano, pero él no tenía los 3.000 dólares que costaba, e incluso en ese momento el dueño no deseaba venderlo. Pero este hombre tenía tantos deseos de tener un Cessna, le gustaba tanto la personalidad de ese aparato en particular que preguntó al dueño si podía sacarle brillo sólo para estar cerca de él. El dueño se rio y le compró una lata de cera.
Pues bien, sacar brillo a un avión que está cubierto de metal por todos lados no es una tarea sencilla, pero un Cessna resplandeciente es en realidad algo hermoso. Resultó muy normal entonces que el dueño le ofreciera como pago dar una vuelta en el avión.
Se conocieron, luego se hicieron amigos y hoy son socios y comparten el brillante Cessna.
Todo el que posee hoy día un avión ligero siguió en algún momento los mismos pasos: decisión, estudio, búsqueda, descubrimiento, y ocurrió que con el tiempo llegaron a poseer el total o una parte del avión en el que vuelan.
“Manténgase muy despierto —suelen aconsejar los dueños—, esté atento a las coincidencias, a lo que parecen sucesos casuales que se le ponen en el camino”. La coincidencia es el toque de ese extraño invisible espíritu del cielo, que quizá lo ha estado llamando calladamente durante toda su vida.
Una mujer piloto, disgustada por los problemas que tenía que afrontar para conseguir aviones de alquiler en el momento que los necesitaba, decidió comprarse su propio aeroplano. Resolvió que eso era lo suficientemente importante como para gastarse sus ahorros en ello y que volar tenía mayor prioridad en su vida que una cantidad de dinero esperando en el banco. Miró decenas de aviones en periódicos y en visitas personales, pero no encontraba exactamente lo que quería, aunque ya había determinado que debería ser algo de dos plazas y de metal. Ninguno la satisfacía; afectivamente no se sentía atraída por ninguno de los aeroplanos que había visto durante su búsqueda, ningún anuncio le había llamado especialmente la atención.
Y luego, un sábado, en el momento que abandonaba un aeropuerto, un Luscombe Silvaire blanco se deslizó suavemente, aterrizó y rodó hasta detenerse cerca del restaurante. A ella le gustó el avión. Tenía algo que le hacía sentir que era el adecuado y aunque nada indicaba que estuviese a la venta, preguntó al dueño si por casualidad no habría considerado la posibilidad de venderlo.

“A decir verdad —replicó—, estoy pensando en un avión más grande. El Luscombe es un aparato estupendo, pero sólo lleva dos personas. Sí, podría considerar la posibilidad de venderlo…”
La mujer voló en el avión blanco, le gustó más aún por la manera como actuaba en el cielo y comprendió que ése era el que había estado buscando. Fue necesario llegar a ciertos acuerdos que permitieran al dueño usar el Luscombe hasta que encontrara su cuatriplaza, pero el Luscombe ya le pertenecía.
Piense. Si ella no hubiese ido a ese aeropuerto particular a esa hora precisa y en ese día determinado de modo que, cuando iba a salir, viese al Luscombe en esa aproximación final para aterrizar, no lo habría encontrado. Si el viento hubiese soplado en dirección opuesta, no lo habría visto aterrizar. Si durante el día el dueño se hubiese entretenido dos minutos más en cualquier cosa antes de bajar al aeropuerto a tomar una taza de café, ella no lo habría visto.
Pero todas esas cosas ocurrieron; se produjo la cadena de extrañas coincidencias, que es la marca del espíritu que nos llama y nos lleva hacia donde mejor podemos aprender. Y hoy día esa mujer vuela en un Luscombe Silvaire blanco, al que ama y necesita.
“Mi trabajo me exige que le entregue muchas cosas mías —dice—; pero mi avión me las devuelve los fines de semana”.
Mientras busque su avión ponga atención a palabras como: “Oh, no. Olvídese de ese avión. Por aquí no va a encontrar ninguno de ese tipo”. Esto quiere decir que ya se está acercando. Escuché esas mismas palabras cuando pregunté por un Fairchild 24, una semana antes de encontrarlo. Las escuché años más tarde cuando quise cambiar mi Fairchild por un biplano y al poco tiempo lo había conseguido. Recuerde que “… no tiene ninguna posibilidad” significa “… prácticamente lo tiene delante”.
El truco de la búsqueda consiste simplemente en hacer todo lo posible y dejar que el viejo y misterioso espíritu del cielo arregle las situaciones de modo que, si usted no se descuida, se encuentre de pronto con el avión que estaba destinado a poseer. No se puede defraudar al espíritu. Si todavía no ha aprendido a volar y si volar es lo que más quiere en el mundo, aprenderá. No importa quién sea usted ni la edad que tenga ni dónde viva; si lo desea, volará. Parece extraño, pero es así.

Y es así, aunque tenga que hacerlo por el camino más largo. Hoy día, por ejemplo, casi todo piloto que se inicia aprende a volar en modernos aeroplanos de rueda de morro construidos de modo que permiten un fácil manejo en tierra y en el aire. A consecuencia de esto, los antiguos aviones de rueda de cola han adquirido fama de ser demonios feroces e imprevisibles que exigen supremas habilidades para despegar y aterrizar en ellos, que, si el piloto se relaja un momento durante el aterrizaje, van a capotar y convertirse en un montón de escombros. Sin embargo, los pilotos modernos se encuentran a menudo comprando aeroplanos de rueda de cola sencillamente porque cuestan mucho menos y se comportan mucho mejor que los de rueda de morro. El camino los ha llevado a enfrentarse con los demonios.
No es muy amable de parte del espíritu del cielo poner dificultades en el camino de sus elegidos. Pero el espíritu dice algo referente a que los temores se han hecho para ser vencidos, y el nuevo piloto se encuentra con que, como necesita un aeroplano, como debe tener un avión para avanzar por el camino de su propio conocimiento, es el poseedor de un aparato de rueda de cola del que ha escuchado historias implacables y terribles.

Se acerca a su aeroplano con todo el entusiasmo del alumno de la escuela de montar que se aproxima al establo del potro Dinamita y lentamente empieza a conocer los hábitos y pensamientos del caballo y descubre que les tiene miedo a los papeles que arrastra el viento y que hace cualquier cosa a cambio de una zanahoria, que hay momentos para relajarse y momentos para ser muy cuidadoso; así también el piloto descubre que un avión de rueda de cola, bien manejado, es más fogoso y más divertido para volar que un aparato de rueda de morro. Ver el regocijo en los ojos de un alumno cuando descubre que puede controlar el temido artefacto es comprender algo de lo que el espíritu del vuelo había tenido todo el tiempo en su mente.

Si usted siente esa llamada del cielo, como les ocurre a miles de personas, vuelen o no, respondan o no, se le exige tener un avión para que llegue a ser verdaderamente usted mismo, más allá de lo que nunca ha sido. Si usted sabe esto y hace lo posible por aprender a volar y tener un avión, confiando en que ese alocado espíritu concierte para usted extrañas e imposibles coincidencias como lo ha hecho para casi todos los que hoy vuelan, la vida que el vuelo le dará será suya.

(*) Richard Bach:
Es un escritor estadounidense. Es ampliamente conocido por sus populares novelas de la década de 1970: Juan Salvador Gaviota e Ilusiones, entre otras. Los libros de Bach exponen su filosofía de que los aparentes límites físicos y mortalidad son solo apariencias. Bach es reconocido por su amor a volar y sus libros relacionados con la aviación. Ha volado como un hobby desde los 17 años.
Casi todos sus libros tienen relación con el vuelo y los aviones. Su éxito más famoso fue Juan Salvador Gaviota. La espiritualidad es uno de los temas principales de este libro, que fue incluido en una publicación titulada 50 clásicos espirituales, y de libros como Manual del Mesías: Recordatorios para el Alma Avanzada e Ilusiones cuyo título original es Illusions: The Adventures of a Reluctant Messiah, entre otros. Después, trabajó como mecánico de fabricación de aviones y como mecánico de estaciones generadoras de energía eléctrica.
«No pierdas tu pasión por el cielo y te prometo: lo que amas hallará el modo de alzarte de la tierra, muy alto, hasta darte respuestas para todas las preguntas que puedas formular». (El puente hacia el infinito).
«Un diminuto cambio hoy nos lleva a un mañana dramáticamente distinto. Hay grandiosas recompensas para quienes escogen las rutas altas y difíciles, aunque esas recompensas permanezcan ocultas por años». (Uno).
SUS OBRAS:Ajeno a la Tierra (1963) (Stranger to the Ground). Biplano (1966) (Biplane). Nada es azar (1969) (Nothing by Chance). Juan Salvador Gaviota (1970) (Jonathan Livingston Seagull). El don de volar (1974) (A Gift of Wings). Ilusiones (1977) (Illusions: The Adventures of a Reluctant Messiah). Ningún lugar está lejos (1979) There’s No Such Place as Far Away. El puente hacia el infinito (1984) (The Bridge Across Forever): (A Love Story). Uno (1988) (One). Al otro lado del tiempo (1993). Alas para vivir (1995) (Running from Safety). Fuera de mi Mente (2000) (Out of my Mind). Crónicas de los hurones I. En el mar (2002). Crónicas de los hurones II. En el aire (2002). Crónicas de los hurones III. Con las musas (2003). Crónicas de los hurones IV. En el rancho (2003). Manual del Mesías: Recordatorios para el Alma Avanzada (2004) (Messiah’s Handbook: Reminders for the Advanced Soul). Vidas Curiosas: Las Aventuras de las Crónicas del Hurón (2005) (Curious Lives: Adventures from the Ferret Chronicles). Vuela Conmigo (2009) (Hypnotizing Maria). Gracias a tus malos padres (2012) (Thank Your Wicked Parents: Blessings from a Difficult Childhood). Viajes con Puff (2013) (Travels with Puff): (A Gentle Game of Life and Death).